Esta es la Historia de un hombre que llega al Monasterio de Ovetum
Esta es la Historia de sus seis acémilas
Esta es la Historia de Ajosefo
Esta es la Historia de Ajosefo Antuanido
Esta es la Historia de un mozo de mulas
Esta es la historia de seis jumentos
Esta es la Historia de Ajosefo Antuanido
Esta es la historia de un hombre de corto recorrido
Tac-tac, tac-tac, tac-tac.
Ajosefo golpea la aldaba en la pesada puerta de la Abadía
Un ventanuco pequeño se abre en la puerta.
-Por Dios, por Dios, por Dios ¿Quién es usted?
-Sonno Ajosefo, Sonno Ajosefo
-Sono Ajosefo Antuanido,
-Sono el mozo de mulas del señor Nacho el Vidau-rio
-Por Dios, por Dios, Por Dios ¿Qué desea Usted, señor Ajosefo ?
-Por Dios, por Dios, ¿Qué desea? ¿Qué quiere Usted? Señor Ajosefo Antuanido,
-¿Qué quiere Usted?
-Per favore, per favore, per favore, traigo los ropajes de Don Nar-cho el Vidau-rio
-Por Dios, por Dios, Por Dios, traigo los ropajes del señor Nacho el Vidau-rio
-¿Y las seis acémilas?, preguntó el monje con desconfianza
-Per favore, per favore, per favore. Para transportar sus ropajes.
-Por Dios, por Dios, por Dios, y quien es Nacho el Vidau-rio
-Es el juez del supremo
-¿El juez del supremo?, pregunta el monje
-Sí, así es, que no es de otra manera, es el juez del Supremo Hacedor
-Voy a llamar al abad.
-Voy a llamar al abad Chemary.
-¿Al abad Chemary?, pregunta Ajosefo.
-¿Al abad Chemary?, pregunta Ajosefo Antuanido.
-Si, al abad Chemary el Escriba-no.
-Per favore, per favore, per favore,
-Per favore, per favore, per favore. Es quizás el Engañabaldosas ?
-Cherto, Cherto, que es así que no es de otra manera.
-Ok, Ok, Ok, llame usted a Chemary el Escribano “el Engañabaldosas”.
-Salió el abad Chemary el Escriba-no.
-Qué quieres Ajosefo, qué quieres Ajosefo Antuanido.
-Qué quieres Ajosefo Antuanido, por Dios, por Dios, por Dios.
-Por qué vienes a turbar la paz de este monasterio, dijo irritado el Prelaturo.
-Por qué vienes a turbar la paz de esta Abadía, dijo irritado de nuevo el Deán Prelaturo.
-Per favore, per favore, per favore, traigo los ropajes de Don Nacho el Vidau-rio.
-Para que, para qué, queremos esos ropajes de Don Nacho el Vidau-rio?
-Por Dios, por Dios, Por Dios, viene a oficiar la santa misa en el monasterio.
Chemary el Prelaturo al ver los jumentos, fija su vista en ellos.
Con su mano derecha se acicala su mentón, se mesa su barba, y después de dos minutos de discernir solo, le dice:
-Ajosefo
-Ajosefo Antuanido
-¿Estos jumentos son tuyos?, dice al ver a las acémilas.
-Qué bonita figura tienen.
-Y las volvió a observar con detenimiento.
-Son del juez Nacho el Vidau-rio, le contestó Ajosefo Antuanido.
-Ajosefo, Ajosefo, Ajosefo Antuanido,
-Tienes que pensar en la salvación de tu alma.
-Tienes que pensar en la eternidad.
Ajosefo lo miraba estupefacto.
Ajosefo no sabía que quería decir.
-Piensa que puedes hacer con las acémilas para salvar tu alma.
-Ajosefo Antuanido lo miraba.
-Yo soy representante de dios en la tierra, y conozco el Camino.
-Ajosefo, Ajosefo, Ajosefo, como puedes estar tan ciego con respecto a tu futuro.
-Te voy a arreglar un buen sitio en el cielo Ajosefo, Ajosefo.
-Te voy a arreglar un buen sitio en el cielo Ajosefo, Antuanido.
-Para que no sufras el castigo del fuego eterno.
-Yo conozco el Camino, yo conozco el Camino, Ajosefo, Ajosefo, decía el Escribano.
El mozo de mulas seguía sin entender nada.
-Pues dígame usted, señor abad.
-Haz una donación de los jumentos a la Abadía y yo lo arreglaré en el cielo.
-¿Entonces no me da siquiera unas ristras de chorizos por ellas?
-No, Ajosefo, no, ese no es el Camino
-Entonces, ¿Ni un par de quesos curados de sus estantes
-No, Ajosefo, no, ese no es el Camino, decía Chemary el Escribano
-El Camino lo conozco yo.
-El Camino lo conozco yo, Ajosefo, le dijo Chemary el Escribano.
-Piensa en tu futuro Ajosefo.
-Piensa en tu eternidad Ajosefo Antuanido.
-¿Ni siquiera unas ristras de chorizo?
-No Ajosefo, no, que ese no es el Camino.
-¿Ni siquiera un par de quesos curaos de sus estantes?
-Cómo viera renuente a Ajosefo, el prelaturo le dijo:
-“Ajosefo ven”.
Ambos fueron caminando muy despacio.
El prelaturo ponía el pie en el medio de las baldosas.
No pisaba la raya entre ellas
Llegaron a un lugar en las afueras del monasterio.
Alvaro del Aportillo conocido como “El enterrador”, y amigo de Chemary “el Escriba-no”, sepultaban vivos a los monjes que querían huir del monasterio.
Juanito el “Sepultador”, hombre de confianza del “Enterrador” Alvaro del Aportillo, los enterraban de rodillas en un hoyo, solo con la cabeza fuera, y con un trapo en la boca.
El “Enterrador”, Chemary, y el “Sepultador”, disfrutaban viendo los monjes enterrados. Disfrutaban viendo a las alimañas y los cuervos descarnar sus calaveras. Las miraban una y otra vez con regocijo.
-Aunque pueda parecer cruel, es necesario, decía Chemary
-Así los monjes viven sanos en las fe de la iglesia y temeroso de Dios, decía
-Dirigiéndose a Ajosefo, Chemary le dice:
-Deja las burras aquí, Ajosefo.
-Deja las burras aquí, Ajosefo Antuanido.
-Regresa caminando, Ajosefo.
-Regresa caminando, Ajosefo, Ajosefo Antuanido.
-La próxima vez que vuelvas ya estará arreglado todo lo tuyo en el cielo, le decía Alvaro del Aportillo.
Ángel Villazón Trabanco
Ingeniero Industrial
Doctor en Dirección y Administración de Empresas