Diego Sánchez Meca, que nos ofrece un trabajo exhaustivo y documentado, creo que cumple estas expectativas porque es capaz de llevarnos con conocimiento y claridad por algunos de los vericuetos del pensar del filósofo que aclaran oportunamente la didáctica pretendida. Un ejemplo de esta precisa labor me lo ha parecido cuando escribe: “La concepción de la voluntad de poder tuvo seguramente sus comienzos en las reflexiones sobre el ‘sentimiento de poder’ que a Nietzsche le provocó la lectura de las Memorias de Mdme de Remusat en 1880, y que dejaron su huella en Aurora, así como en varios fragmentos póstumos de ese año. En estos análisis se muestra la idea de cómo la vida sana, no decadente ni enferma, es voluntad de poder activa que aspira a confrontarse con dificultades y a superarlas. No rehúye las dificultades ni el dolor, sino que los afronta a incluso los quiere como el mejor medio de crecer, de fortalecerse y de convertirse en algo más”.
Hay tantos referentes válidos a la hora de abordar la ingente obra de un pensador tan fecundo y denso como Nietzsche que cualquier fragmente de su obra serviría como un documento válido no sólo de conocimiento del autor, sino de conocimientos, toda vez que el filósofo no piensa sólo para sí en la medida en que está pensando, directa o indirectamente, también por nosotros, para nosotros. De ahí que sería factible, y útil, poner en relación el citado pasaje anterior de este libro escrito con consciencia reflexiva de la obra del pensador, con otro pasaje que debiera resultar revelador para todo lector atento: “En realidad, éste fue (se refiere ahora a su ‘Ensayo de autocrítica’) el primer modo en el que Nietzsche expresó su idea de que lo que hay, en último término, en el fondo de toda conciencia y de toda forma cultural, es la polaridad básica de los impulsos con anclaje en el cuerpo: a saber, placer (Lust) y dolor (Schmerz, Leid), o lo que es lo mismo, vida-muerte” Y concluye: “En esta polaridad de impulsos de vida e impulsos de muerte tiene su origen último lo que llamamos cultura, o sea, aquello en lo que consideramos que el ser humano se diferencia del simple animal”.
La lección está servida, incluso podríamos decir a doble versión: de una parte el estudioso enjundioso del profesor Sánchez Meca, y de otro lo que el propio filósofo ha dejado escrito como testimonio de su voluntad de comprensión, el gran impulso en favor de la pregunta esencial, de acercarnos al conocimiento de nosotros mismos.
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