El libro es una de esas obras arquetípicas que encapsulan una idea motriz del género; en este caso, la de un entorno aislado del mundo donde los últimos humanos viven vidas plácidas hasta que uno de ellos, inquieto, decide romper las barreras con el exterior.
Algunos lectores habrán encontrado esta idea por primera vez en películas como La fuga de Logan o Matrix, según a qué generación pertenezcan, pero para los viejos aficionados a la ciencia-ficción, su plasmación más perfecta es ésta. Añadamos que dicha ruptura con las convenciones sociales sólo es el comienzo de una apasionante aventura de descubrimiento de la posición del ser humano en el universo, y tendremos una buena descripción de un libro que no sólo es esencial dentro del género, sino que también posee una interesante relevancia contemporánea cuando han transcurrido casi sesenta años desde su primera aparición. El libro ha sido traducido por Julián Díez, autor además de un ensayo que acompaña a esta edición.
En un remoto futuro, la ciudad de Diaspar acoge a los últimos restos de la humanidad sobre la Tierra. Perseguidos hasta su planeta natal por los misteriosos Invasores que conquistaron el universo, los humanos abandonaron su Imperio Galáctico. Desde entonces, y durante millones de años, Diaspar ha mantenido a sus habitantes sumidos en el grato estupor de una sociedad perfecta.
Gracias a sus poderosos circuitos de eternidad, la ciudad conserva para siempre todos sus elementos, incluyendo a sus ciudadanos, que emergen completamente adultos de la Sala de Creación, viven vidas plenas que duran siglos, y por fin vuelven a los Bancos de Memoria a esperar su resurrección al cabo de miles de años.
Pero muy rara vez, en Diaspar nace un ciudadano único, cuya información no consta previamente en la memoria de la ciudad. Nadie sabe por qué aparecen, ni cuál es su función en el sofisticado mecanismo de Diaspar.
Alvin es uno de estos únicos, y como tal carece de vidas anteriores a las que remitirse. Por eso no le resulta difícil cuestionar la organización social aparentemente perfecta de Diaspar, y especialmente la limitación psicológica que hace que sus habitantes sean incapaces de salir de ella.
A pesar de las comodidades que le rodean, Alvin está insatisfecho. Pero pronto encuentra su objetivo: abandonar Diaspar, averiguar si el exterior es tan hostil como dicen, y descubrir si realmente son los últimos humanos sobre la Tierra.
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