Y las alusiones, por el lenguaje empleado, siempre remiten al valor poético como referente: “no murió Valeria sino que padeció convulsiones, ictericia y olvido; convaleció de estos sufrimientos y quedó silenciosa para siempre. Pasados cien días, la vio Kratevas entre la blancura de los lienzos que se tendían en los patios, y escribe que le pareció, y sintió miedo, que la mirada de Valeria fluía de más allá de ella misma” El sueño de la imaginación abriendo caminos nuevos por los que transitar para no perderse del todo si uno repara en exclusiva en la aparente realidad.
Si, en material más reciente, reparamos en ese poema como fragmentado, pensado en distintos planos pero obteniendo de ello su unidad significativa, es sorprendente leer, convocado por el pensar poético: “Qué hago yo aquí advirtiendo mi pensamiento vacío, sorprendido de estar solo ante unas paredes blancas?// Pero, ¿estoy ciertamente solo ante unas paredes blancas y existen ahí, afuera, causas vivientes? No sé// Me digo cuidadosamente que sí, que es cierto, que estoy aquí, en Múnich, solo, despojado, quizá amándote, y me pregunto:// ¿Qué es esto? ¿Qué es estar solo en Múnich amándote?// Y me respondo, apenas me respondo: No sé” ¿Apenas?, piensa el autor. Me temo que no. Piensa, sí porque es absorbido por el amor, por el sentimiento de amor que tantas, tantas veces solicitó o expuso en su deambular poético, vital, Gamoneda.
Hay ocasiones que se advierte, eso parece, una diferencia grande entre alguno de los poemas que se recogen aquí, y otros que suenan a borrador, a intención no consumada. De ser así, a mí el procedimiento me parece didáctico o útil por cuanto el mosaico que va construyendo el poeta a lo largo de su vida no ha de ir constituido sino de las más variadas y distintas teselas que, juntas, ofrecerán un día como obra rematado las dudas, las circunstancias distintas, la sonrisa o dolor de cuanto ha sido observado, pensado, vivido para sí como constancia de identidad así como invitación, como diálogo con ese lector omnisciente que querrá navegar cada día, cada vez, tanto manejando su timón como dejándose llevar por la voz amigo que le invita a mirar, a sentir, a viajar en ese doble sentido: hacia afuera y hacia adentro. O al revés, sea.
“Pero no, me desdigo, horticultura trascendente, no. Es un hastío, con y sin pétalos. Además, las adelfas, las verdaderas adelfas, son improbables. Por otra parte, habrás observado que nada sirve de nada; este es un aquí sin allá” Así se convoca, conscientemente, a un lector.
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