En 2019 han visto la luz tres nuevos poemarios (dos de ellos respaldados con sendos premios) de José Antonio Santano muy diferentes y unitarios cada uno de ellos, pero unidos entre sí por su estilo y su visión del mundo inconfundibles. Nuestro poeta viene de la tradición cordobesa de “Cántico”, esa que se inclinó al lujo verbal y al gusto por las imágenes y que ha dado nombres notables a la poesía española como los de José de Miguel, Vicente Núñez, Carlos Clementson o Alfredo Jurado. Yo considero que la poesía de Santano se halla vinculada a esa línea honda y elegante y que ha heredado ese amor venerable a la tierra propio de Mario López. De este modo, en el primero de los títulos, “Tierra madre”, la presencia de Córdoba y su geografía resulta fundamental. El poeta, alejado ya muchos años de los lugares donde transcurrió su infancia y juventud, siente la ausencia y se deja llevar por el tono elegíaco, aunque en el poemario también está presente Almería, esa otra provincia que lo acogió y que ya, de igual modo, lo va llenando de recuerdos. En la obra encontramos sentidos homenajes a escritores, pintores, músicos, editores incluso, y amigos, algunos de ellos desaparecidos ya, que influyeron en su formación poética.
Todo un homenaje también lo constituye el segundo de los libros que hoy comento: “Marparaíso”, en esta ocasión dedicado al poeta Vicente Aleixandre, al que en algunos poemas Santano le presta su propia voz para cantar la belleza y los colores de aquella ciudad del Paraíso, Málaga, en la que el autor de “Espadas como labios”, pasó sus primeros años. La primera parte de este poemario es luminosa, positiva, y el entusiasmo de Santano consigue reflejar el que a buen seguro experimentó Aleixandre. La segunda parte de “Marparaíso” adquiere ya un tono muy distinto: aquí se nos habla de la casa en la calle Velintonia, en Madrid, donde Aleixandre vivió hasta su muerte. Se nos recrean las visitas que recibía de otros poetas como Miguel Hernández y se denuncia el abandono al que llegó la casa del escritor tras la desaparición de éste. Y en la parte final del poemario, la más trágica, encontramos hondas reflexiones sobre España y sobre la muerte.
El tercer poemario, “Cielo y Chanca”, está dedicado por entero a Almería, esa ciudad del Sol, como la nombró el novelista Miguel Naveros. El poema comienza cantando en poemas breves, casi haikus, llenos de imágenes impresionistas, a la Chanca, el barrio alto que se desliza bajo la Alcazaba y que presenta muchas semejanzas con los pueblos del Magreb; un barrio cubista, lleno de luz y color. El resto del libro ofrece poemas largos, derramados, comprometidos a veces, en los que la voz de Santano se hace íntima y profunda. Algunos de los textos me parecen rotundos como los titulados “Los asombros” o “Tarde gris”. Bienvenidos, pues estos tres libros que sitúan a su autor en primera línea de la nueva lírica andaluza.
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