No todo el quijotismo está en la Mancha. Y esta vez no se trata de un refrán, sino de una palmaria realidad. El autor de esta obra fue el periodista catalán José Coll y Vehí, académico correspondiente de la Academia y numerario de la de Buenas Letras y Bellas Artes de Barcelona, y su libro fue publicado en 1874, y el editor actual es Enrique Suárez Figaredo, Socio de Honor de la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan y ya sobradamente conocido por su entusiasmo editor de textos clásicos castellanos.
La recopilación de refranes que en su día hizo Coll y Vehí se ha maquetado hoy de la forma más atractiva posible para su lectura y consulta, y se ha puesto a disposición de los lectores e interesados en el mundo cervantista, en nuestra web y de forma gratuita: cervantesalcazar.com.
Lo que contiene esta edición es un prólogo introductorio, un listado de los refranes del Quijote por orden alfabético y como cuerpo del texto un repaso a todos y cada uno de ellos acompañado de un breve texto aclaratorio. Finaliza con el listado de los contenidos en otras obras cervantinas, incuso los que aparecen en el Quijote de Avellaneda, que serán de sumo interés para el estudioso de la paremiología en la obra cervantina.
Esta Sociedad Cervantina tiene entre sus objetivos el de acercar los textos de Miguel de Cervantes a todos los lectores haciéndolo de forma amena. En este caso, a través de los refranes, que son compendios de imaginación y sabiduría, como magníficamente lo expresó el propio Coll y Vehí: “Sea el dicho de algún sabio…, o que la más vulgar experiencia lo hubiese sugerido y dictado, nada importa. Refranes hay…, y son los más, hijos… del sentido común y de la diaria experiencia, hijos de padres quizás ignorantes, porque no hay tonto rematado que en las cosas que al interés propio atañen no haya sido sabio alguna vez en su vida… Los refranes de las colecciones y diccionarios, no aceptados u olvidados del vulgo, son como… espadas encerradas en la vaina…. Un refrán muerto podrá ser, si me apuran, una gloria nacional digna de un soberbio mausoleo; mas no me lo llamen refrán desde el momento en que ya no pincha ni corta...”