Su último libro se llama “El legado del oso". El próximo 27 de marzo se cumplen 15 años de la muerte de su padre y le ha querido rendir un homenaje en forma de libro.
El libro se llama el “Legado del oso” ¿que legado dejó tú padre?
Yo pienso que, en última instancia, su legado es una forma de ver el mundo que incorpora por fin lo heterodoxo, lo que a priori no encaja en el esquema, y que muestra que la Realidad con mayúscula es mucho más rica y va más allá de la realidad que solemos experimentar cotidianamente.
Los elementos que forman esa especie de realidad ampliada los fue recopilando y mostrando a generaciones de espectadores a lo largo de sus treinta años de presencia en los medios de comunicación, con más de seiscientos programas de televisión y documentales, infinidad de intervenciones en radio, tres revistas especializadas, varios libros y demás actividades, que terminaron por convertirle no solo en un testigo de lo extraño, sino en un referente.
En el libro, varios colaboradores y amigos de mi padre, como J. J. Benítez, inciden en que esa labor de divulgación abrió la mente de millones de personas. Algunos de estos colaboradores cuentan cómo ellos mismos bebieron en su momento de ese legado. Personas que a su vez se han convertido en referentes actuales de la heterodoxia. Es un legado que no empieza o termina en mi padre, si no que va traspasando y ampliando entre iniciados, y que yo he querido compartir con los lectores de hoy.
En la contra se hace una pregunta ¿cuál fue el mayor misterio al que se enfrentó el mayor cazador de misterios? Ahora te la traslado a ti.
A mi padre le hicieron esa pregunta más de una vez, y su respuesta fue cambiando con el tiempo. Y no es extraño, porque los interrogantes se relacionan unos con otros. Al tratar el fenómeno ovni, por ejemplo, es inevitable no terminar hablando de los antiguos dioses maestros y del papel determinante que jugaron en las culturas de nuestro pasado. Luego, algunas de estas culturas presentan singularidades desconcertantes, como por ejemplo el profundo conocimiento que desarrollaron sobre la mente humana. La parapsicología retoma entonces alguno de esos fenómenos que, al estudiarlos, parecen indicar que la mente es algo que va más allá del cerebro. Lo cual nos da a su vez el paso a la trascendencia, a preguntarnos si hay algo más allá de la muerte del cuerpo... En conjunto, la relación de todos estos temas conforma una realidad ampliada. ¿Y cómo destacar una parte de la realidad sobre otra?
La clave, creo, pasa por encontrar el denominador común que enlaza todos estos temas.
¿Se han resuelto todos los misterios o queda alguno por resolver?
Algunos se han resuelto; la mayoría, como la Gran Pirámide, permanecen indiferentes a nuestros esfuerzos. Eso es lo que los hace tan sugestivos. Es más, cuanto más ahondas en ellos, cuanta más información recabas, más constatas que no tienen una explicación trivial.
Incluso los que se aclaran, terminan por desvelar nuevas incógnitas tras ellos. Por ejemplo la famosa losa del “Astronauta de Palenque”. Interpretada dentro de su contexto, con lo que hoy se sabe de la cultura maya, la lápida ofrece un significado que, aun siendo extraordinario, nada tiene que ver con la explicación aparente de que representa a un cosmonauta en su nave. Pero al estudiar los restos humanos que cubría -pues es la tapa de una tumba-, se descubrió que quien allí yacía nada tenía que ver con los miembros de la alta clase maya. Una tumba muy antigua, sobre la que los mayas erigieron un templo para cubrirla, que no parece albergar a uno de los suyos. ¿A quién quisieron honrar?
Tu padre se licenció en Medicina y Cirugía. Realizó la especialidad de Psiquiatría y fue director de revistas y programas de televisión. ¿De dónde sacaba el tiempo para compatibilizar todas sus pasiones?
Está claro que si haces unas cosas, dejas de hacer otras... En el caso de mi padre, creo que fue tan prolífico porque todas estas facetas que comentas, los programas, las revistas, etcétera, no fueron objetivos en sí mismos, sino algo que emanaba de él, constantemente. A él esos temas le apasionaban, su curiosidad se manifestaba veinticuatro horas al día. Y luego le gustaba compartir lo que encontraba. Y como eso era bien recibido (en su época de Televisión Española su audiencia era de más de ocho millones de personas cada semana), encontró facilidades para plasmar esas inquietudes y esos hallazgos que le rondaban. Llegó el punto, más pronto que tarde, en el que, más que buscarlos, eran los investigadores los que llamaban a su puerta para contarle lo que iban encontrando.
¿Cómo hijo que destacarías de tú padre?
Su extraordinaria humanidad, en todos los aspectos. Sensible, empático, bueno; era un grandísimo ser humano. Y esto no es solo amor de hijo: la huella que ha dejado en los que lo trataron tiene mucho más que ver con lo humano que con lo puramente intelectual. Eso, y su humor y su curiosidad.
¿Conservas sus libros, cajas, objetos... de tú padre?
Tengo parte de sus libros, de sus notas, de sus papeles personales, recuerdos de algunos de sus viajes... conservo todo eso como oro en paño, pero ya mezclado con mis propias cosas. Tengo también uno de sus coches, un precioso deportivo clásico en el que recuerdo una vez que fue a buscarme... al parvulario. Restauré ese coche. Ahora son mis hijos, que son pequeños, los que se estiran en su asiento para mirar por la ventanilla.
Han pasado ya 15 años desde que muriera tu padre ¿este libro es un homenaje a su labor divulgativa?
En parte. Inevitablemente un libro que hablara sobre él tenía que adentrarse en las cosas que dijo. Y no solo porque eso pudiera ser lo que, a priori, esperarían encontrar los que en su día lo vieron por televisión, sino porque creo que mi padre hubiera declinado con un gesto de agradecimiento cualquier clase de homenaje que pretendiera ensalzarlo a él como persona. Él era un aprendiz, como el resto de nosotros. Pero sin embargo las cosas que aprendió, esas sí que hubiera admitido que merecían la pena recogerse. Imagínese...
Pero el legado que dejó no es solo un legado intelectual. Hay también un legado vital, al que yo como hijo tuve que enfrentarme. Hacerle un verdadero homenaje a un padre pasa por incorporar ese legado, hacerlo tuyo y extraer de él lo que pueda ayudarte a crecer como persona.
El libro no es mi homenaje a mi padre. El libro recoge mi verdadero homenaje, que es más profundo.
En las casi 400 paginas resumes sus vivencias, aventuras e historias ocurridas a lo largo de su carrera. ¿Están todas o has tenido que hacer un resumen?
Mala vida, si todo cupiera en solo 400 páginas... Pero las anécdotas y vivencias recogidas son suficientes como para trascender al personaje –al televisivo, por una parte, pero también al personaje del padre, que es casi un tótem para los hijos- y llegar al verdadero Fernando Jiménez del Oso.
Creo que por nuestras relaciones humanas somos como un mosaico, y las piezas que nos componen están repartidas entre todos aquellos con los que transitamos en la vida. Por eso las intervenciones en el libro de personas como Juan José Benítez, Javier Sierra o Lorenzo Fernández, por citar algunos, son tan valiosas: sus piezas permiten completar espacios vacíos del puzle que es mi padre. Y las piezas que me dan, a veces iluminan también las de mi propia vida.
Este libro tiene tintes de aventura, viajes, historias… ¿como lo definirías?
Es la memoria de una vida. De una vida extraordinaria, como por otra parte pueden serlo todas.
Estudiaste genética, en la Universidad Complutense de Madrid pero te has dedicado a recorrer el mundo y a escribir ¿sigues el camino de tú padre?
No, afortunadamente tengo un camino propio, pero mi padre es parte integral de mi vida y de mi historia, así que su camino forma parte del mío. Pero lo vivo como algo que se suma a mis propios recursos, no como algo que haya de condicionarme.
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