Con su anterior libro,Hoy he dejado la fábrica, el autor se sometió a la concisión de la página de Word, en un ejercicio de estilo que le llevaba a optimizar al máximo el uso de las palabras para encontrar la belleza. Ahora, en "Si quieres que te quieran", también un libro de relatos, Monteagudo explota al máximo su creatividad en un compendio de textos que orbitan alrededor del mundo culinario. Cada uno de los relatos rinde honor a una receta: de la tortilla de patatas a un caldo gallego, pasando por un arroz con pollo o unos garbanzos veganos, u otras recetas mucho más personales, cocinadas en fechas muy señaladas, como «la pasta a la Nabokov». La prosa, el estilo, incluso el género de estos textos, a medias entre el relato y la receta, varían de uno a otro, tomando unas veces la forma de un relato en prosa, otras, una obra de teatro, o el de una carta.
"Si quieres que te quieran" es «como un desquite, como un ejercicio de libertad, de escapar al formato tan férreo, tan estricto, de los relatos de mi último libro, Hoy he dejado la fábrica; entiéndase como un juego, pero también como un compromiso muy serio con la calidad y con la aspiración a la excelencia que me ha motivado siempre», nos dice David Monteagudo.
David Monteagudo. Nació en Viveiro, un bonito pueblo de La Mariña de Lugo, pero su madre era maestra, la familia iba de un lado a otro, y sus primeros recuerdos son de las montañas agrestes de la comarca de Los Oscos, en la frontera entre Lugo y Asturias. De ahí, a los cinco años se mudó a la provincia de Barcelona, al Penedès terroso y soleado de los años sesenta. Desde entonces vive en Cataluña.
Mientras leía un libro tras otro (empezó a los once años), estudió primero en la escuela y después en el instituto, y empezó la carrera de Filología, pero lo dejó en el segundo curso. Lo importante en su vida era lo otro, las aficiones a las que se dedicaba en cuerpo y alma, y que le llevaron a ser primero corredor de maratones (cuando muy pocos lo hacían) y después casteller. Entretanto, se ganaba la vida desempeñando los trabajos más diversos: monitor de educación física, soldador, montador de stands, lo que hiciera falta. Pero seguía leyendo.
A los cuarenta años empezó a escribir, a los cuarenta y siete a publicar y a los cuarenta y ocho se hizo escritor, es decir, dejó el trabajo de maquinista en la fábrica en la que, según todos los indicios, estaba destinado a jubilarse. Desde entonces, paradójicamente, escribe menos. Compañero de Olga desde 1986, tiene dos hijos, Lluís y David. Individualista y solitario por naturaleza, vive en familia, y rodeado de gente, en Vilafranca del Penedès.
No tiene patria, pero todavía aspira a que le hagan un hueco en la república universal e intemporal de las letras.
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