Esta edición rescata tanto el texto de las tiras como los dibujos con los que Roberto Gómez las sazonaba. A fin de cuentas, él siempre se definió antes como caricaturista que como literato o comentarista político.
Desde la retaguardia en la lejana Argentina, Roberto Gómez se convirtió enseguida en uno de los cronistas más mordaces de la guerra que asolaba su añorada España. Para Roberto, los "chistes directos al hígado" que enviaba semanalmente a la revista servían para desenmascarar la crueldad, el despotismo y la profunda ignorancia de los mandos políticos y militares del bando nacional. Al tiempo, fueron un eficaz instrumento de la propaganda republicana en el extranjero.
"Tic. ti. ti. ti. tic.
Transmite LS-27 «Radio Gaita», de Buenos Aires, en audición especial directamente desde Madrid por su cadena «bradcastings». [.]
¡Atención! Se va a jugar el partido final por el campeonato de la «Copa de España», entre «Republicanos» y «Fascistas». A continuación vamos a dar la constitución de los equipos.
FASCISTAS (camisa negra)
Franco
Hitler - Mussolini
Un Bandido del Tercio - March (otro bandido) - Abd el-Krim
Queipo - Mola - Alfonso - Gilito Robles - Goicoechea
REPUBLICANOS (camisa roja)
Azaña
Largo Caballero - La Pasionaria
Companys - Giral - Marcelino Domingo
Riquelme - Mangada - Juan Español - Casares - Miaja"
La obra de Roberto Gómez es verdaderamente hilarante, y pone al descubierto las culposas ambigüedades de intelectuales tan reputados y poco cuestionados en el plano político como Ortega y Gasset, Unamuno y Marañón.
Roberto Gómez nació en Madrid en 1897. Hacia finales de los años veinte, se hizo conocer como dibujante en las páginas del semanario Gutiérrez, pero en 1932 dejó España para establecerse en el Río de la Plata. Encontró trabajo en Buenos Aires como caricaturista político en Crítica, por entonces el diario más leído del mundo hispano. En julio de 1936, al saber del levantamiento militar, empezó a combinar sus dibujos con crónicas que aparecían con el título "Charlas de café". Nunca regresó a España, ni superó la nostalgia por su ciudad natal. Como él mismo decía: "Ningún ciudadano, de ninguna ciudad del mundo, quiere tanto a su pueblo como el madrileño al suyo". Murió en Montevideo en 1965.
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