¿Qué va a encontrar el lector en su último libro de relatos, “Anna y las estrellas”? Un conjunto de cuentos alineados por constelaciones en los que unos personajes muy contemporáneos se sienten un poco perdidos, a veces en situaciones límite, ya sea porque la realidad puede llegar a ser una frontera salvaje o porque lo irreal también es parte de nuestro universo. Todo ello en una línea narrativa más madura respecto a otras obras anteriores, al menos eso creo. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de este libro? Ha sido desigual. Aunque es una recopilación de relatos escritos durante los últimos tres años no he escrito este libro de un modo disciplinado ni en un horario regular. Cada cuento se escribió exactamente en el momento en que quiso nacer. Los últimos cronológicamente hablando, como ‘Anna y las estrellas’ o ‘Monólogo interior’, ‘Carta de amor a un navegante’, fueron escritos en la fiebre de dos fines de semana aún recientes. Y otros, como “La mujer que leía a Cortázar’, fue un proceso lento y tranquilo, una historia macerada sin prisa. ¿Cómo ve el mundo de la cultura en el mundo de hoy en día? La cultura siempre será importante, en cualquier sociedad, en cualquier época. La creación artística o literaria ofrece lo mejor del ser humano, es su superación y trascendencia, su versión ‘divina’. No siempre ha sido suficientemente valorada la actividad cultural y sigue ocurriendo. Es muy difícil, por no decir imposible, que un artista pueda vivir de su obra, siempre necesita tener un “trabajo real en un mundo real”. Las redes sociales han ayudado mucho a divulgar las creaciones de muchos autores y este permanente ‘vivir conectados’ nos permite llegar a muchos más lectores, pero a veces hay tal exceso de producción que se sentirán saturados y confusos. No obstante, la cultura seguirá cumpliendo su función. Todos la necesitamos. Más en estos tiempos interiores que vivimos ahora mismo.
Si pudiese cambiar algo en este mundo a través de sus libros, ¿qué sería? Siempre trato de inculcar el amor a la vida como única posesión de cada ser humano. La vida como tesoro a salvar a pesar de todo el dolor que nos golpea terrible y constantemente. La oscuridad está aquí, pero debemos buscar la luz, porque también está y existe. Encontrarla es cuestión de tesón y voluntad. ¿Cuál es su récord de tiempo escribiendo del tirón? Jajajaja, no sé, tal vez unas cinco horas. ¿Qué hace cuando se atasca escribiendo? Descanso unos días. Reflexiono sobre lo que me está distrayendo, distanciando, alejando. Cuando pasan las nubes me tomo una copa, fumo un cigarrillo y me siento de nuevo a escribir. ¿Qué sacaría de su casa en llamas? A mi familia (marido e hijos). Todo lo demás es accesorio. ¿Con qué tres adjetivos le describiría su lector ideal? Mis lectores habituales dicen de mí (solo repito lo que ellos, generosamente dicen), que soy dulce, que soy delicadeza y luz. (He dicho un adjetivo y dos sustantivos, creo que me gustan más los últimos). ¿Cómo se sintió la primera vez que le publicaron algo? Emocionada, ilusionada y muy protegida y apoyada por mis compañeros. Fue cuando se publicó “El otoño es nuestro”, que además de regalarme recuerdos imborrables me concedió también una amistad inolvidable, la de mi querido amigo Juan Campal. ¿Algo de lo que nunca hablaría en sus textos? En estos momentos no estoy escribiendo, porque si lo hiciera hablaría del coronavirus y su terrible estela de dolor. No deseo añadir más sufrimiento al mundo, así que de momento elijo no escribir sobre ello. Cuando todo pase y pueda verlo con distancia no sé cual será mi decisión. Por el momento no es mi intención sucumbir ante el virus ni siquiera en lo literario. ¿Con qué personaje literario se identificaría? Hay tantos personajes adorables… No sé, me encanta Jo March en ‘Mujercitas’de Louisa May Alcott,, su entrega y generosidad, su sensación de libertad, me encantaría ser como ella y me identifico con su actitud feminista y liberal para su época. ¿Qué libro poco conocido le gustaría que leyera todo el mundo? La poesía de Candelaria Villavicencio, por ejemplo. Es un libro que aún no tiene un soporte físico, solo vuela por la red a pequeñas dosis impredecibles. Me encantaría que existiera y poder leerlo, atraparlo en su vuelo, pero quien sabe, tal vez ese acto de rebeldía poética es parte de su encanto. ¿Vino o cerveza? Soy prácticamente abstemia, pero de vez en cuando tomo una copa de un vino leonés muy rico, blanco y dulce, ‘impresionista’, dejémoslo ahí para no hacer excesiva publicidad. Vino. Elijo el vino. ¿Escribe de noche o de día? En ambas porque así es la vida. Escribo cuando puedo y cuando quiero de verdad escribir. No escribo por costumbre ni por decreto. Pero prefiero la noche, su silencio, su luna, es otra dimensión la noche. Y, por último, ¿cuál ha sido su mayor fracaso? El tiempo perdido. Puedes comprar sus libros en:
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