La aventura de estos cubanos exiliados cautivó a los lectores de todo el mundo y se convirtió en película con Antonio Banderas de protagonista. Hijuelos vuelve a Cuba, al amor, a la música, a la sensualidad, al aroma de las pasiones y a la fuente de esa gran historia: la mujer que lo provocó todo, la bella María.
Hermosa es poco para describir a esa mulata de 17 años que se sube a un camión una mañana en Pinar del Río y escapa del campo para llegar a La Habana. Es 1947 y la capital de Cuba es un bullicio tropical bajo la dictadura de Batista y su Malecón, avenidas y callejones reciben a la guajira más bella y la abruma con sus anuncios de Coca Cola, los carteles de Humphrey Bogart, Cantinflas y Sarita Montiel. María lo ignora casi todo y no tiene casi nada. No sabe leer y tampoco sabe lo que su extraordinaria belleza provoca en los hombres. De hecho, el primero que quiere abusar de ella muere de un infarto mientras lo intenta. La bella María es algo más que una campesina analfabeta y la ciudad está punto de descubrirla.
La descubre primero un fotógrafo, que la viste de novia y exhibe el retrato en la vitrina de su estudio. No pasa desapercibida y entre los muchos que preguntan ¿quién es esa muchacha tan linda?, está el dueño del cabaret Montecarlo. Él le ofrece su primer trabajo como bailarina, después de una breve audición. "Te habría dado el trabajo solo por lo guapa que eres, pero me alegra ver que sabes bailar, y muy bien, le dijo y María se convirtió en una de las siete chicas del coro. Después del Montecarlo bailó en el Club Pigmalión, el Toc-Toc, el Broadway, donde demostró que podía ser Cleopatra, bailarina hawaiana, diosa tropical. Y aprendió a maquillarse, a vestir tules con lentejuelas, llevar gigantescos tocados y a defenderse del deseo incontrolable de los clientes y patrones.
Oscar Hijuelos, hijo de cubanos, nacido en Nueva York en 1951, recrea esa Cuba de antes de la revolución como si hubiera vivido allí. Retrata las noches calientes de La Habana donde corre el ron y la sensualidad impregna la atmósfera, los ambientes turbios de los cabarets, el olor de las comidas que escapan de los tugurios, las melodías memorables que suenan en cualquier rincón de esa ciudad que acompañan a María en la búsqueda de su destino. Exuberante en sus descripciones, Hijuelos trasmite al lector el sabor de una época y la sensación de caminar junto a la protagonista por las calles y comprobar el increíble efecto que produce en los hombres su extraordinaria belleza.
En María la bella hay mucho sexo. María es irresistible y Oscar Hijuelos muestra todo el abanico de matices del deseo masculino ante semejante tentación. Hijuelos no ahorra detalles de sus relaciones sexuales. Y hay sexo feroz, sexo solitario, sexo en todas las posturas, sexo violento, sexo enamorado que enciende las páginas de esta novela. Son escenas tórridas que el autor aborda sin metáforas endulcorantes, sino con un estilo directo, a veces crudo, y con un gran poder descriptivo. Pero no solo es el sexo desde el punto de vista del hombre, porque María tiene sus propios deseos y el autor no deja de lado una faceta tan importante en la gran protagonista de la novela. Y es que María no es solo un objeto de deseo.
La historia de María es también la de la energía vital para sobrevivir en un ambiente duro. Es un personaje complejo. Huérfana de madre, con un padre alcohólico y violento y una hermana enferma cuya muerte le pesa como una losa de culpas, María conserva dentro de sí a esa guajira criada en el campo y la vida de la capital no consigue borrar sus rasgos de ingenuidad y sus criterios sobre el bien y el mal. En los momentos más oscuros o sórdidos, se aferra a sus recuerdos y a la lealtad a sus orígenes. Es heroína muy poco convencional y cuando cuenta su vida en primera persona se muestra como una mujer independiente, valiente, tozuda, práctica y con una inteligencia natural e instintiva sobre su vulnerabilidad.
Si el lector ya disfrutó con los Reyes del mambo cantan canciones de amor, esta novela le brindará un enorme placer. Con Bella María de mi alma se profundiza en la historia, se cierran círculos, se desvelan secretos. Y es también una historia de redención, de comprensión de la vida, del paso de los años y de la magia de las casualidades que hacen que la vida no esté escrita en ninguna parte, excepto en la imaginación de los escritores como Oscar Hijuelos.
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