José Luis Hernández Garvi es un escritor torrencial y original. No hay año que no publique un par de libros de investigación y gane un par de premios literarios por sus relatos de ficción. “A mí, lo que más me gusta es escribir ficción y poesía. Pero ya sé que la poesía no vende”, reconoce el escritor madrileño en la cafetería de una céntrica librería en la peatonalizada Gran Vía. Cada día cuesta más moverse por Madrid, hasta han puesto semáforos para paseantes en las calles peatonales.
Si bien este “Eso no estaba en mi libro de la Primera Guerra Mundial” es un libro de encargo, José Luis Hernández Garvi no acomete proyecto alguno si no le llama la atención. “Este es un tema que siempre me ha interesado mucho porque es una guerra olvidada por culpa de la Segunda Guerra Mundial”, subraya y añade “y de unas consecuencias funestas debido al Tratado de Versalles que humilló brutalmente a Alemania. Fue una venganza extremadamente cruel de los franceses por aquella guerra perdida franco-prusiana y lo que provocó, a la postre, el desencadenamiento de la siguiente conflagración mundial”.
Europa llevaba un tiempo buscándose las cosquillas. “Alemania se había sentido relegada por el Tratado de Algeciras, que en la división de África se quedó con las migajas frente a las potencias británicas y francesas, incluso con respecto a Holanda y Bélgica”, expone de manera clara. De ahí que el asesinato del archiduque Francisco Fernando y su adorable esposa Sofía en Sarajevo. “El magnicidio fue el detonante de una mecha que llevaba mucho tiempo queriendo ser encendida. Una cuestión entre primos, decían en la época, que nadie creía que se fuese a alargar tanto tiempo”, explica.
Cuando evocamos pasajes de la Gran Guerra siempre los visualizamos como la guerra de las trincheras, pero hubo muchas cosas más que la caracterizan. Fue el comienzo de la aviación de guerra, de los carros de combate y de los gases lacrimógenos, entre otras cuestiones. “Al comienzo los combates de la aviación se parecían a justas medievales donde primaba la caballerosidad. Se llegaron a derribar con unos ladrillos que llevaban colgando del avión”, señala Hernández Garvi mientras tomamos un café en la conocida librería.
Hubo muchos héroes en la aviación, el más importante fue el Barón Rojo, as alemán de los aviones que derribó a más de 100 enemigos, siendo finalmente derribado en tierras francesas donde los aliados le dieron sepultura con honores militares, después de su muerte fue sustituido en el cargo, entre otros, por Hermann Göring, as de la aviación y dirigente del partido nazi con Hitler. En el otro bando, fue el tenista Roland Garros el otro as aéreo más célebre. “Fue, lo que llamaban entonces un sportsman. Tenista en sus principios, fue explorador, inventor y muchas cosas más. Cuan se inició la guerra, debió pensar que era lo más arriesgado que se podía hacer en la guerra y escogió ser aviador, se convirtió en héroe y fue, además, el inventor de la ametralladora que podía disparar entre las hélices del avión. Fue derribado, hecho prisionero, se escapó y, al final, encontró la muerte luchando a los mandos de su avión”, recuerda José Luis Hernández Garvi.
En esa guerra aérea tuvo bastante relevancia el papel de los zeppelines durante los bombardeos a ciudades de Francia o Inglaterra. “Realmente, tuvo un papel más limitado de lo que se esperaba por su escasa maniobrabilidad y su gran visibilidad. Podría haber tenido su relevancia en el suministro a las tropas, pero su uso fue muy limitado y aunque fueron los alemanes los que más lo utilizaron, también británicos, franceses y hasta italianos se sirvieron de ellos”, recapitula el autor de esta historia.
“La Primera Guerra Mundial sienta las bases de la guerra de hoy en día”
“Los gases sí que fueron efectivos y decisivos, era un método rápido y económico de matar y causaban un gran terror psicológico entre los soldados”, atestigua Hernández Garvi. Aquí sí que hubo una auténtica carrera armamentística pese a las prohibiciones de los tratados humanitarios. “Hubo miedo a abrir una caja de pandora. Todos las tenían, pero nadie quería utilizarlas”, sentencia el escritor madrileño. Algo parecido ocurriría con las bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial. “La Primera Guerra Mundial sienta las bases de la guerra de hoy en día”, asevera rotundo el autor.
Los carros de combate o los fusiles automáticos tuvieron un desarrollo espectacular durante la guerra, pero lo que más nos llama la atención fue el conocido como “camuflaje dazzle” que se utilizaba en los barcos las fuerzas aliadas y no se desarrolló posteriormente. “Pintaban los barcos de maneras extrañas, en la popa dibujaban las olas rompiéndose por lo que los enemigos alemanes no sabían hacia donde se desplazaba el barco. Se volvían locos los submarinos alemanes porque no sabían hacia donde disparar”, manifiesta el autor del libro. Los alemanes siempre llevaron cierto retraso con su flota, ya que no era muy numerosa y solo hubo dos batallas realmente importantes la de Jutlandia y la de las Malvinas, después los alemanes sólo utilizaron los submarinos, que hundieron muchos barcos de suministros e, incluso, neutrales como los de España.
No es un libro bélico, es más un libro que cuenta historias humanas de la guerra
Hubo hechos extraordinarios en la guerra como fue el desembarco de Gallipoli donde las tropas turcas pararon a las fuerzas aliadas, compuestas en su mayoría por soldados australianos y neozelandeses. “La derrota de Turquía se debe en buena parte a las gestiones del Lawrence de Arabia que supo unificar a las tropas árabes. Al final, los aliados traicionarían a Arabia, lo que fue el detonante para la vuelta a Inglaterra de T. E. Lawrence.
Otro hecho insólito es el que protagonizó el general alemán Paul von Lettov que con tan sólo 200 militares alemanes y 2000 askaris mantuvo en jaque a los ejércitos aliados en toda África Oriental. Finalmente, hubo de rendirse, sin haber sido derrotado, por la falta de suministros. Fue amigo de Karen Blixen, la célebre escritora del gran libro “Memorias de África", con la que mantuvo largas conversaciones.
No podemos terminar la entrevista sin hablar del papel de España y de los espías en la guerra. Muchos episodios de espías tuvieron su escenario en nuestro país. “A Mata-Hari la tendieron la trampa en el Ritz de Madrid, el almirante Canaris también desplegó su trabajo en nuestra ciudad y fue un gran amigo de Franco que le ayudó a no entrar en la segunda conflagración mundial”, cuenta Garvi. Y el papel de Alfonso XIII fue fundamental para salvar miles de vidas con su Oficina Pro-Cautivos, como ya nos contó en una maravillosa novela Jorge Díaz. Pese a todo lo contado, José Luis Hernández Garvi considera que “no es un libro bélico, es más un libro que cuenta historias humanas de la guerra”, concluye.
Puedes comprar el libro en: