Carmen Amoraga nunca se perderá en disquisiciones que
no aporten vitalidad al texto, al argumento y a la emoción del personaje, y por
tanto del lector, ya que en su novela esas dos figuras suelen ir de la mano,
siguiendo el mismo camino y buscando percibir parejos sentimientos. Su
literatura es, aparte de lúcida y diestra, reconfortante, cercana, sutil...
sabia. La autora profundiza incansable en la psicología de los personajes,
sobre todo de Giuliana, la protagonista, y muestra la transformación que ésta
sigue a lo largo de los tortuosos meses de duelo que le toca sufrir. Porque en
el fondo, aceptar la pérdida es también una forma de aprender a vivir.
El giro trascendental que se produce en la vida de Giuliana tras la muerte de
su marido, la lleva a refugiarse en un mundo virtual que hasta esos momentos le
era totalmente ajeno. Y es precisamente esa vacilación e ingenuidad con un medio
que le es desconocido la que aprovecha la autora para mostrar a la protagonista
tal y como se encuentra, con todos sus crudos desgarros, miedos, dudas y
contradicciones. Facebook se convertirá entonces en la adecuada puerta que le
permita hablar de lo ocurrido, analizar el problema, contar lo que se siente y
recibir en forma de comentarios el aliento necesario para poder enfrentarlo. Es
algo que obliga a reflexionar sobre cómo los caminos de la comunicación humana
son cada vez más espontáneos y diversos.
Aunque pérdida, muerte y desolación son puntos clave de la
novela, ésta no deja de mostrarse como vitalista, donde lucha y emotividad se
combinan para aportar luz a todo aquello que pueda nublar la existencia, y
donde la esperanza y el humor se esconden tras la pesadumbre. Ésta no es
precisamente una novela sobre enfermedades, sino más bien sobre la forma de
enfrentarlas. La autora se vale de textos escritos siguiendo los diversos
formatos de escritura permitidos en las redes sociales para, desde una perspectiva
actual y ajustada a esas nuevas formas de relacionarse, hablar de sentimientos,
recuerdos, ausencias, sensaciones o rencores. La estructura de la novela, al
igual que el proceso de duelo, se sustenta en cuatro partes paralelas a los
estados de ánimo que va soportando la protagonista, desde la negación y la ira
hasta la idealización y final aceptación. Los fugaces viajes que, en la memoria,
Giuliana hace al pasado, se presentan entonces lógicos con su transformación y
acordes con la evolución de la historia.
Giuliana se alza como protagonista absoluta de una historia donde los
personajes son de carne y hueso, algunos más rotos que otros, pero siempre en
una búsqueda incansable por superar el dolor o la soledad y encontrar de nuevo
su sitio en el mundo. Su voz va adquiriendo fuerza a lo largo del texto hasta
convertirse en un grito sutil y doliente, a veces incluso extremo, pero siempre
conmovedor e inteligente. A través de un relato de gran belleza literaria,
valiente, en ocasiones incluso lírico y con toques de humor, Amoraga ha
conseguido no solo destapar la gran cantidad de matices psicológicos que tienen
los personajes, sino también su hondura y complejidad.
El nombre de Carmen Amoraga se ha convertido, a fuerza de premios y
reconocimientos, en una figura fundamental de la literatura española
contemporánea, no solo respaldada por la crítica, sino también por un público,
que en perfecta simbiosis con su obra, acaba empatizando con los personajes,
disfrutando de sus historias y planteándose cuestiones cercanas a las suyas. Ya
entre las primeras páginas del libro pueden encontrarse unas palabras de Pedro
Salinas sobre el amor, que en clave poética, avanzan la verdad última en torno
a la que gira la historia: «¿Serás, amor, un largo adiós que no se acaba?»
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