El espejo lo miró al fondo de los ojos y le respondió: si por poderoso entiendes aquel que mejor protege a sus habitantes,
no eres tú,
si por poderoso entiendes aquel que no discrimina,
no eres tú,
si por poderoso entiendes aquel que mejor protege a los desfavorecidos,
no eres tú.
Si por poderoso entiendes aquel que más seres ha enviado al desempleo durante la pandemia: 42 millones,
eres tú,
si por poderoso entiendes aquel que reparte el dinero a los hospitales de ricos, dinero que se necesita en los hospitales de barrios pobres,
eres tú,
si por poderoso entiendes aquel que quita el dinero de emergencia a las escuelas para desfavorecidos y reparte una buena tajada a las escuelas de millonarios,
eres tú
si por poderoso entiendes aquel en que en Minneapolis un policía asesina a un afroamericano asfixiándolo con la rodilla mientras este grita “¡no puedo respirar!”, y sus colegas no hacen nada para impedirlo,
eres tú,
si una mujer se incomoda por lo que un afroamericano intenta entrar a su edificio de departamentos en Saint Louis, donde dicho sea de paso, el hombre vivía, y llama a la policía para que averigüen quién es,
eres tú,
si en el Central Park una mujer se incomoda por lo que un afroamericano le pide que mantenga a su perro con correa y llama a la policía para denunciar falsamente que “un negro, con casco, la está agrediendo a ella a y su perro”,
eres tú
si alguien se molesta, saca su arma y te dispara por lo que le pediste usara una máscara para proteger a los otros,
eres tú,
si eres el país que más muertos tiene por el Covid-19, 101.000 y sigue sumando,
eres tú.
–¿Dónde me levanté? –se preguntó el país.
Y el espejo le respondió: el problema radica en que sigues soñando, no te has despertado y todo el tiempo has vivido pensando que eres el país más rico, más justo y poderoso del mundo.
Y ese no eres tú.
* Escritor y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en Nueva Jersey, EE UU.