Los acontecimientos que tuvieron lugar en la Alemania de entreguerras fueron dramáticos y terribles, pero ¿era posible realmente saber lo que sucedía, captar la esencia del nacionalsocialismo, permanecer al margen de la propaganda nazi o, incluso, predecir el Holocausto que se iba a producir?, se pregunta la escritora. Si bien se han escrito innumerables libros sobre el ascenso de Hitler, Viajeros en el Tercer Reich es radicalmente distinto por cuanto se basa en relatos de primera mano de los extranjeros que viajaron a Alemania para transmitir cómo fue visitar, estudiar o vivir en Alemania durante los años veinte y treinta. Julia Boyd, esposa de sir John Boyd, que fuera embajador de su graciosa majestad en Japón, ha buceado en cartas, diarios y memorandos contemporáneos escritos por diplomáticos, políticos, estudiantes universitarios, trabajadores sociales, autores famosos o ingleses casados con alemanes. Entre sus testigos más inesperados se encuentran Charles Lindbergh, Virginia Woolf, Samuel Beckett, Christopher Isherwood, Vita Sackville-West, el historiador afroamericano Web Du Bois, un devoto de las óperas de Wagner, el erudito chino del sánscrito Ji Xianlin o el embajador británico en Berlín y su esposa, lady Rumbold. Quizá sólo le haya faltado el testimonio de Vladimir Nabokov, que vivió largas temporadas del periodo entreguerras en Berlín. “El libro surgió de un encargo de mi agente literario, pero enseguida me apasionó. Me encanta investigar en legajos y libros antiguos. Esta obra se basa sobre todo en los testimonios de personas comunes y también de algunos otras personalidades famosas. Mi intención, desde el primer momento, fue que el libro tuviese un componente entretenido”, analiza Julia Boyd en un inglés extremadamente académico. En opinión de la autora, “durante el periodo de entreguerras, los alemanes sufrieron las consecuencias de la derrota y de las duras condiciones del Tratado de Versalles, pero los alemanes, por así decirlo, eran nuestros primos. Nos sentíamos cercanos a ellos pese a todo”, señala Julia Boyd y añade “de ahí que muchos políticos y hombres de estado se sintieran fascinados por los alemanes y su cultura, como el duque de Windsor o el propio Chamberlain”. También, los políticos de derechas de las potencias aliadas, amantes del orden, eran proclives a alianzas con fuerzas reaccionarias. “Ciertos políticos británicos y franceses eran partidarios de que Alemania tuviese un líder fuerte. La república de Weimar había demostrado ser bastante caótica y necesitaban que hubiese un líder fuerte que estuviese en contra del liberalismo. Aquí es donde entra la teoría del superhéroe y Adolf Hitler se adaptaba a ello, además lucharía contra el bolchevismo, principal enemigo de las democracias occidentales”, expone la autora con decisión. “Los británicos se sintieron muy culpables por el rumbo de los acontecimientos de entreguerras”La autora cree que “los británicos se sintieron muy culpables por el rumbo de los acontecimiento del periodo de entreguerras. Las sanciones impuestas por el Tratado de Versalles fueron excesivamente onerosas para el pueblo alemán. Se morían, literalmente, de hambre los alemanes. Se sintieron apartados de Europa. El orgullo de los alemanes quedó tocado por las sanciones. Era totalmente lógico que apareciese una figura como la de Hitler. Él volvió a hacerse sentir bien al pueblo alemán”. “A los europeos nos cuesta entender como un pueblo tan culto como el alemán, amante de la música y de la cultura en general, pudiese llegar a lo que llegó. Con el libro, yo no intento explicar esto, pero sí intento que se entienda por qué se llegó a lo que se llegó”, razona la escritora británica. Evidentemente, los grupos paramilitares creados por Hitler antes de tomar el poder tuvieron mucha culpa al amedrentar al pueblo alemán con su violencia.
Sin embargo, los alemanes de este periodo trataron muy bien a los turistas. “En especial a los estadounidenses y británicos”, subraya Julia. Además, tuvieron deferencias con diversos grupos. “Encontré documentos sobre un viaje de estudiante chinos a los que trataron muy bien. Cuando encuentro documentación como esa me siento como una descubridora antigua”, apunta divertida. Los turistas en la década de los años veinte les atraían visitar Alemania por sus precios bajos y el ambiente de progreso que había allí. Incluso los negros americanos eran bien recibidos, luego pasaría lo de la Olimpiada de Berlín en 1936 –una gran operación de imagen- con Jesse Owen, pese a eso hasta el año 1939 los turistas siguieron visitando Alemania. Muchos viajeros describían la capital, Berlín, como una ciudad moderna, excitante y hasta sexy. “Poetas como W. H. Auden o Isherwood acudían para inspirarse y a disfrutar de la libertad sexual que allí se respiraba, y la nueva arquitectura de Ernst May y otros arquitectos llenaba la ciudad de edificios modernos y deslumbrantes”, apunta la autora de "Viajeros en el Tercer Reich". Las poblaciones rurales del interior y las construcciones medievales de todo el país también atraían a multitud de turistas. La mayoría de ellos volvieron a casa convencidos de que el Führer era un nuevo George Washington del país, como lo llamaban el ex primer ministro británico, David Lloyd George. Para ellos, no sólo eran un hombre de paz, sino prácticamente un santo. Había devuelto el orgullo y la determinación a un pueblo golpeado y estaba convirtiendo Alemania en la gran nación que merecía ser. A pesar de este ambiente optimista, en 1929 se produjo el crac de la Bolsa estadounidense, lo que supuso un golpe durísimo para Alemania. A raíz de la crisis económica, Adolf Hitler consiguió lo que no había logrado con su golpe fallido, años antes: entrar en el Parlamento alemán, con 107 escaños para el Partido Nazi. Muchos viajeros también escribían a sus familias denunciando los malos tratos y la violencia que habían visto perpetrada hacia los judíos. “Grandes músicos y escritores como Thomas Wolfe o Samuel Beckett disfrutaban del éxito que tenían en el país hasta que advirtieron las atrocidades que se cometían contra los judíos y la libertad de expresión. Aquellos fue el primer toque de atención sobre lo que iba a venir”, concluye Julia Boyd. Puedes comprar el libro en:
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