Denis se ha suicidado y ahora Ada está sola. Sola entre sus hermanas y su madre y su padre y los chistes sin gracia de su entorno, sola en la habitación que comparte con su pareja y frente al lexatín que nunca falta en la cartera. Sola en Japón, donde ha tenido que viajar como única albacea de quien fuera su mejor amigo.
Nostalgia, tristeza y melancolía afloran por las calles de Tokio mientras acompañamos a Ada en su deambular por preguntas que seguramente tampoco sabríamos responder: ¿Dónde encajan los ausentes?
¿Cuál es la promesa de aquellos que se quitan la vida? ¿Quién ha sabido sostenerle la mirada a la felicidad? Hay quien elige palabras rimbombantes para hablar de la primera novela de una joven autora. Elisa Levi es joven y este es su debut narrativo, pero más que una revelación o una bengala intermitente, lo que ha escrito es una oda al desencanto. Algo esencial.
Elisa Levi nació en Madrid en junio del 94 y ese mes fue muy frío para ser verano. Ha peleado con su cuerpo, ha tomado prozac, ha bebido y ha fumado. Ha escrito poesía y teatro. Ha abandonado un curso becado y ha cambiado su apellido para tomar las riendas de su identidad. Le gustaría haber sido amante de Isabel I, pero nació en la época que no era y a cambio ha escrito sobre su generación.
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