A propósito de "36 maneras de quitarse el sombrero".
D.A.- Después de un tiempo sin publicar, tiempo en el que te has dedicado principalmente a tu faceta de editor, saltas de nuevo a la arena del circo mediático con "36 maneras de quitarse el sombrero"... ¿Qué han supuesto para ti estos años de experiencia desde la barrera?
M.A.R.- Me cuesta mucho comprender cómo pudo ser autor al mismo tiempo que editor gente como Blasco Ibáñez. La dedicación a la obra de los compañeros es tan grande que la tuya se pospone, y muchas veces vas ofreciendo a tus escritores las ideas que serían para tu propia obra. Eres autor en la sombra y en los libros de algunos de tus autores hay parte de ti. Ser editor me supuso quedarme parado en las cinco novelas y nouvelles, porque necesitan unas semanas o meses para nacer y desarrollarse, tiempo del que no dispones, y vuelco mi necesidad de autor en el relato, que es un amor torrencial, pasional y breve.
D.A.- ¿Y estás contento con el resultado? Supongo que con todo lo que tiene que leer un editor, encontrarás poco tiempo para dedicarte a tu propia creación...
M.A.R.- Estoy satisfecho de haber publicado una primicia mundial de Chomsky, libros de varios premios Nobel o premios Nacionales de Literatura, de tener en Ediciones Irreverentes a los mejores autores teatrales y en M.A.R. Editor una generación de narradores muy interesantes. Pero la propia creación queda postergada y las ideas se acumulan en papeles que se pierden y nunca aparecen.
D.A.- En la presentación oficial de tu libro en Madrid, el académico José María Merino dijo de ti que eras un gran satírico y que has resucitado la sátira en España siendo muy digno sucesor de Quevedo y Luis Vélez de Guevara. ¿Estás cómodo con esta etiqueta?
M.A.R.- Estoy muy agradecido a un genio del relato como es Merino. La sátira está presente ya en mi primer libro, Cuentos Irreverentes, y en mayor o menor medida en casi toda mi obra. La sátira es un género propio para personas con muchas lecturas e ideas firmemente asentadas sobre lo que debe ser la sociedad, que han caído por desesperanza en la melancolía. En la sátira, bajo una capa de humor, hay indignación y un propósito moralizador, mezclado con un carácter burlesco, con un humor corrosivo que pretende mostrar el lado más risible del todo.
D.A.- Y, sin embargo, aunque algunos relatos rocen la parodia, lo que normalmente haces es mostrarnos una realidad desnuda.... Y es que, a día de hoy, la realidad que compartimos es tan insólita e inverosímil que se ha vuelto esperpéntica...
M.A.R.- La verdad oficial en todo tiempo ha sido estúpida. Los poderosos crean verdades oficiales, modas de pensamiento, que recogen y publicitan siervos bien alimentados, hasta que la masa, de tanto oír lo mismo, acaba creyendo que es así. En cada acto de un gato o un caballo, hay una elegancia natural, todo es coherente con su naturaleza, pero el ser humano traiciona su naturaleza con las modas de pensamiento. Suelo poner un ejemplo: cuando tenía 10 años las mujeres iban a la playa con trajes de baño cerrados y tenían que llegar vírgenes al matrimonio; con quince, las mujeres iban a la playa en bikini. Cuando cumplí 20 empezó el topless y llegar virgen al matrimonio era una rareza, diez años después, esas mismas muchachas en flor, ya convertidas en mujeres, iban desnudas a la playa y en no pocos casos mantenían relaciones sexuales allí mismo. Habían cambiado radicalmente de mentalidad siendo las mismas y teniéndose el mismo respeto cuando llevaban traje de baño cerrado que cuando van desnudas. Y tanto lo uno como lo otro no ha sido decisión propia, sino imposición de quienes deciden lo que es moral. Cuando en 36 maneras de quitarse el sombrero reflejo tales cambios de pensamiento lo hago con desapego, como si acabara de llegar al planeta, y es esa mirada limpia y nueva la que muestra la ridiculez de todos nuestros comportamientos. El extrañamiento es el arma del satírico.
D.A.- Has etiquetado el libro como relatos de humor. Sin embargo, estos relatos de humor no son, ni mucho menos, monólogos del club de la comedia... Hay humor, sí, pero tras la lectura de cada relato te queda siempre un poso de tristeza, sobre todo si el lector los lees con el detenimiento que se merecen...
M.A.R.- Escribió Merino en una crítica que “hace mucho que no encontramos en nuestra literatura esa sátira explícita, implacable, que desde la Grecia clásica –Aristófanes o Luciano de Samósata- pasando por Roma encontró en España buen espacio, desde el Libro del Buen Amor hasta el esperpento valleinclanesco o Jardiel Poncela y Ramón Gómez de la Serna...” En ningún caso habla de humor de consumo, es un humor que pretende trascender, llevarte a la sonrisa o la risa y después, pensar y, si es posible, cambiar el mundo. Como bien dices, es un humor que deja con una cierta melancolía.
D.A.- Yo diría que son humor vacui, un humor teñido de un profundo spleen...
M.A.R.- Para los franceses el spleen representa un estado de melancolía o de angustia vital de una persona. Se puede decir que Baudalaire es el padre moderno del concepto, pero fue utilizado antes, a inicios del Siglo XIX. Pero está también en la saudade portuguesa, o el spleen alemán, que está acompañado de irritación. Todos ellos son producto de meditar lo que podríamos ser y lo que en realidad somos.
D.A.- Muchas veces aludes en tus relatos a Quevedo, el gran satírico. En la página 14, por ejemplo, he percibido una “nariz judía” y en la página 41 las “doce tribus de narices”... Tiene “narices” el asunto.
M.A.R.- Es un homenaje literario a Quevedo, como escritor, porque como persona parece que no merece muchos homenajes, por lo que se sabe de él. Suelo ofrecer estos homenajes en mis textos, a veces de forma tan explícita, a veces más escondidos.
D.A.- Y ya que hablamos de Quevedo, en varios de los relatos aludes a otros tantos escritores famosos; Kafka, con el que comienzas el libro, Proust, Mihura...
M.A.R.- Es un juego que se repite en 36 maneras de quitarse el sombrero, la descontextualización para lograr el extrañamiento. Les pones en una situación actual absurda y disfrutas imaginando su reacción. Es algo que ha hice en algún libro anterior.
D.A.- A mi modo de ver, uno de los relatos más divertidos es el titulado Toro de la Vega. Me ha gustado mucho esa sensación que tú describes, de incomprensión hacia nuestro trabajo...
M.A.R.- Es un relato que lo viví en la feria del Libro de Valladolid, es la mezcla de dos señores bastante mayores con los que hablé y que presumían de haber leído un único libro en la vida y que les había ido muy bien; y que con más de 80 años leer, no leían, pero que se iban a correr delante del toro. Eran gente para los que la literatura o la cultura en general no existe, y disfrutaban de placeres primarios.
Ahora los únicos que parecen querer cambiar la historia son los movimientos de derecha radical y antieuropeísta. Vamos viendo a dónde nos llevan
D.A.- Pero lo cierto es que tu libro es ante todo una crítica velada (o no tan velada) al capitalismo neoliberal que dirige nuestros destinos... Dices en uno de tus relatos, verbigracia: …he conseguido huir con discreción del palacio, aprovechando que mi marido y unos jefes de Estado estaban reunidos hundiendo Occidente para hacerse un poco más ricos....
M.A.R.- Tú lo expresaste a la perfección al decir que 36 maneras de quitarse el sombrero, era como la puesta en ficción de “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre” de Naomi Klein. Muestro a la gente que hunde el mundo, que nos roba, cómo se crean los miedos de la multitud, como se convierte en líderes de opinión gente infame, para que la sigamos y llevarnos como ovejas. Y todo con una risa ácida y el posterior spleen.
D.A.- Yo me quedo con una frase magistral: «Buscábamos enemigos y resulta que son tan idiotas que ni enemigos hay». Menudo eslogan para el movimiento antiglobalización...
M.A.R.- Sí. Hay un desarme ideológico de lo que fue la izquierda, cuyos representantes al acceder a cargos públicos cambian su situación económica y social, abandonan sus principios y dan sucedáneos a sus seguidores. Esos sucedáneos suelen ser banderines de enganche, crean identidades colectivas en nombre de cuyos derechos luchar; ya no son de izquierdas, son animalistas, feministas, veganos, ecologistas, y la gente abandona unos principios que pretendían cambiar el mundo por sectas identitarias, desmantelándose una lucha que sería de todos. Ahora apenas quedan en occidente los chalecos amarillos y poco más, el resto es cansancio. Pero al final de la edad Media llegó el Renacimiento. Ahora los únicos que parecen querer cambiar la historia son los movimientos de derecha radical y antieuropeísta. Vamos viendo a dónde nos llevan.
D.A.- Para terminar, una última pregunta con polémica incluida. Has titulado el libro 36 maneras de quitarse el sombrero y Elvira Lindo ha publicado recientemente 30 maneras de quitarse el sombrero... ¿No te sientes un poco como David luchando contra Goliat?
M.A.R.- Hace mucho que escribo y edito sin miedo ni esperanza, que es frase que algunos creen de Luis Alberto de Cuenca, pero que él tomó creo que de la renacentista Isabella d’Este, aunque su creador pudo ser Cicerón. No hay lucha posible contra el Sacrosanto Mercado, cuyas leyes han suplantado a la democracia. Ella está en una editorial grandísima y es columnista de El País, yo no. Partido decidido antes de jugarse. Yo sólo escribo para mí, y como mucho pensando que me lean mis nietos. El resto poco importa ya…
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