El protagonista absoluto del musical es el caballo árabe
Andrés Vicente Gómez, hasta ahora, nunca se había enfrentado a una producción teatral. Su mundo es el cine pero un proyecto de esa envergadura es una perita en dulce que no pudo dejar pasar. Cuando los valientes se enfrentan a retos nuevos, en ocasiones se les pone todo de cara y a los pocos días un encuentro fortuito con el escritor Ray Loriga, con el que ya había trabajado, hizo que empezasen a trabajar en el guión.
Por otro lado, quizá lo más flojo de la obra, ya que partiendo desde el mundo de Las 1001 Noches hasta el Londres de la época Victoriana, con referencias a La vuelta al mundo en ochenta días de Jules Verne no aporta nada nuevo y sí un montón de tópicos ya vistos 1001 veces. Al recordar la película Océanos de fuego, el guión nos deja un regusto amargo en el que, sin duda, se podían haber esforzado un poco más buscando más originalidad ya que el tema da mucho de sí.
Salvo ese pequeño inconveniente, la obra convence en todos los sentidos y eso que la producción está pensada en un primer momento para el West End londinense, aunque el estreno tenga lugar en un sitio tan poco convincente como los Teatros del Canal, espacio frío aunque de buena sonoridad. De poca duración se me antoja la temporada que tienen prevista en Madrid. Imagino que en pocas fechas saltarán a Londres.
El último jinete no es solo el sueño de Tiradh, el protagonista jinete sin caballo. Es el sueño de dar a conocer a los caballos árabes en todo el mundo, de ahí que fuese Iyad Ahmed Madani, al que el productor había conocido en Riad cuatro años antes siendo ministro de Cultura, Información y Peregrinaciones, el que lanzó el reto: encontrar una poderosa historia que incluyera a los caballos árabes y crear un musical.
Desde los desiertos del Oriente Medio hasta la Inglaterra Victoriana, El Último Jinete es una experiencia que combina un impresionante despliegue visual con el drama. Una celebración del poder del amor y de la belleza acorde con los sueños de un jinete que no conoce su caballo, pero que lo sueña repetidamente y por el que lucha pasando innumerables aventuras desde Arabia hasta Londres.
"El caballo árabe es fuerza y sensibilidad. Es nobleza y memoria, es capaz de recordar un abuso y no olvidará jamás una caricia. En el desierto tuvo su desarrollo. Allí se forjó su inteligencia, su carácter, su resistencia. En nuestro musical el protagonista de El último jinete vive una vida paralela de lealtad y amor. Él y su caballo van a buscarse en sus sueños y en sus vivencias, recorrerán lo más fascinante de Oriente y Occidente. Vivirán escenarios de paz y violencia, de crueldad y compasión. Conocerán lugares de extraordinaria belleza, seres que representan a todos los tipos humanos y mágicos. En medio de los avatares de este mundo vivirán grandes aventuras, pero ninguna tan grande como la de haberse encontrado", escribe el productor Andrés Vicente Gómez.
Para la puesta en escena ha contado el productor con un equipo realmente brillante. La música ha corrido a cuenta de Albert Hammond, John Cameron y Barry Mason. Todos sobradamente conocidos. Albert Hammond como cantante y compositor de canciones melódicas, John Cameron como arreglista y compositor de personajes tan dispares como Donovan o José Carreras, eso sin contar su participación en el musical Los Miserables y Barry Mason, compositor para diferentes artistas como Tom Jones, Rod Stewart o Charles Aznavour, entre otros. El peso principal de la obra lo llevan las canciones que componen el tándem Hammond-Mason. Esa unión de autores les puede dar una idea de la música del espectáculo, canciones melódicas de diferentes géneros, con mucho tempo medio y mucha armonía vocal.
Mención a parte merece el vestuario, muy elegante y de gran colorido, confeccionado por Ivonne Blake; la coreografía muy en la línea de los grandes musicales, está bien concebida y ejecutada, destacando la armonía de ese caballo blanco que interpreta una pareja; hombre, la cabeza; mujer, la cola de una plasticidad brillante. Uno de los grandes aciertos del musical, como ese caballo, es el holograma increíble que sale al comienzo de la segunda parte y que deja boquiabiertos a todos los asistentes a la representación. Sólo por ese momento y por la coreografía del caballo merece la pena asistir a la función, ya que ambos son los momentos más brillantes de una obra con un tono más que digno.
Pero no son los únicos, porque el elenco del musical tiene un tono muy elevado. Empezando por Miquel Fernández, Julia Möller, Marta Ribera, Elena Medina, Guido Balzaretti y todos los demás que cantan con una ejecución perfecta, sin errores, lo que no es muy usual, y con unas voces que hemos oído ya en algunos musicales o en películas de Disney. El joven elenco es otra de las bazas fuertes del musical. Se les nota mucho el ensayo de meses.
Todos estos componentes nos hacen pasar las casi dos horas y media que dura la función en un suspiro. Es un espectáculo en el que hemos conocido algunas costumbres saudíes, del desierto y, sobre todo, de los caballos árabes y en la que hemos presenciado unos avances técnicos que nos han dejado deslumbrados.
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