Si hay un periodo histórico que le gusta al alcalaíno Juan Vilches es la primera mitad del siglo XX, en esta ocasión ha cruzado la frontera de la mitad de siglo para imbuirse en los increíbles años sesenta y setenta; los años de las suecas en España. En el inicio de la era espacial, un país como España tuvo un incipiente protagonismo, que mantuvieron las estaciones de seguimiento de satélites y la construcción de nuestro primer satélite que el autor nos narra en su novela con un derroche de buen humor. En la entrevista nos cuenta alguno de los secretos de su libro, para conocer más de esta historia tendrá que leer el libro, querido lector.
“Berta y las estrellas” es su cuarta novela y quizá la que tiene más sentido del humor. ¿A qué se debe ese cambio de registro?
En todas mis novelas anteriores hay pinceladas de humor. Sin ir más lejos, en mi novela anterior, “Largo invierno en París”, podemos ver a dos alocadas cotillas que se dedicaban a perseguir al ministro Serrano Suñer por todo Madrid para averiguar la identidad de su amante. Me gusta el sarcasmo, la ironía, ser incisivo, iconoclasta y huir de lo políticamente correcto. Y me pregunté: ¿por qué no hago una novela con todos esos ingredientes? “Berta y las estrellas” es una novela fresca, simpática, satírica, caustica y atrevida. Muchas noches, frente al ordenador, no podía aguantar las carcajadas, para escándalo de mis vecinos, que pensaban que me había vuelto loco.
Especialista en la primera mitad del siglo XX, cruza la barrera de los años cincuenta para adentrarse en la década pop de los sesenta. ¿Qué le atrae de esa década?
Es la época de mi niñez. A pesar de mi corta edad, aún resuenan en mis oídos la música, las películas y las series de televisión de la época. ¿Quién no recuerda la música de Los Bravos o Los Brincos? ¿O las películas de James Bond? ¿O series como Bonanza o El Santo?
¿Cómo era la vida cotidiana en la España de los sesenta?
Ahora nos parecería muy simple, muy tranquila, muy lenta, sin grandes altibajos. Para un joven de ahora, sería incomprensible vivir con un solo canal de televisión (luego, dos), y que además no emitía de forma ininterrumpida. O que no existieran cosas tan cotidianas e imprescindibles hoy día como los teléfonos móviles, el correo electrónico o internet. Aquellos años son los años del 600, en los que se metía una familia entera (de las de antes, es decir con tres o cuatro críos) en un habitáculo ridículo, y recorrían 400 o 500 kilómetros de desesperante caravana, sin aire acondicionado ni autovías, para disfrutar de unos pocos días de playa. A pesar de las incomodidades, eran felices con lo que tenían, porque no conocían otra cosa.
¿Qué trascendencia tuvo la llegada de tantos turistas a la península?
El turismo fue un fenómeno de una importancia capital. La llegaba masiva de turistas dio un impulso impresionante a la economía del país. Pero tal vez lo principal es que esos turistas, en su inmensa mayoría europeos, traían su cultura, su pensamiento y sus costumbres, mucho más progresistas y avanzadas que las de nuestro país, anclado en unas costumbres rancias y mojigatas. Gracias al turismo, el español tuvo una ventana abierta al mundo, y se dio cuenta de que había otras cosas distintas, y en parte mejores, fuera de nuestras fronteras.
En la novela, recrea un hecho insólito en la España de la época, la construcción del primer satélite espacial español. ¿Qué le hizo fijarse en este acontecimiento?
Durante casi 20 años he trabajado en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), que era el organismo español especializado en temas espaciales. Nuestra pequeña NASA, para entendernos. Tuve la suerte de conocer a bastantes ingenieros que participaron en el lanzamiento del primer satélite español, el INTASAT, en el año 1974, y tener acceso a una importantísima fuente de primera mano sobre aquellos años. Sin embargo me gustaría aclarar que “Berta y las estrellas” no tiene nada que ver ni con el INTA, ni con el INTASAT. Es una novela de ficción, aunque está inspirada en algunos hechos reales.
La célebre película “El astronauta” de Javier Aguirre contaba la imposible odisea de una cápsula espacial española con una puerta de 600 como escotilla. ¿En España le echamos humor a las carencias tecnológicas que tenemos?
Como suele ocurrir con frecuencia, en materia científica y sobre todo tecnológica, el español desprecia todo lo que se hace en España y admira lo que se hace en el extranjero. ¿Cuántas veces hemos oído: esta radio es muy buena porque es americana? ¿O este coche es fantástico porque es alemán? Pues bien, esto es un grave error. Y lo demuestra, por ejemplo, el INTASAT: cuando el mundo espacial estaba en pañales (salvo en EEUU y en la URSS) los españoles fuimos capaces de lanzar un ingenio al espacio. Ser el octavo país del mundo en conseguirlo demuestra el nivel y la capacidad de nuestros ingenieros.
La novela tiene como protagonista a la científica Berta que lucha en un mundo de hombres. ¿Ha cambiado la situación desde aquellas fechas?
Por completo. De la noche al día. En aquellos años, por desgracia, la mujer trabajadora tenía pocas opciones. La gran mayoría estaba poco cualificada y tenía que resignarse a ocupar puestos sin responsabilidad y dedicarse a trabajos muy secundarios: dependientas, secretarias, modistas… En ese mundo eminentemente masculino y machista el porcentaje de mujeres con estudios universitarios en carreras de ciencias era residual. Por eso el número de las que se dedicaban a temas científicos era insignificante, casi inexistente. Afortunadamente, hoy día todo eso ha cambiado, y ahora podemos encontrar, entre los científicos jóvenes, casi más mujeres que hombres.
Berta no comienza su excepcional carrera laboral como científica, sino como simple secretaria. Pero se sale de la norma. Estudiará ingeniería aeronáutica, y se convertirá en una excelente profesional.
A los españoles nos cuesta aprender idiomas. En la novela refleja como una persona que sabe inglés se puede desenvolver mejor en el ámbito laboral. ¿Era tan importante saber idiomas en la década de los sesenta?
En materia de investigación espacial, sin la menor duda. Todas las publicaciones sobre el tema estaban escritas en inglés. Berta no había aprendido inglés en una academia de idiomas, ni por viajar al extranjero, sino de una forma bastante más rudimentaria: había aprendido inglés de pequeña porque su madre trabajaba en la heladería americana de la Base Aérea de Torrejón, y con frecuencia se pasaba las tardes enteras jugando con los niños americanos.
La aventura que narra es un despropósito tecnológico que se mueve en el caos. ¿Sigue igual nuestra ciencia?
España ha sido siempre un semillero de eminencias y grandes científicos e inventores: Servet, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Torres Quevedo, Peral… hasta un español intervino en el diseño de los primeros trajes espaciales. En el campo espacial, que es donde se desenvuelve Berta, puedo asegurar que tanto en los años 60 como ahora, España ha sido una potencia a nivel internacional. El problema es que mucha gente lo desconoce.
La financiación del proyecto es un proceso clave para la novela. ¿Hasta en la ciencia hay corrupción y financiación ilegal?
Pues no. Realmente en la ciencia hay seriedad, mucha seriedad. Puedo asegurar que en los 20 años que trabajé en un organismo de investigación, jamás conocí un caso de corrupción o financiación irregular. La financiación “irregular” que aparece en mi novela es solo pura ficción.
Como casi todas sus novelas se basa en un hecho real. ¿Es difícil trasladar esa realidad a la ficción o, por el contrario, le da más libertad para la narración?
A diferencia de mis novelas anteriores, en las que era muy escrupuloso con los hechos históricos, “Berta y las estrellas” no es, ni mucho menos, una novela histórica. Esta situada en un momento histórico muy especial e inspirada en un hecho real: el lanzamiento del primer satélite español. Pero solo eso.
“Un escritor sin imaginación tiene menos futuro que un satélite que no es lanzado al espacio”
En plena carrera espacial. ¿Qué papel desempeñó España con sus estaciones de satélites?
El papel de España fue importantísimo. La NASA decidió instalar estaciones de seguimiento de sus ingenios espaciales en Europa. Y el lugar elegido fue España. La NASA tiene estaciones de seguimiento en tres países: Estados Unidos, Australia y España. No cabe duda que España ocupa y ocupará por siempre un lugar de honor en la historia de la NASA.
La imaginación es la principal herramienta del escritor
¿Cuál fue la relación que mantuvo el INTA con la NASA?
De leal amistad y colaboración. Y aunque no se conozca, España fue protagonista en la historia de la llegada del hombre a la Luna. La primera foto que se hizo de la Tierra desde la órbita lunar, se recibió en la Estación Espacial de Fresnedillas, situada a 50 kms. de Madrid. Y cuando Neil Armstrong, el comandante del Apolo 11, anunció al mundo entero que acababa de llegar a la Luna, su voz se oyó a través de la antena instalada en esa misma Estación. Aquel histórico día, más de 500 millones de personas de todo el mundo pudieron escuchar la voz del astronauta gracias a una antena instalada en España.
Increíblemente, el satélite de Berta funcionó y estuvo dos años operativo. ¿Fue un triunfo del pundonor?
Quise que la vida útil del satélite de Berta fuese la misma que el INTASAT. Fue un guiño a aquel satélite español que marcó un hito en la historia de este país, aunque la suya, como tantas veces ocurre, cayó en el olvido. Con este libro, he querido recuperar y sacar del olvido aquel acontecimiento mundial.
¿Por qué se abandonó el proyecto hasta casi veinticinco años después?
Construir y lanzar un satélite requiere mucha inversión. Después del lanzamiento del INTASAT, llegó una crisis mundial, la llamada “crisis del petróleo”, casi tan grave como la que hemos sufrido hasta hace poco. Me imagino que los Gobiernos de turno pensaron que era más útil invertir el dinero que cuesta un satélite en otras necesidades más apremiantes.
¿El español le echa ingenio a todas las situaciones de la vida?
Sin duda. Es tal vez el sujeto con más imaginación del mundo. Y la Historia nos lo demuestra. Apenas un puñado de españoles conquistaron un continente entero, salvando ríos caudalosos y cordilleras infranqueables, sin medios y con mucho ingenio.
Y para terminar, ¿Y el escritor?
La imaginación es la principal herramienta del escritor. Un escritor sin imaginación tiene menos futuro que un satélite que no es lanzado al espacio.
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