Este es mi cuerpo, de Luisa Miñana es una asignatura pendiente que suspendí pero que acariciaba como a esas botellas de vino que se guardan para las grandes ocasiones; un poemario que ojeé hace un par de meses pero que me prometí releer con más tiempo. Muchos asuntos me fueron impidiendo su detenida lectura: la recensión y presentación de Escritores y personalidad, de Víctor Pérez Velasco; la lectura de la poesía casi completa de Luis Antonio de Villena, para la presentación de su autor en el Café Gijón; la escritura de un largo artículo sobre el escritor y director de cine Alfredo Castellón; la preparación de una charla sobre Cine y costumbrismo en la Tertulia María Moliner; la realización de una reseña de la novela Europa, de David Llorente; la lectura del poemario Matar poetas, de Juan Cobos Wilkins; la novela La barca del portugués, de José Luis Mozo; el poemario La mala raza, de Nacho Escuin; la presentación inminente de la novela Sacrificio, de Francisco López Serrano, que he interrumpido…, entre otros que he preferido dejar. Es entonces cuando me he puesto a releerlo mientras traía a la memoria las estrategias clásicas de la crítica: realizar una lectura empírica, que descarto pues la reseña no va a estar dirigida al ámbito universitario sino al gran público; contar quién es el autor y, por tanto, situar el libro en el contexto de su obra escrita; sintetizar y valorar la lectura; juzgar el estilo de la misma y, finalmente, llegar a una conclusión, toda una serie de pasos que decido saltarme pues unos versos de Miguel de Unamuno me han asaltado a mí: “El cuerpo canta; / la sangre aúlla; / la tierra charla; / la mar murmura; / el cielo calla / y el hombre escucha”, algo que este libro aventaja al escuchar, cantar y, sobre todo, desvelar un cuerpo que es metáfora del mundo femenino, con la voz de alguien que sabe que vive en una sociedad patriarcal donde la mujer ha sido solo la hembra del varón durante milenios; un ente sexual y reproductivo; una cosificación en una civilización androcéntrica; por ello, Este es mi cuerpo bien podría titularse Este es mi mundo, el mundo de una mujer libre pero sabedora de que todavía está sometida, aún es víctima de dominación. Pero, ¿quién es la mujer que firma este libro? Luisa Miñana es una escritora que ha dado a las prensas un puñado de libros que hablan de su compromiso con la época pero también con la estética actual: novelas como Territorio Pop-Pins y Pan de Oro; libros de poesía como Las esquinas de la luna y Ciudades inteligentes; un interesante libroblog titulado La arquitectura de tus huesos; una gavilla de artículos en el diario Heraldo de Aragón y un puñado de reseñas en las revistas Turia e Imán, que nos dan idea de su inquietud literaria y su seriedad hasta llegar a Este es mi cuerpo que publica Editorial Lastura. Este es mi cuerpo nos remite a esos lienzos de Francis Bacon en los que el pintor revive la sangre, el dolor y la lucha, mas no en clave de panfleto aquí, sino cantado delicadamente, despiezado miembro a miembro, narrado en una ascensión del infierno al purgatorio, pocas veces cielo: “Este es mi cuerpo. Ha sido una armadura. / Con ella no se puede nadar ni alzar el vuelo”, dice la poeta en este libro autobiográfico, lleno de fuerza y fragilidad, el libro de una mujer resuelta a no ser solo carne y a arrinconar para siempre la etiqueta de género débil. Es así como el lector contempla en carne viva el deseo, el temor, la angustia, el amor y la soledad de una mujer nueva; así como Este es mi cuerpo podría titularse también Esta es mi alma; así como entrevemos su sonrisa doliente, la mueca de su padecimiento, las horas vacías de su espera para ser libre; así como al leerlo, el lector siente incompletos los versos de Blas de Otero en Ángel fieramente humano: “Cuerpo de la mujer, río de oro, / donde, hundidos los brazos, recibimos / un relámpago azul, unos racimos / de luz rasgada en frondor de oro. / Cuerpo de la mujer o mar de oro / donde, amando las manos, no sabemos, / si los senos son olas, si son remos.” Se acabó la cosificación, grita este libro, el cuerpo de la mujer no es su armazón, es también su espíritu. Pablo Neruda, Vicente Aleixandre u Octavio Paz han quedado obsoletos. Se acabó el machismo literario. La belleza o fealdad del cuerpo femenino, la condición de ser mujer, no necesitan de la condescendencia de los hombres. Aquí está este libro; aquí, para demostrarlo, el impresionante poema Útero enfermo, que en cierto modo es su corazón: “En aquel entonces las mujeres no teníamos / boca ni cabeza. Ninguna cosa podía pertenecernos / y, sobre todas las cosas, nuestro sexo / no nos pertenecía. / Provengo de un ancestral harén de mujeres capadas / de boca y genitales. / Las educaron, y ellas me educaron, / con un amor tan denso como un burka. / No teníamos ojos las niñas, no teníamos manos, / arrugadas y viejas por el agua bendita / antes ya de haberlas amputado para la primera / masturbación. No teníamos boca ni cabeza, / las dos desfiguradas bajo nombres cobardes / y bajos las mantillas de los tristes días de fiesta. / No teníamos nada. No teníamos sexo. / El sexo era de él, que a veces lo compraba / por amor –qué pobreza- / y a veces para trazar un orden escolástico, / un código, una simulación. / Tu sexo también / podía ser de todos. No había violadores, / como no había muertos, / en un país de muertos y de mentes enfermas. / Las putas éramos yo, aun sin sexo ni boca. / Mujeres que crecieron entre el miedo / y el asco –o peor, convertidas- me educaron. / No podía salir bien. / No poseo una infancia a la que regresar, / la extirpé de mi útero como a un cáncer. / Y no consigo perdonar.” Eso nos dice Luisa Miñana en este libro de lectura imprescindible para todas las mujeres, pero más aún para los hombres que desean mirarlas de igual a igual, sin prejuicios ni pretensiones románticas, como a un ser humano simplemente. Estructurado en cuatro secciones tituladas “Partes del cuerpo”, “Cosmética”, “Taras” y “Ortopedias”, que concluyen con poemas titulados Cyborg, Este es mi cuerpo reúne en 63 composiciones la morfología toda del espíritu femenino, cantada y contada desde una perspectiva sincera e insumisa, que se torna posmoderna al reclamar el auxilio de las prótesis robóticas como ángeles que les salven de la injusticia de la enfermedad de estar vivas, al fin y al cabo “Yo también estoy hecha / de algoritmos que casi nunca entiendo”, nos dice, unos algoritmos, añadimos, seguramente calculados por los hombres. He aquí un poemario radical y valiente; un libro extraordinario. No hagan como yo y léanlo pronto. Es toda una experiencia. Así que me dirijo a la bodega, en realidad un armario empotrado de mi apartamento de Madrid, y busco una botella de vino. ¿Rioja?, me digo. ¿Ribera?, corrijo. ¿Oporto? ¿Uno aragonés? ¿Moscatel? No sé. Es entonces cuando pienso en uno dulce, pero seco; uno golpeado por los años, pero bendecido por el sabor; uno bueno que solo busca consideración. Puedes comprar el libro en:
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