En ese terreno de olvidos y ausencias es en el que se desarrolla esta novela. Una historia de imágenes y voces que se abren paso a través de la penumbra que significa hacerlo bajo la soledad y el amor del que siempre espera aquello que nunca llega. Esa soledad que, para Smart, supone la de no tener amigos, o con quien hablar, o a quien confiarle sus pensamientos y naufragios. Resultado de todo ello es Los pícaros y los canallas van al cielo. Una voz que surge del destierro. Un destierro de hambruna y necesidades tras la Segunda Guerra Mundial al que ella se enfrenta sola, con sus hijos. Aquellos que surgieron de esa pasión a destiempo y a plazos con George Baker: su obsesión y su propia tumba. A través de una poética prosística, Elizabeth Smart nos vuelve a plantear aquello que surge de su interior de una forma apasionada, libre y sin tapujos. Sus estados anímicos y sus pesadillas se abaten sobre las páginas de esta novela de una manera contundente. Una novela que va creciendo desde la angustia del silencio y el olvido a la esperanza de haber realizado bien su único y verdadero trabajo: el de madre.
Los pícaros y los canallas van al cielo se mueve en escenarios muy delimitados como son la oficina, la casa o el pub. Lo que no supone un obstáculo para Smart a la hora de expresar la cruda realidad a la que se enfrenta: «Un bolígrafo es un arma furiosa. Pero necesita una ira voluntariosa. Todo lo físico muere, pero puedes echar una mirada de disgusto al final del tiempo. Puedes manipular el brillante y distraído momento de huida eterna.» Ese ajuste con el tiempo y la vida es otra de las caras de esta historia que busca una salida una y otra vez a la existencia de una mujer atrapada en una época en la que no pudo llegar a ser ella misma. Desde una postura activista, Smart revisa muchos de los planteamientos existenciales a los que las mujeres más avanzadas de la primera mitad del s. XX se enfrentaron cuando invocaron su voz ante una sociedad que no admitía esa transformación en las normas de convivencia que representaban la libertad sentimental y sexual. Unas normas que, para aquellas mujeres, fueron una sentencia a la hora de afrontar sus destinos.
En todo ese aislamiento físico y mental, Elizabeth Smart, con gran esfuerzo, encontró el camino de la literatura para hacer valer su vida y su talento. Un talento al que no le faltan buenas dosis de ironía, como la que ya viene implícita en el título. Un talento apuntalado en un amplio eco cultural de citas y referencias en las que apoya su narrativa. Una narrativa siempre dispuesta a sorprendernos y replantearnos la esencia de las vidas inacabadas. Vidas que emergen como la voz que surge del destierro.
Puedes comprar el libro en: