“Yo pude salvar a Lorca”, más que una evocación del autor de Romancero gitano, es a la vez crónica histórica, reconstrucción ficcional e íntima biografía familiar: la poderosa y lograda novela de Víctor Amela es un valeroso ejercicio de memoria, individual y colectiva. Un ejercicio de memoria que quiere aportar conciencia desde el presente al pasado de una guerra vesánica cuya úlcera sigue supurante en todas las familias españolas: la sangre de Federico García Lorca cae sobre todos nosotros... y al autor le ha reclamado este relato.
El propio Víctor Amela nos cuenta como dió con esta historia que se la contó su abuelo materno.
Empezó a gestarse cuando yo era un niño de diez años, en 1970, y la he incubado desde que falleció mi abuelo, en 1990. Sólo entonces decidí viajar al corazón de la Alpujarra de Granada, a Torvizcón, pueblo en el que nació en 1906, en busca de pistas para entender quién había sido aquel hombre callado que una noche muy lejana, cuando yo era un niño, a solas con él en el minúsculo comedor de su piso aluminósico del barrio de la Trinidad, en el extrarradio de Barcelona, me susurró:
“Yo pude salvar a Lorca”
Nunca me atreví a preguntar, por pudor, vergüenza, descuido, respeto o miedo. Y por no haber preguntado cuándo pude, la desaparición de mi abuelo me impelió dolorosamente a atravesar su vida de silencios, una biografía olvidada, callada, oscurecida, secreta. La de Manuel Bonilla, humilde pastor y labrador de La Alpujarra... y supuesto ganador de la Guerra Civil. Y así supe que mi abuelo pasaba clandestinamente a personas en peligro de la zona republicaba a la zona sublevada.., y que se afilió a la Falange de Granada el día 14 de agosto de 1936... Dos días después, un adulador del gobernador detenía a Lorca en casa de la familia Rosales, conocidísimos falangistas de Granada...
Mi novela cuenta esa historia, y también rememora el día en que mi abuelo señaló el rostro de un hombre en el televisor: “ese es mi amigo”, dijo. Supe más tarde quién era: Luis Rosales, poeta de Granada, coetáneo de mi abuelo y amigo de Federico. Con la técnica del novelista imagino los siete días y siete noches que Federico vivió en casa de Luis Rosales, las conversaciones nocturnas entre ambos poetas en presencia de Manuel Bonilla, mi abuelo... que aprenderá a leer durante la guerra, mediante un acuerdo con un maestro republicano al que encubrirá.
“Yo pude salvar a Lorca” es también crónica de mi búsqueda, azuzado por el desasosiego consciente de ser nieto de una guerra, hijo de una familia engendrada por la guerra: evoco los orígenes de mi madre, emigrada de Granada a Barcelona en 1953, y las derivas emocionales de aquellos días en ella y en mí. Es un relato que cruza siete decenios desde la sangrienta Granada del 36 hasta la Barcelona de aluvión de posguerra. Y hasta hoy.
Con “Yo pude salvar a Lorca” ilustro el drama íntimo de las familias de España laceradas por la guerra civil, hace 80 años... Dos familias de Granada amigas, los Rosales y los García Lorca, se separaron en el dolor y el silencio. Leedla como un canto a la amistad y a la dignidad humana irreductible.»
Víctor Amela, barcelonés nacido en 1960 de madre granadina y padre de la Trinitat Vella de Barcelona, es novelista y es periodista. Decano de la crítica televisiva en la prensa española, la ejerce desde hace treinta y cuatro años en La Vanguardia, rotativo en el que co-creó la sección «La contra», donde lleva 2.400 entrevistas publicadas en los últimos veinte años, espoleado por una curiosidad que nunca sacia. Colabora en televisión y radio, es autor de la egografía Casi todos mis secretos, del breviario Los Inspiradores de Amela y de las novelas El cátaro imperfecto (2013), Amor contra Roma (2014) y La hija del capitán Groc (2016, Premi Ramon Llull). Yo pude salvar a Lorca es su última novela.
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