Y todo ello porque la lectura precisa de una mínima atención y esfuerzo, también de una contenida paciencia para no caer en la tentación de interrumpirla sin más, sobre todo cuando se trata de textos que exceden del medio millar de páginas, como es el caso de esta novela “Solenoide”, de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956). En ella su autor nos invita a acompañarle para descubrir un complejo universo de ficciones y realidades, de sensaciones y recuerdos que se desarrollan a lo largo de sus casi 800 páginas. Otros títulos anteriores a esta inmensa novela de Cărtărescu son: en poesía, “El Levante” (1990) y en narrativa “Nostalgia” (1993), “El Ruletista” (1993), “Lulu” (1994) y su famosa trilogía “Cegador” (1996-2007), obras todas que vienen a avalar la extraordinaria trayectoria de un escritor de referencia no solo en su país, Rumanía, sino también en el resto de los países europeos.
“Solenoide” es, como ya se ha dicho, una novela densa y que su lectura, a pesar de su complejidad en determinados momentos, es ágil de una fuerza y solidez infrecuente en el panorama de la literatura actual. Cărtărescu se vale de un profesor de lengua rumana en un instituto de barrio para desentrañar su propia marginalidad existencial en dos planos: uno, su propia realidad, y el otro, la realidad social que le rodea, hasta el punto de fundamentar su discurso narrativo precisamente en la necesidad imperiosa de ficcionarlo todo para sobrevivir, para salir de esa cárcel dolorosa y triste retratada en la ciudad de Bucarest, el instituto del suburbio y la casa en forma de barco en la que vive, que bien podría resumirse en palabras del autor así: «Aquí está Bucarest, la ciudad más melancólica del mundo, invadida por la cochinilla de la humedad, devorada por los ácidos del tiempo y de la nostalgia. Aquí está el barrio de la escuela 86 y el depósito de bombonas y la Automecánica. (…) Todo lo que he soñado que vivo, todo lo que he pensado que me sucede. Por las mañanas, antes de abrir los ojos, se me encoge el corazón. ¿Llegaré otra vez aquí? ¿Volveré a llamar a esto realidad de nuevo? ¿Será mi vida otra vez así: casa-escuela-casa-escuela, sin que pueda romper jamás este círculo destructivo y siniestro?».
El instrumento del que se vale Cărtărescu no es otro que un diario manuscrito a través del cual habla el protagonista de la novela. En él escribirá sus sueños, en los que esa otra parte de su vida emerge a través de la palabra, a veces tan incomprensible y frustrante como la realidad que vive cada día. Porque a fin de cuentas el protagonista de esta novela es un solitario, un escritor frustado al que solo le queda un manuscrito en el vierte sus verdades y naufragios, delimitados ambos por el día (existencia real) y la noche (la ficción), levitando en sexo y sueño. Esta es, sin duda, la historia de una huida, posiblemente la del protagonista y la del propio Mircea Cărtărescu, hacia no se sabe dónde, consecuencia del hastío y la melancolía, como la ciudad de «…Bucarest proyectada como un gran museo al aire libre, el museo de la melancolía y de la ruina de todas las cosas», la soledad en su absoluta desnudez, causa con toda seguridad de una realidad que lleva a su exacto término en las continuadas y extraordinarias descripciones del profesor protagonista y sus relaciones con el mundo que le rodea, y ficcional cuando relata los también continuados sueños que vive: «En el sueño me cortaban la lengua en varios trozos. Sin embargo, no sentía nada, porque estaba anestesiado en la mesa de operaciones. Cortaban cada vez más adentro, hacia el gaznate, hasta que empezaron a verse, en la sección más gruesa, las venas cercenadas, vacías de sangre».
En esta huida de Cărtărescu hacia adelante desentraña dos mundos que hacen de “Solenoide”, esta monumental novela, un lugar deseable, donde el tiempo y el espacio, en sus continuas digresiones, fomentan la necesidad de convertir la lectura en la única salvación posible, el más genuino territorio para el pensamiento, y donde al final de todo, siempre triunfa el amor, el verdadero solenoide, el único generador capaz de transformar el mundo: «He hablado con Irina y ya hemos decidido lo que vamos a hacer. Avanzaremos, por la orilla de la carretera, más allá del pueblo de Voluntari y, en Afumaţi, nos adentraremos en el bosquecillo de robles en el que solíamos recoger bellotas. Allí nos espera la capilla en ruinas que será, como supimos en cuanto la encontramos, nuestro último hogar. (…) Nos quedaremos allí para siempre, a resguardo de las aterradoras estrellas». Una gran novela que confirma la madurez de su autor, Mircea Cărtăarescu, y que lo señala como una de las voces más sobresalientes de la literatura europea actual.
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