Rafael Soler fue aclamado en los años 80 tras la publicación de la exitosa novela El grito (1979), así como por su libro de poemas Los sitios interiores. Dedicado en exclusiva a la poesía durante los años posteriores, el escritor fue galardonado con el Premio de la Crítica literaria valenciana en 2015 por su poemario Ácido almíbar. Tras su novela El grito, editada también en Paraguay en 2014, le sucedieron libros de relatos, el poemario Los sitios interiores (1980), ya mencionado, y las novelas El corazón del lobo (1982), El sueño de Torba (1983) y Barranco (1985). Regresó a la edición en 2009 con los poemarios Maneras de volver (2009), traducido y publicado en inglés, búlgaro, rumano y japonés, Las cartas que debía (2011), el citado Ácido almíbar (2014) y No eres nadie hasta que te disparan (2016).
Hemos conversado con Rafael Soler en uno de sus refugios habituales en Madrid, el emblemático, renovado y siempre concurrido Café Comercial. En este caso, como no podía ser de otra manera, lo hemos hecho entorno a un gin-tonic. Qué esperamos no sea el último…
-Dedicado durante mucho tiempo a su obra poética y después de varias décadas sin publicar narrativa, 'El último gin-tonic' ha supuesto su regreso a la novela y, de nuevo, con éxito de público y crítica. ¿Cómo valora la acogida que ha tenido su ‘gin-tonic’?
-Vivimos en tiempos revueltos, de mucho desasosiego y mucha destemplanza, cada uno en su afán intentando comprender qué está sucediendo, por qué todo ha pasado a ser provisional – líquido, que diría un cursi – sin saber muy bien por dónde vienen los tiros, metafóricamente hablando. Así las cosas, encontrar un lector que se ocupe de tu novela es casi prodigioso, al menos a mí me lo parece. 'El último gin-tonic' salió el pasado abril, va por la segunda edición, sigue teniendo buena acogida crítica y a mi buzón llegan de vez en vez palabras de ánimo y apoyo. No se puede pedir más.
-Se ha dicho que en esta novela vuelve usted a romper las fronteras del lenguaje y de la construcción de la narrativa, con una propuesta que abre nuevos caminos literarios. ¿Cree que la literatura de calidad siempre debe tender en lo posible a innovar?
-Si por literatura de calidad entendemos el empeño del autor por alcanzar con lo escrito la excelencia, la innovación es inevitable. Muy pocas cosas nuevas quedan por contar, si es que queda alguna. Lo importante, siempre, es como se vuelve a contar lo ya contado, y ahí aparece, algunas veces, la voz del autor, reconocible, distinta, única. Escribir con el explícito deseo de innovar es un acto inane de osadía. La innovación, si llega, es la consecuencia no deseada de un viaje honesto donde el escritor se la juega en cada folio dando lo mejor.
-¿Qué papel tiene para usted el lenguaje en la creación literaria?
-El mismo que un bloque de mármol para el escultor, o el agua de la piscina en las competiciones de salto. Como poeta que también escribe novelas, creo en los recursos que el lenguaje ofrece para despertar el interés y la curiosidad del lector. Contar sí, pero hacerlo dando a cada palabra su valor.
-¿Qué le ha supuesto la construcción de unos personajes, como los que aparecen en su novela, con personalidades tan marcadas y distintas entre sí?
-Hemos convivido durante casi tres años, se han subido conmigo al avión, con nobleza han peleado para tener más foco, y cuando finalmente aceptaron su destino y fue cada uno a su capítulo nos despedimos sabiendo que siempre nos tendríamos cerca. Cara Gato, El Duque, la turbadora Begoña, María, ay María, y los periféricos varones con nombre bíblico y la casa sin barrer son ya de la familia. Y en cada uno, algún rastro del autor, como debe ser.
-En 'El último gin-tonic' los diálogos aportan agilidad a la narración, confiriendo un gran dinamismo a la trama de su novela. ¿Era su intención desde el principio o el desarrollo del relato pedía ir por ese camino?
Vino por sus pasos, porque hay que decir que en esta novela hasta los muertos hablan, y mucho. Si algún día esta novela pasa al cine, quiero pensar que todos los diálogos quedarán tal cual. En 'El último gin-tonic' hay muchos recursos narrativos (correos electrónicos, secuencias de cine, recetas) y los diálogos, sin acotaciones, dan fluidez a lo contado siempre que cada personaje hable con su verdad, o su mentira, que de todo hay en la viña del Señor.
-El humor inteligente y la ironía son elementos muy presentes en su literatura. Aunque no lo parezca a simple vista, tras el empleo del humor y la ironía se suele esconder algo profundamente serio. ¿Es así en su ‘último gin-tonic’?
-Nos tomamos demasiado en serio, tenemos querencia a ser trascendentes, y la vida sigue, y los semáforos pasan de ámbar a rojo, y a nadie le importa la caspa que llevamos en la hombrera. El humor, la ironía, relativiza lo sagrado, pone todo en su sitio, da la correcta dimensión a nuestro naufragio, pues de eso va la vida, de atropellos consentidos y naufragios. De eso va también esta novela, y la ironía ayuda a contar con algo de distancia lo tremendo. Porque tremendo es perder a tu mujer y a un hijo en un accidente de coche del que eres culpable, tremendas son las malas rachas en el juego, tremenda la traición de quien tanto amas y te deja con lo puesto. La ironía como escalpelo para hurgar en las heridas.
-Usted ha dicho en alguna ocasión que escribir es una forma de resistencia. En un mundo cambiante que señala el fin de una época ¿Cree que hoy más que nunca necesitamos la literatura para afrontar los nuevos tiempos?
-Nuestro kit de supervivencia en esta situación pagaría exceso de equipaje en cualquier vuelo: solidaridad, misericordia, capacidad de análisis, discernimiento, humildad para reconocer errores y admitir consejos, ira templada con políticos miserables y golfos de ocasión… y sí, claro que sí, historias bien contadas que nos ayuden a llevar con entereza el tránsito, haciéndonos mejores.
Nos tomamos demasiado en serio, tenemos querencia a ser trascendentes
-Qué prefiere ¿literatura de entretenimiento o ‘de pensar’?
-Una buena historia, una galería de personajes que miren a los ojos, un narrador que solamente susurre. Y ya.
-Dígame, a la postre, ¿todos somos literatura?
-Todos, sí. Aunque tardemos en enterarnos.
-¿Qué queda en 'El último gin-tonic' del autor que escribió 'El grito'?
-Me reconozco en lo publicado hasta ahora: cinco novelas, dos libros de relatos, cinco libros de versos. He sido honesto en todos ellos a la hora de escribir, y quiero pensar que estamos envejeciendo bien.
Rafael Soler leyendo 'El último gin-tonic'-¿Qué autores han influido más en usted a la hora de construir su obra narrativa?
-Rulfo, Cortázar, Manuel Puig.
-¿Qué opinión le merece la narrativa actual de nuestro país?
-Reflejo del confuso momento que nos toca vivir: ni son ni están todos los que están y son, pero nos vamos apañando. Y nada más grato que acercarte a una librería, de las que aún sobreviven al tsunami Amazon, y embelesarte en sus mesas de novedades. ¿Se puede escribir tanto, ser puede publicar tanto? Pues sí.
-Usted es novelista y poeta. ¿Cómo conviven estas dos facetas en Rafael Soler?
-Se conocen desde hace mucho, y se llevan bien, cada uno en su espacio. Hasta el día de la fecha, que yo sepa y me hayan contado, ningún incidente serio de convivencia, en esa especie de custodia compartida con que me atienden en esta edad ya de poco trote.
-Usted es un escritor comprometido con la mejora de las condiciones en las que los autores y autoras deben desarrollar su labor creativa. Cómo actual Vicepresidente de la Asociación Colegial de Escritores (ACE) ¿se están consiguiendo avances en este tema?
-Absolutamente sí. Cumpliremos en mayo los cuatro años de mandato, y hemos logrado avances sustanciales en materia de derechos, compatibilidad de ingresos por actividad literaria con la pensión, presencia internacional, incorporación de jóvenes creadores… Mucho queda por hacer, pero estamos en marcha.
-A buen seguro estará usted escribiendo algo nuevo ¿puede revelarnos en que trabaja en estos momentos?
-Puedo, puedo: otra novela, y un libro de versos que todos los días me pide el primer café.
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