La novela cuenta la historia paralela de dos personajes. Por un lado está Felícito Yanaqué, un pequeño empresario dueño de la Empresa de Transportes Narihualá de Piura, que es extorsionado por las mafias y, por otro lado, Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora de Lima, quien urde una sorprendente venganza contra sus dos hijos holgazanes.
"Todas mis historias parten de experiencias personales, la imaginación no trabaja en abstracto, sino a partir de ciertas imágenes y recuerdos. Esto no quiere decir que sean mis obras autobiografías noveladas", explicó el escritor peruano sobre su forma de escribir. En esta ocasión el relato parte, -no recuerda bien si lo leyó o se lo contaron-, de la historia de un transportista modesto de la ciudad de Trujillo que no quiso pagar cupos a la mafia y para eso estaba dispuesto a enfrentarse a la violencia que aquello implicaba. De ahí que abogase por los principios que este empresario enarboló.
Para el Premio Nobel en estos últimos años Perú ha vivido un proceso muy grande de modernización, "justo desde la caída de Fujimori hemos conseguido en Perú consensos muy amplios para mantener la democracia y esto, unido al estímulo de la inversión extranjera, está reportando un gran beneficio económico", relata Mario Vargas Llosa en la presentación de su última novela. Añadió que esto mismo se hace extensible a casi toda América Latina gracias a la aparición de empresarios muy humildes que han tenido carreras exitosas.
Su novela, al principio, iba a ser una sola historia, pero luego surgió la de Ismael Carrera, que da el contrapunto a la primera, dando pie para enfrentar ambas. "Siempre que he escrito una novela he tenido la necesidad de juntar varias historias teniendo así la posibilidad de que toda trama se convierta en una ramificación casi infinita de historia", explica el Premio Nobel ante un auditorio atestado de amigos y periodista de ambos lados del océano.
Para el reconocido escritor, que se mantiene joven tanto en lo físico como en lo mental, sus historias son cada día más difíciles de terminar; "me cuesta menos empezar una novela que terminarla y es curioso, porque ahora me siento más inseguro escribiendo que cuando comencé mi carrera y eso me hace pasar muy malos ratos", confiesa el autor de El sueño del celta.
Para Mario Vargas Llosa Perú ha dado un salto cualitativo en su modernización. "Mi impresión es que el país está enrumbado, bien orientado y eso ha sido debido en gran parte al consenso establecido por todas las fuerzas democráticas tanto en la democratización, como en lo económico y también ha ayudado mucho la inversión extranjera. Esto ha hecho que los problemas sean menores que hace unos años. Y además, la crisis económica que hemos padecido ha sido menor que la padecida por Estado Unidos, Europa y el resto del mundo", opina.
Otro problema que también se ha sabido reorientar ha sido el del narcotráfico. "La corrupción ha estado muy ligada al problema de las drogas pero gracias a muchos héroes anónimos que se han enfrentado a esta lacra, estamos sabiendo salir de ello", sintetiza. "El pesimismo que vivíamos se está solucionando gracias a la decencia de muchas personas", añade.
Aunque su esposa y su editora le prohibieron hablar de política, algunas de las preguntas que se le hicieron fueron por ese camino, sobre todo en la cuestión catalana. Pero respondió a esas cuestiones de modo "literario". "El proceso de globalización es lo más fascinante y maravilloso que estamos viviendo. El nacionalismo es el regreso a la tribu, como señalaba Karl Popper. Es el que otros decidan por ti, como ya ocurrió en Alemania y Japón antes de la Segunda Guerra Mundial", respondió con lucidez y añadió: "es atroz que el nacionalismo pueda obnubilar las cabezas".
Aun así agregó que "en la clase política hay mucha ineptitud, pero es peligroso condenar en bloque a todos los políticos. Al fin y al cabo, la sociedad tiene la clase política que se merece", afirmó. "Ser político es recibir un baño de mugre, de ahí que las personas decentes, brillantes y creativas no quieran dedicarse a esos menesteres", enfatizó resuelto.
Su filosofía de vida la dejó bien clara cuando dijo que para él "lo importante es vivir como si uno fuese inmortal. No hay que perder el entusiasmo por la vida, por los ideales e ilusiones. Par mí escribir significa exactamente eso. Como los buenos actores, que dicen que quieren morir en el escenario, yo quiero morir con la pluma en la mano, escribiendo y viviendo hasta el final".
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