"Pintores", de Seung-yeoun Moon y Suzy Lee, es un delicioso y divertidísimo álbum ilustrado donde desborda la vivacidad, la frescura y la alegría de la niñez. La historia es una escena fácilmente reconocible en casas donde hay niños y niñas: dos hermanos extasiados de felicidad, poseedores de inagotables fuentes de creatividad e imaginación, deciden experimentar con unas acuarelas y sus propios cuerpos. Embriagados por su juego, dejándose llevar por su imaginación, se divierten pintándose mutuamente y, en el clímax del momento, su madre se une a la caótica juerga de sus hijos.
Es una indudable maravilla poder disfrutar de esta alocada fiesta y ver, como al final, no hay una madre enfurecida por el resultado de tan alocada idea, sino que se ríe de tal ingeniosidad y deja que sus hijos la contagien con su alegría desbocada y su espontaneidad. De estos éxtasis de felicidad nos habla esta historia, de estos alocados momentos que, a veces, como adultos solemos hacer añicos con regañinas o dosis de seriedad. No olvidemos que los instantes más divertidos los hemos pasado con las rodillas verdes pintadas por el césped, con los pantalones manchados de barro, las manos llenas de harina o la cara manchada de chocolate. Que no se nos vaya nunca el recuerdo de habernos pintado bigotes y de no terminar ni un solo día con la ropa limpia. La suciedad se lava, las cosas rotas son solo objetos, pero la niñez, una vez se acaba ya nunca regresa. Los niños, como el sol, irradian energía, empapémonos y olvidémonos de todo menos del momento de ser felices junto a ellos, porque todavía queda una parte del niño o niña que algún día fuimos. Como alguien adulto me dijo una vez “no me tiro por un tobogán porque no me cabe el culo, no porque ya no me apetezca”.
Además de ser una ocurrente historia, cabe destacar el trabajo hecho por la ilustradora Suzy Lee. Ya nos dejó anonadados con anteriores trabajos como “La ola” o “Sombras”, y este nuevo lanzamiento no es menos ingenioso. Las ilustraciones nos transmiten ese frenetismo antes mencionado, absorbiéndonos en el caos e invitándonos a adentrarnos en el juego de los niños. Las imágenes consiguen ser el mejor narrador y Lee logra que los elementos más relevantes sean los primeros en captar la mirada del lector solamente al pasar las páginas. La suma de todo esto deja constancia, de nuevo, del talentoso y entrañable estilo de Suzy Lee y hará que este álbum no nos pase desapercibido cuando entremos en una librería.
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