La segunda parte (ciudades) se centra en París, en donde fue corresponsal del diario El Mundo. Como ocurre siempre con su literatura, el París de hoy, pese al paso de los años, sigue empeñado en dar la razón a Camba.
La montaña le corresponde a Suiza, un lugar donde encuentra ciudadanos de toda Europa menos suizos. Con motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Camba,
Playas, ciudades y montañas, supone un homenaje a uno de los mejores escritores españoles del siglo XX que el pasado 28 de febrero se cumplió el 50ª aniversario de su fallecimiento. Estamos pues ante el aniversario de unos de los periodistas españoles más internacional y original.
Julio Camba es hoy uno de los grandes escritores del siglo XX, aunque apenas publicó novelas y la mayor parte de su obra fue inspirada y alimentada por el periodismo. Culto y al mismo tiempo asequible para todo tipo de lectores, elegante y dueño de un sentido del humor radicalmente inteligente, se ganó a los principales escritores de su época, desde Azorín, que lo ensalzó en un artículo de ABC, hasta Baroja. Amigo del anarquista Mateo Morral, con quien compartió más ideas que bombas, Camba colaboró con los principales medios de comunicación españoles, de los que fue corresponsal en Constantinopla, París, Londres, Berlín y Nueva York. Desde algunas de estas capitales cubrió la Primera Guerra Mundial y el crack de 1929, que hundió la economía norteamericana.
Entre sus libros destacan
Playas, ciudades y montañas (1916),
Un año en el otro mundo (1917),
La rana viajera (1920),
Aventuras de una peseta (1923),
El matrimonio de Restrepo(1924),
Sobre casi todo y
Sobre casi nada (ambos de 1928),
La casa de Lúculo (1929),
La ciudad automática (1933) y
Haciendo de República (1934). En 1951 obtuvo el premio Mariano de Cavia y durante años se le consideró el periodista mejor pagado de España. En 1949 se instaló en la habitación 383 del Hotel Palace de Madrid, en donde residió durante los últimos doce años de su vida.
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