En "Cómo matar a un lector" nos encontraremos con todos los peligros que pueden asaltar a un escritor a la hora de enfrentarse a sus propias ficciones; nos acompañará la figura del lector, ese creador insustituible; y visitaremos los monumentales esfuerzos realizados por los maestros para construir universos que nos dejan sin aliento.
ALGUNOS DE LOS MÉTODOS
Trastorno de Aarón
«Por qué escribimos. Todos tenemos nuestra razón. Hay incluso quienes no tienen ninguna. Pero, desde luego, es preciso tener claro que uno no debe escribir para hacerse rico ni para ganar dinero; que no nos confundan los casos de escritores millonarios: en literatura, nada asegura que los esfuerzos y los desvelos del escritor vayan a ser recompensados, y suponer llevara a la frustración, a la ansiedad y al fracaso.
Nota: una variante del trastorno de Aarón sobreviene cuando el sujeto se mete a novelista no para hacerse rico, sino para ligar. Afortunadamente, esta variante ha sido erradicada. O no.»
Los ojos verdes del Bestseller
«Hay escritores tan fascinados por su encanto que no pueden dejar de contemplarlos. Estarían así todo el día si no tuvieran otras cosas que hacer. Más pronto o más tarde esa fascinación se convertirá en obsesión, y entonces el escritor sufrirá la imperiosa necesidad de escribir una novela con el único propósito de vender muchísimos ejemplares: un hemisferio cerebral puesto en el teclado y otro en Nielsen o cualquiera de las empresas que auditan las ventas de libros. Podrá ser una necesidad banal, un propósito anecdótico, casi simpático, hasta que ese escritor se percatará, tal vez demasiado tarde, de que está ejecutando piruetas al borde de un abismo. Escribir para vender mucho sumerge al novelista en las atroces arenas movedizas de la esquizofrenia y el desánimo, puesto que implica una pérdida de contacto con la realidad. Los ojos verdes nunca son fruto de un empeño: o se tienen o no se tienen. Es saludable pretender escribir un libro que no pueda dejar de leerse (lo que los ingleses llaman un page turner) o incluso de amarse (otro término inglés: los best loved book). Pero considerar el número de ejemplares vendidos como único criterio creativo es como valorar un restaurante por el número de comensales que recibe diariamente. La obsesión por dar a luz un bestseller pulveriza la relación más importante que domina la creación literaria, que es la que existe entre el libro y su autor.»
La tentación del culebrón:
«Se podría decir que cuando la tentación del culebrón ataca a un novelista, a este le sube la fiebre, argumenta y empieza a sudar conflictos y subconflictos. Ocurre, por ejemplo, con las segundas y terceras partes de algunos bestsellers. Para encadenar todos estos conflictos, el novelista no tendrá más remedio que recurrir a ciertos recursos narrativos y, en menos medida, a las casualidades, de las que se habla en otras páginas de este libro. El gran problema radica en que el eje narrativo de estas novelas es endeble: los conflictos resultan rebuscados, las historias improbables y los giros, artificiosos. Y dado que el lector de este tipo de libro no es excesivamente exigente en términos de relatividad caracteriológica, suele triunfar el maniqueísmo: los villanos son villanos los héroes héroes, los codiciosos codiciosos, los tímidos tímidos, etc. La exuberancia psicológica ni está, ni se la espera.»
Editoriales: ¿anidan el mal en ellas?
«No se habla con la suficiente frecuencia de que publicar un libro constituye, en buena medida, una cuestión de suerte. No una suerte improbable (como la que implicaría, por ejemplo, un billete premiado de lotería), sino una suerte accesible (de nuevo un ejemplo: como cuando las actualizaciones del ordenador solo duran diez minutos). No cabe duda de que muchos libros objetivamente malos tienen buena suerte y son publicados, mientras que muchos libros excelentes tienen mala suerte y no son publicados. Este hecho se explica por el sistema utilizado por las editoriales grandes y medianas y algunas pequeñas para arriesgarse por un libro: los editores encargan un informe de lectura a un profesional denominado lector, que a cambio de un salario generalmente muy bajo debe valorar no solo la calidad literaria, sino también las posibilidades comerciales del manuscrito en cuestión. A veces las valoraciones no concuerdan, o no encajan con determinada línea editorial. Y no son pocos los casos en que el lector estaba atravesando una mala temporada y todo lo veía negro.»
Wikipedia (fiebre de la)
«A todo escritor se le parte un poco el corazón cuando no utiliza todos los datos que ha ido recabando. Pero, como dijo Richard Price, «hasta que llega el talento, la documentación solo es una mesa llena de post-its». El novelista debe asumir que el ochenta por ciento de los datos que ha recabado, tal vez más, jamás le van a ser útiles, y que deberá descartarlos limpiamente (no sin antes, por cierto, crear un documento donde consten las webs y los libros y las transcripciones de las entrevistas de las que ha extraído la información: no hay nada más patético que buscar de nuevo un dato y no encontrarlo por ninguna parte).»
Carlos Luria (Barcelona, 1962) es escritor, guionista, profesor de Novela en la escuela barcelonesa Laboratori de lletres y crítico literario de la revista Librújula. Es autor de las novelas Uno de los muertos (Temas de hoy, 2010), El hidalgo que nunca regresó (Ed. Pàmies, 2016) y de otros títulos firmados bajo seudónimo. Licenciado en Ciencias de la Información, ha trabajado en la redacciones de El Periódico de Catalunya, la agencia EuropaPress, Protagonistas de Luis del Olmo (Onda Cero), La Ventana de Gemma Nierga (Cadena SER) y Buenafuente (La Sexta). En 2003 obtuvo un Premio Ondas de Radio por el guión ‘Entrevista a Gaudí’, emitido en el programa Protagonistas. También ha firmado numerosos monólogos de humor para actores de stand-up comedy.
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