El libro, más concretamente, cuenta la vida de
Francisco Ascaso en ese casi año y medio que duró el periplo que emprendió junto a Durruti por América para "expropiar bienes burgueses", es decir, asaltar bancos para financiar la lucha social, y así poder armar un pequeño ejército que intentase invadir España. Todos los intentos fueron un fracaso pero, desde luego, voluntad no les faltó.
"Si fueran americanos, estos tíos tendrían películas con Oscar, ¡qué injusto es ser español!", afirmó Jorge Díaz en la presentación del libro. Ambos personajes, Ascaso y Durruti, podrían ser unos personajes de cine como Butch Cassidy y Sundance Kid, atracadores, pero con una "simpatía personal" que les convertiría en héroes de los ideales libertarios.
El haber nacido en Aragón y en León, está claro que no les favoreció. Lo que sí ve el autor es una buena película de aventuras en el libro, con un guión, que no le gustaría hacerlo a él, sino que se lo dejaría a Ignacio Martínez de Pisón, que le acompañó en el acto. Para interpretar a Durruti qué mejor que un actor como Javier Bardem, dijo el guionista y creador de la serie televisiva Hospital Central.
Díaz escogió a Ascaso como protagonista porque era menos conocido que Durruti y porque todo el mundo le desaconsejaba hacer protagonista al anarquista leonés, hasta el corresponsal del Izvestia en la guerra civil española, Ilía Ehrenburg, escribió que "es imposible escribir una novela sobre Durruti", el autor prefirió hacerle caso y escribirla sobre Francisco Ascaso, mucho menos conocido pero no por ello menos importante.
La diferencia entre los dos era que Ascaso era una persona más callada, analítica y cuidadosa, mientras que Durruti era una persona de una desbordante simpatía personal, con don de gentes y "que no dudaba nunca, alguien parecido al Fernando Fernán Gómez en su peor día. A la mierda la burguesía -diría con su potente voz", señala el novelista irónicamente.
Jorge Díaz quiso dejar claro que pese a sentir una gran admiración por los dos personajes, "no dejaban de ser terroristas", ni unos atracadores que robaban para financiar su causa anarquista. Sí, eran "unas personas completamente honestas, pero equivocadas", que eran capaces de pasar hambre o trabajar como camareros, estibadores o mecánicos para comer y guardar una maleta llena de pesos para financiar su causa.
En alguna ocasión se dieron situaciones dignas de las mejores películas de Woody Allen, cuando secuestran un taxi para atracar el Banco de Chile y a la salida del atraco, el coche se cala, los viandantes que estaban por allí empujan el vehículo para que pueda arrancar, "este hecho es totalmente verídico", señala Díaz.
"He intentado no tocar la ideología, sólo los personajes", dice Díaz y añade "ni soy anarquista, ni estoy en contra de ellos, pero si se presentaran a unas elecciones, no les votaría". Está claro que lo que el autor ha querido hacer es exponer una situación tal y como fue, para ello se ha documentado profundamente y ha leído todo lo que ha caído en sus manos sobre estos personajes.
Para Martínez de Pisón la novela refleja muy bien cómo era el mundo en los años veinte, "donde no había leyes, imperaba la ley de la jungla y todo valía, donde se daban la mano soplones, traidores y torturadores", ha señalado el novelista aragonés. Resaltó la sabiduría narrativa del autor, su saber contar las historias, su facilidad natural para narrar que le ha dado tantos años de guionista de televisión. "Sus diálogos son estupendos y la estructura no falla por ningún lado", remachó el autor de Carreteras secundarias.
Los personajes están muy bien tratados, tanto los históricos como los ficticios. Ascaso y Durruti están descritos tal y como eran. Evidentemente, los diálogos no podemos conocer exactamente cómo fueron, pero el espíritu está en la novela, sus descripciones son reales y las situaciones de ellos con otros anarquistas como Joan García Oliver o Rafael Torres Escartín son plenamente verosímiles.
Uno de los mayores aciertos de la novela es la creación del policía torturador Joaquín Valenzuela, un malo atractivo, apuesto y educado, "al malo hay que cuidarlo, hacerlo imponente y darle muchas más armas que al bueno -lo dice el creador del doctor Vilches de Hospital Central, así pues, se le supone que de eso entiende bastante- para que el bueno al vencerlo se llene de razón", concluye el escritor.
Estamos, pues, ante una auténtica novela de aventuras, con capítulos a modo de escenas muy cinematográficas, donde los buenos no son tan buenos y donde los malos no son tan malos. Todos tienen sus razones y casi todas son equivocadas. Jorge Díaz relata las situaciones sin juzgarlas para que sea el lector quien tome su propio partido, si es que hay que tomarlo.
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