Dicen que todo, tu carrera, comenzó en un blog… ¿Es verdad? Verdad de la buena. Yo escribía todo lo que se me pasaba por la cabeza en papeles y libretas que rondaban por casa, hasta que mi marido se cansó de encontrárselos por todas partes y me creó un blog. No sé cómo, porque yo sólo lo escribía para mí, lo empezó a leer gente y se corrió la voz. De repente, empecé a recibir comentarios de lectoras de todo el mundo diciéndome lo mucho que le gustaba lo que leían de mí. El blog es al mundo editorial lo que el mito del garaje es al mundo de la informática. Sin ese primer y precario escalón, ¿habrías llegado a publicar? No lo creo. Cuando lo empecé a hacer, era sólo para mí. Y cuando una lectora (que con el tiempo se ha convertido en amiga) me animó a publicar, yo no sabía ni que se podían autopublicar libros. De hecho, ella fue la que me maquetó el primer libro que publiqué y me lo dejó todo en bandeja para que me lanzara. Así que puedo afirmar que, sin ese blog, yo no habría conocido a la persona que me animó a publicar. Pero, antes de que una editorial llamara a tu puerta, saltaste a la fama en Amazon, donde publicaste varias novelas que se convirtieron en grandes éxitos. Amazon ha sido mi trampolín, seguro. “No olvides de dónde vienes”, se suele decir, y os aseguro que lo tengo muy presente. Por eso, soy una ferviente defensora de los libros autopublicados. Hay verdaderas joyas. ¿Qué supone para una escritora que se ha hecho a sí misma llegar a publicar con una editorial? Es un orgullo, la verdad. Significa que no sólo gustas a la gente que te lee, si no que hay gente que entiende de esto, que ve algo en ti y que confía lo suficiente como para “pasarte el brazo por encima del hombro” y acogerte. De todos modos, soy consciente de que hay gente muy buena que no ha tenido la misma suerte que yo. Eres muy prolífica… ¿escritora compulsiva? Lo que pasó fue que cuando me decidí a publicar, yo ya tenía tres libros escritos. Y mientras publicaba uno, iba escribiendo nuevas historias. Así que la máquina no dejó de funcionar... ¿Cada día tengo que escribir algo? Os lo aseguro, aunque ahora me está costando un poco más cuando no puedo centrarme del todo en ello. No descubro nada si digo que hay quien desprecia, incluso sin leerla, la literatura que llaman “romántica”. ¿Entiendes ese rechazo visceral? Para nada. Creo que ese rechazo está basado en falsos clichés y que la literatura romántica ha evolucionado mucho. Ya no nos conformamos con contar una historia de amor, si no que intentamos ir más allá, abordando muchos otros temas. Creo que los escritores vendemos sueños, ¿y qué hay más bonito que vender amor? En tu biografía comentas lo importante que es para ti conciliar la vida profesional con la laboral, y en qué medida escribir te ha ayudado a lograrlo… Mi familia lo es todo para mí y, aunque siempre he intentado darles lo mejor de mí, hubo una época en la que el trabajo no me lo permitía. Estaba sometida a un fuerte estrés que yo pagaba en casa, aun sin proponérmelo. Hasta que un día mi cuerpo dijo basta, y sufrí una crisis de ansiedad que me abrió los ojos. Me di cuenta de que estaba a punto de cumplir cuarenta y no estaba haciendo lo que me apasionaba, que mis hijos iban a cumplir diez años y no disfrutaba de ellos todo lo que me gustaría, que por la calle no caminaba si no que corría... Y decidí hacer caso a mi marido, que hacía tiempo que me advertía que el ritmo que llevaba no podía ser sano, y que había llegado el momento de hacer de mi pasión una forma de vida. Desde que me dedico en cuerpo y alma a esto, soy otra. Soy yo, en realidad. La persona que siempre quise ser. La mamá risueña que se presta a hacer miles de videos con ellos, la que siempre está disponible para ir a sus clases a leer, la que les acompaña a todos los partidos de fútbol. Como suelo decir a menudo desde que tomé esa decisión, ahora soy más pobre, pero infinitamente más feliz. PIÉRDETE… CONMIGO es una propuesta en la que aúnas dos de tus pasiones: el turismo y la escritura. ¿Fue intencionado? Totalmente. El trabajo de documentación de un libro puede ser apasionante, pero también complicado según el tema que quieres abordar. En este caso, el trabajo de documentación ha sido una gozada, montándoles las rutas, leyendo guías de viaje que colecciono de forma compulsiva en casa, buscando fotos de mis viajes... ¿Qué tipo de lector buscas? Realmente, no lo sé. Me encantaría poder gustarle a todo tipo de lectores, aunque soy consciente de que eso es imposible. Así que creo que me conformaré con deciros que busco a lectores con ganas de leer historias de gente normal y corriente, con los que sentirse identificados, que estén dispuestos a reír, aunque también a llorar. Los finales felices, ¿ayudan a las lectoras? Por supuesto. Los finales felices te dejan con una sonrisa bobalicona en los labios y con una sensación de calidez en el pecho que sienta de maravilla. Suficientes penas tenemos que escuchar a diario como para encima leer algo que nos deje con mal sabor de boca, ¿no? En tiempos tan complicados como los que estamos viviendo, ¿qué ofreces con tus libros? Me gusta pensar que mis libros hacen soñar, que consiguen que los lectores se evadan de la realidad que nos ha tocado vivir. Quiero que se pongan en la piel de otras personas, que viajen a otros tiempos en los que podíamos abrazar a nuestros familiares, tomarnos una caña con los amigos, colgarnos una mochila a la espalda y recorrer el mundo o perder la voz en un concierto. 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