“El taller de libros prohibidos” es el título de la novela de la autora y traductora Olalla García, especialista en traducir libros clásicos para una editorial madrileña. Quizá ese amor por los clásicos la hizo interesarse por un hecho como la de esas listas de libros prohibidos que siempre ha tenido la Inquisición. “En una conversación con una editora, hablamos del comienzo de la imprenta en tiempos de los Reyes Católicos, comencé a investigar y vi que tanto el control estatal como el control de la Inquisición, mucho más férreo, estaban interesados en todas las publicaciones que se realizaban en aquella época”, cuenta la escritora en un paseo por el patio central del Ayuntamiento de Úbeda en un momento de descanso del Certamen Internacional de Novela Histórica de la ciudad jienense.
“Después del Concilio de Trento, la iglesia católica estaba muy interesada en apagar cualquier foco de protestantismo. Las ideas protestantes se propagaban por medio de los libros y se descubrió que en Barcelona y en Alcalá de Henares había una serie de impresores que tenía cierta simpatía por las doctrinas de los hugonotes por lo que 1572 se realizó un proceso inquisitorial que condujo a varios actos de fe por diversas ciudades españolas, siendo el más importante el que se realizó en Toledo en la plaza de Zocodover”, explica con minuciosidad Olalla García.
El rey Prudente, a raíz de esos sucesos, emprendió una serie de acciones tendentes a controlar las ideas protestantes, para eso, publicó varios edictos con el fin de controlar las ventas de los libros prohibidos en las librerías. “Ese control a las librerías, permitía requisar todo libro sospechoso sin aviso previo, todos los libros que estaban en el Índice inquisitorial de Valdés y Salas”, cuenta con pasión la autora madrileña en un bello rincón de la ciudad ubetense. “Aun así se le consideró dadivoso porque no quemó ninguna librería como hizo Calvino”, puntualiza, como se hizo en otros países.
La novela parte de esa historia para forjar un sólido entramado detectivesco sobre una librera, algo excepcional porque las mujeres de siglo XVI no podían regentar negocio alguno. “Inés Ramírez, la protagonista, acababa de quedarse viuda y tenía dos años para vender el negocio de su marido o volver a contraer nupcias con un varón que dirigiese la imprenta. Normalmente, solían casarse, cuando esto ocurría, con uno de los oficiales con mayor experiencia de la imprenta. Sin embargo, Inés no se quería casar porque había sufrido maltrato físico por parte de su marido”, relata la autora de “El taller de libros prohibidos”. En esa época, llegaron a España muchos oficiales de imprenta de Francia y Flandes, huyendo de la Inquisición; uno de ellos, recala en la librería de Inés y se convertirá en el protagonista que da el contrapunto a la librera.
“El poder siempre ha querido controlar el pensamiento”
Para Olalla García, el tema central de su nueva novela es la censura. “El poder siempre ha querido controlar el pensamiento”, afirma categórica y agrega “la situación de muchos de esos libreros era injusta y para las mujeres mucho más”. De ahí que haya querido que su personaje central fuese una mujer. “Yo nunca había tenido una protagonista femenina y me hacía especial ilusión tener una”, subraya. Ambos protagonistas, Inés y Pierre, los ha desarrollado con especial dedicación. “Cuando aparece Pierre, nos damos cuenta de que oculta algo y que todo no es lo que parece”, nos anticipa la autora entre risas.
La Inquisición fue una de las grandes lacras que tuvo España
Cuando se sienta a escribir nuestra escritora, no tiene ninguna idea preconcebida sobre lo que va a tratar. “Yo hago todo lo que haga falta. A la hora de plantearme la historia no me cierro a nada. En este caso, tenía mucha documentación sobre el mundo de las imprentas”. He estado dos años documentándome, he visitado muchas imprentas y me he basado bastante en el libro de Clive Griffin sobre los procesos inquisitoriales de 1570-72”, reconoce la escritora y traductora madrileña, afincada, curiosamente, en Alcalá de Henares.
Hay que reconocer que Felipe II, llamado el Prudente por la lentitud con la que tomaba sus decisiones no siempre acertadas, era un enamorado de los libros, solo hay que visitar la biblioteca del monasterio del Escorial para darse cuenta; pero se consideraba el defensor de la ortodoxia católica en toda Europa y “quiso llevar esa ortodoxia a todos los rincones de Imperio”, apunta. ¡Ya podría haber llevado la libertad de expresión! De ahí que la legislación de imprentas fuese muy constreñida. “Cualquier libro que se publicase en Castilla debía estar aprobado por la Inquisición y el consejo de Castilla”. ¡Ahí es nada!
A Olalla García le gusta indicar que sus protagonistas son dos supervivientes. “Ambos se ven obligados, por las circunstancias, a plantease si deben ser fieles a sí mismos. Me gustan los personajes que son fieles a sus principios”, expone. También le gustan las mujeres que actúan como los hombres, las mujeres fuertes que siguen siendo femeninas y le gusta reivindicar la fuerza de las mujeres. Para terminar, quiere dejar claro lo que significó el Santo Oficio durante esos siglos. “La Inquisición fue una de las grandes lacras que tuvo España”, concluye categórica.
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