Parafraseando al periodista estadounidense John Reed que tituló su experiencia a la Rusia de la Revolución de 1917 como “Diez días que estremecieron al mundo”, Gac-Artigas ha subtitulado su libro como “Diez días que estremecieron mi mente”, pero no es sólo a él a quien se le estremece la mente o el alma, es a todos los viajeros que se muevan por la isla y que no vayan sólo a descansar a las playas de Varadero o a tener encuentros sexuales con las jineteras de La Habana.
Cuba es un caso incomparable en el mundo, el único país que tiene un presidente fallecido hace cuatro años y un líder de la Revolución, el Che, muerto en extrañas circunstancias en Bolivia, probablemente traicionado por alguno de sus hombres, y que cada cubano cuenta una historia de cómo se produjo su muerte. No hay conversación de bar donde no se enteré uno de la teoría personal del interlocutor. También es un país que ha sabido resistir y vencer a los Estados Unidos en un conflicto bélico, en este caso un desembarco militar en Bahía Cochinos (probablemente los cochinos eran los yankees) o playa Girón. Solo los vietnamitas lo conseguirían pocos años más tarde.
Con estas premisas y que la vida cotidiana en la isla caribeña parece sacada de una película de los años cincuenta, Gac-Artigas se dispuso a recorrer la isla en diez días, en el tiempo que le dejaron sus obligaciones académicas. Con el autor, recorreremos la Habana Vieja, el Malecón o plaza de la Revolución, nos tomaremos varios daiquiris en el Buena Vista Social Club o en cualquier colmado de la ciudad, viajaremos en taxis que no todos los días pueden circular o comeremos en cualquier paladar escondido del tráfico turístico.
Gustavo Gac-Artigas no es un turista, es un viajero que deambula por donde nadie se atreve y se cuestiona la situación política y social de la isla. Aunque exiliado del Chile de Pinochet, se le nota la decepción de lo que ve en Cuba y de lo que le cuentan sus habitantes. Restricciones, cartillas de racionamiento, falta de libertad y una vigilancia excesiva de los salvapatrias de la revolución. No le queda más remedio que escribir sobre lo que ve: la penuria, la pobreza, pero también la alegría de los cubanos. Siempre con música y canciones en el corazón, sonando a todo trapo.
La prosa de Gac-Artigas es fluida y colorista, incluso pinturera y coloquial. Sus descripciones están intercaladas de canciones de Víctor Jara o de tantos y tantos boleros que se cantan en cualquier lugar de la isla. Sabe dotar a sus descripciones de ese ritmo musical que impera en la Habana. Sinuoso y cadencioso como un buen baile.
No puede faltar una visita a Varadero y a Matanzas. Allí se ve Cuba de otra manera, pero lo que realmente le gusta a Gac-Artigas es hablar con los habitantes de la isla para conocer su vida cotidiana, sus inquietudes y esperanzas. Su visión es la de una Cuba decrépita que pese a todos los augurios resiste. Su palabra clave es: resistencia. No sabemos cuánto podrá resistir, pero lo que no cabe ninguna duda es que nadie podrá sojuzgarla, ni siquiera el futuro.
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