El 8 de febrero del año 1921, el capellán Adolfo Fernández Ocasanz certificó lo siguiente:
“Como capellán del Tercio de Extranjeros autoricé y extendí la presente partida de defunción y enterramiento en el cementerio católico del Zoco el Arbaa (Protectorado de Marruecos - zona de Tetuán) del cadáver del soldado legionario de la Segunda Bandera Baltasar Queija Vega, soltero, de dieciocho años de edad, de oficio camarero, natural de Minas de Río Tinto (Huelva) e hijo de Baltasar y Josefa. Falleció el día siete de Enero de mil novecientos veintiuno en consecuencia de herida de arma de fuego producida por el enemigo en el ataque a dicha posición en el citado día a las once y media horas después de haber recibido los auxilios espirituales, siendo el primer legionario que muere en funciones de guerra. No consta haya otorgado testamento. Y para que conste lo firmo en Ceuta a ocho de febrero del mismo año”.
La muerte de Baltasar Queija —Balta—, un muchachito sin historia muerto de un tiro estando de guardia nocturna en una aguada, debió frustrar al General Millán Astray, Jefe de la Legión, que debía esperar que el primer legionario caído en acto de guerra fuera un hombre aguerrido, muerto al asalto de una posición enemiga. Al conocer los hechos inventó la leyenda, de la que informaron todos los periódicos:
Baltasar Oueija de la Vega, el infantil poeta, fue el primer legionario que murió en combate. Era un niño, de inteligente mirada y espontánea presteza. Hizo los versos, de todos conocidos, de exaltada pasión y espíritu guerrero; fue el trovador de la segunda bandera, y cantó, como el cisne, para luego morir. Parece una novela, mas sus compañeros lo aseguran: Cierto día, a los muy pocos de salir al campo, dicen que recibió una carta fatal. Allá en su pueblo acababa de morir la mujer de sus amores, y el poeta, en la exaltación de su dolor, se emplazó a sí mismo invocando el unirse a la muerta con la primera bala que llegase. En el primer ataque al campamento hubo una sola baja, un legionario muerto: Baltasar Queija de la Vega. ¡Quién sabe si la sencilla leyenda es hija de otro poeta!
El 30 de julio de 1921, en el teatro Kursaal de Melilla, bajo los bombazos de los cañones de Abd el Krim y a la espera de que los legionarios recién desembarcados levantaran el cerco a tiro limpio, la bella cupletista Lola Montes, vestida de enfermera de la Cruz Roja, estrenó la impresionante canción con un éxito indescriptible. Millán Astray la convirtió inmediatamente en himno de la Legión.
Carlos Benítez Castelar nació en Madrid en 1942. Hizo el bachillerato en colegio de curas y estudió la carrera de Derecho en la Complutense, dirigiendo el TEU de la facultad, con el que puso en escena, por primera vez, una obra de teatro de Max Aub: Narciso, estrenada en el teatro Valle Inclán con un cierto revuelo.
Abogado de profesión, publicó en 1975 una obra de poesía, “Tren de cercanías”, y co-dirigió, la revista de literatura “Estaciones”, con tres grandes amigos, dos conocidos escritores argentinos, Hector Tizón, y Santiago Sylvester, y uno español, José (“Pepe”) Avello Florez.
A partir de 2005 escribe novelas, dos de ellas históricas: La cuestión de Palacio (sobre el tórrido primer amor de la joven y ardiente reina Isabel II, recién casada por la fuerza con su impotente y afeminado primo Francisco de Asís, y el progresista general Serrano) y Liborio de Rodas (sobre la intervención del Imperio Bizantino, cuya provincia de Spania ocupaba gran parte de la Bética y la Tarraconense, en la guerra entre Hermenegildo y su padre, el rey visigodo Leovigildo).
Las otras dos, también con trasfondo histórico, son Parada y Fonda (una biografía familiar que transcurre, entre 1870 y 1920, en Madrid, el París impresionista de la Belle Époque —donde el joven protagonista se convierte en gastrónomo—, Ciempozuelos y Aranjuez) y “El novio de la muerte” (sobre la vida de un hombre del que “nadie sabía su historia más la Legión suponía que un gran dolor le roía como un lobo el corazón”, Baltasar Queija, “El novio de la muerte” y el origen de la canción del mismo nombre, convertida de inmediato en himno de la Legión).
Tiene pendiente de publicación una quinta novela, básicamente autobiográfica, “Saha”, que narra una arriesgada travesía del desierto del Sahara, en julio de 1973, campo a través, con un guía tuareg del que solo comprendía una palabra, Saha, en un Citroën Mehari, de plástico.
Ahora vive en Aranjuez, con frecuentes viajes a Argentina.
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