Es una emotiva y luminosa novela que aborda el delicado equilibrio entre la felicidad y el desconsuelo, forjado a partir de la necesidad de sobrevivir a la tragedia y la importancia de amar y de sentirse amado. De manera esperanzadora, la novela avanza revelando que en la vida de los personajes hay veranos luminosos pero también tormentas que lo destruyen todo. Andreu y Júlia buscarán este equilibrio y lo encontrarán en los pequeños detalles de la vida que son los que dan la fuerza necesaria para mirar hacia adelante.
El verano que empieza ha sido galardonada con el Premio Ramon Llull 2013. Tras cuatro ediciones y 34.000 ejemplares editados en catalán, llega ahora en castellano la obra más esperada de este verano.
Verano de 1961. Elvira y Roser disfrutan observando el mar, el suyo, el del pequeño pueblo de Sorrals. Lo han hecho siempre ya que son amigas de la infancia. Sin embargo este año es distinto porque ambas están embarazadas. Tumbadas al sol hablan y fantasean sobre la posibilidad de que sus hijos hereden el vínculo que las une a ellas, que sean amigos o incluso que puedan llegar a enamorarse.
Andreu llegó al mundo el primer día de un junio muy cálido y Júlia lo hizo tres semanas más tarde, justo la noche de San Juan. Los Balart fueron al hospital a visitar a la recién nacida y allí compartieron su primera verbena juntos. Los cuatro adultos brindaban con cava, ellas seguían con sus planes de futuro para sus dos retoños y asumieron que había una probabilidad entre mil de que todo saliera como les gustaría. Mientras mantenían esta conversación, Andreu dormía plácidamente y soltó un suspiro. Júlia, en cambio, acababa de despertarse y refunfuñaba.
La vida pasa y los años siguen. Los Reig vieron aumentar la familia con la llegada de Ruth e Ignasi, pero nada impidió que siguieran juntándose con los Balart, cada año, para celebrar en el jardín de estos últimos la noche de San Juan.
La preparación de la cena se convirtió en todo un ritual que se repetirá verano tras verano: un mantel de hilo blanco, copas azules y verdes y platos de distintas vajillas. Nunca faltó un jarrón en el que flotaban dos hortensias, grandes y redondas como madejas de lana, y una magnolia que diera un buen olor.
En el verano de 1976 todo el mundo tenía muchas ganas de verbena porque sería la primera de una nueva época, la que había dado comienzo hacía unos meses, la noche del 20 de noviembre, con la muerte del dictador. Los Reig y los Balart brindaron por el santo de Joan, por los quince años de Júlia, por la llegada de nuevos tiempos y por su larga y consolidada amistad. Andreu también alzó su copa y quiso hacer su propio brindis... "Por el verano que empieza". Otra tradición que se perpetuaría.
Los veranos empiezan y acaban, pero aquel en el que Júlia y Andreu cumplieron la mayoría de edad, el verano no se inició como todos deseaban. Recordarían durante el resto de su vida el aspecto que tenía el jardín de la casa de la playa aquella tarde. La luz amarillenta, la brisa suave, las risas amortiguadas de Ruth e Ignasi bajo el sauce.
También recordarían que había sonado el teléfono y que Andreu había corrido a cogerlo tras atravesar el jardín y subir los escalones del porche... uno, dos, tres; en ese momento habían transcurrido un par de minutos, una tarde, un verano, toda una vida... tras aquella llamada supieron que nada volvería a ser igual y Júlia decidió que ya no quería seguir vinculada a la historia que le había tocado vivir desde antes de nacer.
Después de aquella tarde de San Juan, Júlia y Andreu intentaron encontrar su propio camino, cada uno el suyo, por separado. Los dos fueron a la universidad en Barcelona y tardaron casi todo el tiempo que duró sus estudios en ser conscientes de que el vínculo que les unía continuaba existiendo. Que la felicidad está hecha de pequeños trozos que se guardan, y que ellos los habían guardado muy bien en su memoria cuando eran pequeños y aquel niño rubio y de ojos grandes le lamía el salitre del brazo a su querida amiga en la cala de Sorrals.
Y es que ambos creían, tal y como habían sucedido los distintos acontecimientos de sus vidas, que compartir las alegrías las duplicaba y compartir las penas las reducía a la mitad.
Sílvia Soler (Figueres, 1961) es escritora y colaboradora habitual de los medios. Es autora de las novelas "El somni dels volcans", "Mira'm als ulls" (Premio Fiter i Rossell 2003), "Petons de diumenge" (Premio Prudenci Bertrana 2008) y "Un creuer fora de sèrie" (2011). También son obra suya "El árbol de Judas" y las desternillantes "39+1. La edad en que una mujer sabe que el hombre de su vida es ella misma" y "39+1+1. Enamorarse es fácil si sabes cómo". "El verano que empieza" ha sido galardonada con el Premio Ramon Llull 2013.
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