De eso trata este poemario. De la voluntad de vivir, de seguir viviendo. Como un himno se iza entre los demás poemas el estandarte “Vida”: “Digo vida con cualquier pretexto,/ digo vida entre los pliegues de la tierra/ bajo las firmes columnas del océano/ junto al límite de la luz que nos separa.”
Insiste el autor en el amor como encuentro que salva, diríase que lo opuesto a la muerte no es la vida, sino el amor. “Por eso ahora/digo vida con cualquier pretexto,/ digo vida porque yo también te quiero/ y te pienso/ y te río/ y te lloro/ y trepo por tus silencios/ hasta reconocerme en ti.
Meriadiana, en poemas como Más allá de este niebla la obviedad de este binomio amor-existencia, que nos funde en el paradigma bedinsiano para dotarnos de identidad: “No sé si soy por mí mismo/ o soy por ti./ No sé si estoy en mi mismo/ o estoy en ti.”“Más allá de esta niebla/ más allá de ti misma/ y de tu sola presencia, / te quiero.”
Lejos de cuestionar creencias y tradiciones milenarias sobre el proceso de metempsicosis por el cual el alma migra a otro cuerpo. En las confesiones de su voz poética, Bedins nos invita a dar un paso previo a la reencarnación, la encarnación en nuestra vida, el deleite en los sentidos que se saben fugaces y por tanto han de aferrarse al amor compartido, al paisaje, a una ciudad, a un nombre. Un paso sencillo para todos los que comulgamos con los carpediemistas de la lírica eterna: la carne, el cuerpo, la materia como hondo anclaje del alma sintiente, ahora. La vida aquí, en este instante. Pues bien sabemos los poetas lo rápido que huye y que el único modo de atesorarlo es vivirlo antes de que el silencio y el olvido lo lleven.
En un diálogo imaginario que me atrevo a componer entre dos autores que han abordado la transmigración álmica, Kipling aconseja a Bedins paternalmente:
Si puedes llenar el minuto/ inolvidable/ con los sesenta segundos que lo/ recorren./ Tuya es la Tierra y todo lo que en/ ella habita,/ y —lo que es más—serás Hombre, hijo.
(fragmento del poema Si de R. Kipling)
Y Bedins, como buen hijo literato, recoge el guante:
“Dibujo minutos a través de cristales/ en un bar minúsculo,/copa en la mano” Y añade: “Fumemos otro cigarrillo/ y hablemos,/hablemos algo más sobre nosotros./ Apuremos las copas./ La calle está alerta/ y nos contempla.” En su apasionado ultraje al racionalista Descartes, Juan Luis Bedins trasfigura la locución latina Cogito ergo sum en otra más carnal: Amo, luego existo.
Como buen vividor, el poeta que vive en el poemario, alter ego rebelde de su autor, es un nocturno devoto. Así queda patente en cada alusión a la noche, En el otro extremo de la noche: “Yo sabía fingir alegría, sabía jugar con el sol y con la hierba,/ y esculpir sueños ecuestres cada noche.”
La noche ofrece sus tentaciones y el poeta se deja seducir en Apuntes para un incierto final de junio: “El cosquilleo de tus ojos negros/ se desliza por mi nuca/ mientras yo decido si este verano/ me iré con Lobsang Rampa al Tibet/ o al fin desarmaré tu matrimonio/ cubierto de resina.”
Otros motivos frecuentes en el conjunto de estos quince poemas son la tarde, las sombras, la luz y y especialmente la lluvia. De La lluvia sin ti no es lluvia: “Las hienas acechan mis ojeras/ mientras los relojes burlan el tiempo/ y desnudan hermosas intenciones. / Llueve. Llueve sin parar”.
Sin embargo, el tema de la muerte no se rehúye, y el poeta es consciente del abismo que nos ciñe. Del poema Nocturno, rescatemos ese fuego que nos dota de aliento: “Una voz semejante/ a una llama furtiva entre las piedras/ decidió nuestro epitafio”.
Es, por tanto, este poemario un proclamo vital y hedonista, aún si su envoltorio no lo pretende. La personalidad de su autor, cálida y vehemente no escribir una despedida. Ni aún en el poema que lleva ese nombre: “He vivido. He amado./ Soy feliz./ Os dejo mi sonrisa.”
El último poema Migración del alma afronta con el honor de quien la mira con ojos de esperanza y reclama su estirpe: “Seres queridos, /os convoco en esta hora milagrosa,/ en esta hora en punto de mi vida/ en que la delicada música del recuerdo/ invade mis estancias,/ os convoco como testigos/ de esta mutación necesaria y singular.”
Puedes comprar el poemario en: