De esta forma, el bagaje literario que descubrirán o conocerán mejor cuando se adentren en ‘Leer después de quemar’, les permitirá hacer un recorrido por una poesía de calidad, donde se indaga en esas grandes cuestiones e interrogantes que suscita ‘la bida (que no es otra cosa que la vida bien bebida)’, pero también fija la mirada en esos episodios, solo en apariencia intrascendentes, que van conjugando nuestro cotidiano vivir, tan anhelado y arduo a un tiempo. Como proclama Soler en uno de esos títulos llenos de fuerza expresiva que encabezan siempre sus poemas, ‘Hay que ser lo que se es o no ser nada’. A lo largo de los seis apartados en que se divide este libro, podremos disfrutar de 99 poemas entresacados de las obras ya citadas de Soler. No siguen un orden cronológico. Más bien, la acertada selección de Lucía Comba responde a un criterio temático o, mejor aún, al trasfondo que contiene estos poemas, aportando así homogeneidad a la antología. En el primer capítulo, ‘Basta callar para que todo empiece’, hallamos poemas donde el autor nos propone una manera singular de entender la vida. Dice el poeta, ‘… solo para ti / futuro perdedor de cuanto tienes / fue trazada la dimensión del agua / y el espanto azul de las estrellas’. Rafael Soler busca respuestas sobre ‘Esto que somos’ y quiere hacerlo con perspectiva, desde ‘…la nube más alta / de las nubes / y luego más arriba,…’. Para hablar sobre el devenir de la existencia anuncia: ‘Y ahora tengo prisa. Porque los grillos / entérate, sabelotodo, / se mueren despacito, entre dos años, / con su bastón de anís y su mochila’. Esta emotividad es la misma que emplea el autor en su poema ‘Una vida audaz’, para reclamarnos con firmeza escoger ‘entre vivir por una vez entero y ser vivido entero’. No le tiembla el pulso a Rafael Soler a la hora de establecer un código ético, manifestando ‘Haz lo correcto / aunque sea alto el precio / y cruel su veredicto’. Del mismo del modo, nos insta a no perder la ‘costumbre de perder’ ni ‘de ser el primero en las derrotas’. Tras ello, está siempre la idea de experimentar con plenitud nuestro existir, ya que ‘…siempre vivir te costará la vida’. La exaltación de la vida, como recurso para contrarrestar su fugacidad, y la imperiosa necesidad de darle un sentido es uno de los ejes sobre los que parece girar la tarea poética de Soler. ‘…que la vida en la pantalla siempre sea / la vida en la butaca que te espera’. En ‘Leer después de quemar’ atisbamos la trayectoria de una voz poética colmada de madurez, solida, que conmueve y agita el intelecto del público lector. Además, en estos versos hay un poeta que gusta de emplear los recursos que nos ofrece el lenguaje, para conferir trascendencia al discurso poético y, a través de un léxico cuidado, construir imágenes intensas que proyectan una visión original de la realidad. Amor, desamor, seducción, sensualidad y erotismo hacen acto de presencia en los versos de Soler. Sobre todo en el capítulo ‘Perdidos en la misma cama’, donde explora ese laberinto que son las relaciones personales e íntimas, cuyos caminos y encrucijadas pueden conducirnos a dar ‘Un paso con otro hasta el infierno’, poema en el que exhorta: ‘y en las horas peores del silencio oscuro / en esas charlas íntimas contigo y sin salida / busca al canalla que salvará tu vida’. Esa complejidad del vínculo que genera en no pocas ocasiones ‘…batallas cortas / de las que duran una vida / y dejan sin resuello al vencedor’. En este sentido, la figura de la mujer alcanza un protagonismo sustancial en la poesía de Soler. El poeta incluso llega a doblar la voz, por decir así, para abordar el poema desde otro punto de vista cuando enuncia: ‘y te recuerdo hermoso / por limpio la escalera de tus dientes / por ancho tu como un tanzano antiguo / y me recuerdo hermosa/…’ Este segundo capítulo, más centrado en la temática amorosa, es el más extenso del libro. Aquí, Soler se interna en lo inesperado: ‘yo estaba en mi camino sentado con la tarde / y tú pasaste’, y la búsqueda del ser amado suscita el anhelo, pues ‘En vaso ancho y mucho hielo / cualquier licor pierde la vida / por verte aparecer’. Por otra parte, siempre demanda el autor ‘Un poco más de ella’ y no puede menos que requerir: ‘Inventa un ángel y cédele tu asiento / a la hora del Martini y de las prisas / en esta plaza con más bancos que palomas’. Pero el amor o el deseo, a veces, también se desgasta, ante lo cual eleva su queja: ‘mira que decirme amor que te marchabas / dejando a mi albedrío el tiempo que sujeto / cuando tú me sujetas tan adentro’. Al fin y al cabo, el amor tiene mucho de viaje y, a modo de cuaderno de bitácora, anota: ‘Así cruzamos juntos / las solemnes avenidas y los campos / los anchos días plenos y los años miserables’. Según avanzamos por ‘Leer después de quemar’ percibimos elementos autobiográficos y cierto acento existencialista. Asimismo, como en un retablo, van surgiendo ante nosotros escenas o instantes en los que distinguimos un elogio de la vida como denominador común. También entra el poeta en los territorios de lo espiritual, acercándose a un Dios al que nombra de diversas formas. En los capítulos ‘Nadie dijo que esto iba a ser fácil’ y ‘El principio del fin es amarillo’, leemos versos que nos instan a vivir sin paliativos: ‘bebe y vive cuanto en tu saldo pongan / y nunca te lamentes nunca’. Precisamente, porque ‘nadie hablará de ti después de tu silencio / ni tu nombre viajará de boca en boca’. Insiste el poeta en que ‘vivir es ahora una urgencia demorada’. En otro poema se enfrenta al ‘…principio del fin y su amenaza’, con sus versos como única defensa: ‘por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido.’ En el capítulo cinco, ‘Quien por todos habla’, dialoga el autor con esa divinidad de múltiples rostros al que nombra como ‘Señor del Abandono Manifiesto’, ‘El Que Manda’, ‘Supremo Hacedor de mi Desgracia’, ‘El Insaciable’, etc. Un diálogo, a mi entender, de carácter unamuniano que tiene su mejor exponente en el poema ‘En busca y captura desde antaño’, donde escribe versos como ‘líbreme Ése que nunca baja a visitarnos / por razones de Estado / sin tener en cuenta nuestro estado’… ‘Ése al que llamo que no llama / según dicen bien dispuesto en todo caso ausente’. ‘Cuerdo de atar estoy que vivo’ es el sexto y último capítulo del libro en el que Soler se despide del lector o lectora con dos poemas. En uno de ellos, ‘Asomado a un instante que no es tuyo’, descubriremos unos sencillos versos que quizá condensen todo el quehacer vital y poético de Rafael Soler: ‘pero es preciso indagar / es preciso indagar’, apunta. Puede que una antología no nos diga todo de la poesía de un autor, pero cuando se confecciona con rigor, como es el caso, nos da la medida exacta de su poesía. ‘Leer después de quemar’ es una magnifica muestra de la obra de un poeta de altura y, lo dicho, no intenten quemarlo, este libro es incombustible. Puedes comprar el poemario en:
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