Lucía y Julián se conocieron en el camino a sus respectivos institutos, «cuando la vida es ingrávida y accidental». Poco a poco, «tomaron conciencia de sí mismos como dos mitades de un mismo conjunto» y algo más de quince años después forman una pareja como tantas, disfrutando de las pequeñas dosis de felicidad cotidiana que la vida les regala. Una noticia inesperada les forzará a desenterrar recuerdos que creían olvidados y a viajar a su encuentro, a su recuperación.
Lucía y Julián viven el día a día dándolo por hecho, acostumbrados a una relación sin sobresaltos, sin plantearse preguntas, inmersos en una cierta inercia, conformes y plenos con una cotidianeidad que les proporciona pequeños momentos de felicidad. Un buen día, de un minuto para el siguiente, esa burbuja de comodidad rutinaria estalla cuando deben afrontar una terrible noticia en forma de veredicto inapelable.
Es entonces cuando Lucía siente la necesidad de regresar a la aldea de una abuela a la que no volvió a ver desde aquel verano que ahora se hace presente en su ánimo, su memoria y su corazón, un verano que pensaba haber dejado muy atrás, sepultado por el olvido. Al viaje físico en busca de esas raíces abandonadas en algún lugar de Galicia de cuyo nombre no puede acordarse, «en uno de los muchos pueblecitos que parecían brotar al azar en las laderas de una larga hilera de montañas», se suma el viaje psicológico que la pareja hace tanto en conjunto como individualmente.
Con suma delicadeza, Manuel de Lorenzo radiografía los sentimientos de sus dos protagonistas y de otros personajes que tienen relevancia en su vida, como es el caso de Fernando, vecino cómplice y amigo íntimo de ambos, Santiago, hermano de Julián, o Rosario y Carmen, madre y abuela de Lucía. Y así iremos descubriendo que «el azar es un engranaje perfecto» en el que cualquier movimiento, por nimio que parezca, importa y tiene su consecuencia en el resultado final.
Manuel de Lorenzo nació en Ourense en 1981 y, según él mismo afirma, a pesar de sus esfuerzos por ganarse la vida decentemente terminó siendo escritor. Asegura que solamente le gusta escribir sobre aquello que le apasiona en particular y quizá por eso al final siempre acaba escribiendo sobre la vida en general. Durante los últimos años ha trabajado para diferentes medios de comunicación, bien en prensa escrita, como columnista y articulista, bien en radio y televisión, como colaborador y guionista. Opina que la literatura, aunque a veces no lo parezca, todavía tiene algo que ver con el arte de inventar y contar historias.
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