Carlos Mayoral comenzó a hacerse famoso como activista literario en las redes sociales gracias a su twitter @LaVozDeLarra. Enseguida publicó el libro “Etílico”, sumamente recomendable, donde demostró sus profundos conocimientos literarios, novelando la inseparable relación entre el alcohol, la autodestrucción a la escritura a través de la vida de un puñado de escritores legendarios. Y eso, pese a tener como primera profesión la de ingeniero informático. No fue hasta después de terminar la carrera cuando le picó el gusanillo de la filología. “Empecé a estudiar la carrera a distancia y todavía no la he terminado”, confiesa con humildad en una tibia tarde otoñal en el barrio de toda su vida.
No le ha hecho falta terminar los estudios de filología para escribir sobre literatura. Para el autor madrileño, hay “una especie de vacío académico en la universidad por el que no siento mucho cariño”, dice en tono tranquilo. Esas críticas al ambiente académico, se acentúan cuando hablamos de la Real Academia Española (RAE). “Están cometiendo muchos errores de bulto y de indefinición, no saben a qué parámetros acogerse; y eso, que creo en ella como elemento vertebrador del idioma”, expone con precisión y sin querer hacer mucha sangre porque la Academia está tocando fondo con demasiadas decisiones incoherentes. “Yo soy muy normativista”, subraya para zanjar la cuestión.
En las redes sociales, Carlos Mayoral tiene más de 38.000 seguidores. Curiosamente, comenta con acierto, son las personas que han estudiado carreras más sociales o se dedican a tales menesteres las que utilizan más las redes. Por el contrario, los que han estudiado o trabajan en profesiones técnicas las utilizan menos. ¡Curiosa paradoja! Aunque a él, no le gusta que se hagan estas diferencias.
El título del libro, “Empiezo a creer que es mentira”, con un "verdad" tachado, tiene mucho de inspiración en el realismo mágico, pero también en Rulfo: “Todo escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira” o en Fernando Pessoa, “el poeta es un fingidor”. El espíritu de Leopoldo María Panero, no sólo planea por el título, también por las páginas del libro como lo hacen los escritores de la Generación del 27. “Creo que el escritor de esta generación que tiene más vigencia es Federico García Lorca, ya que en su corta vida tocó muchos estilos literarios y hay que reconocer que el Romancero fue muy popular. Aunque yo creo que el poeta más potente de esa generación fue Luis Cernuda”, discierne con precisión. También añade que “Miguel Hernández fue el que más supo empatizar con lo popular y que con el Nobel de Vicente Aleixandre se quiso premiar a toda una generación”.
Como hemos señalado más arriba, el libro homenajea a los escritores del realismo mágico. “Una concentración de talento similar al siglo de Oro español. Supuso un giro en el devenir de la literatura mundial y los premios nobeles a Gabo y Vargas Llosa no dejan de ser un reconocimiento a los autores del boom que concluyen con Roberto Bolaño, al que ya incluyo en el siglo XXI”, explica el joven autor.
Su libro está repleto de escritores clásicos aunque opina que “lo clásico cada vez tiene menos vigencia y todo ha sido gracias a la enseñanza”. Quizá sea la enseñanza el gran problema de nuestro país que lo está desvertebrando. Leer La Celestina o las Cartas Marruecas de José Cadalso pueden ser lecturas complicadas para los jóvenes de hoy en día pero la vigencia que tienen sigue siendo la misma que cuando se escribieron, lo mismo ocurre con la problemática que se plantea en el Quijote. “Hay un gusto equivocado ciertamente snob provocado por todo lo que huele a americano”, agrega y sino que vean lo que ocurre en estos días con Halloween .
Las críticas sobre la RAE no son nada si las comparamos con las que hace del premio Nobel concedido a Bob Dylan: “Es una vergüenza absoluta. El premio Nobel es un premio muy universal, capaz de explorar distintas culturas y gracias al premio podemos acceder a culturas lejanas o desconocidas para nosotros. En el premio de este año hay un giro hacia el mérito literario que hay que celebrar”, razona acertadamente.
A Carlos Mayoral no le gusta la diferencia entre la literatura de ficción y no ficción. “La literatura lo cubre todo”, afirma nada más comenzar nuestra entrevista. Su libro navega con rumbo fijo entre los dos géneros y tiene un claro objetivo “divulgar la literatura”, al modo británico, más entretenido que el de los especialista de nuestro país. También señala que “no me gusta escribir con un tono solemne”. Lo que sí le gusta es leer a escritores como Borges, “estuvo en España en los años 20 y quedó fascinado con las figuras de Rafael Cansinos-Asséns, al que consideraba su maestro, y Ramón Gómez de la Serna", apunta. Figuras bastante olvidadas y que habría que recuperar.
Otra cuestión que le encanta es “dar la importancia que merecen los contextos en los que los escritores han escrito sus obras. Me interesa el papel que desempeña en ese contexto”, comenta y agrega “no creo que la literatura sea inútil. La literatura es una especie de espejo subjetivo. La visión será siempre muy personal. En la subjetividad está la riqueza de la obra”.
En la conversación que mantuvimos fueron surgiendo diferentes temas de conversación como la literatura de terror. Evidentemente, el autor se queda con Poe en lugar del contemporáneo Stephen King pero quién más le llega es Bécquer. “Sus leyendas tienen una prosa finísima y muy actual. Es el padre de la lírica moderna”. También aparecen los nuevos y jóvenes narradores favoritos suyos como Juan Talón o Sergio del Molino. Pero quiere terminar la entrevista hablando sobre Larra. “El nick me vale para analizar la actualidad literaria. A Larra lo llevo siempre dentro del corazón”, concluye Carlos Mayoral una interesantísima charla sobre literatura.
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