Las tres heridas, título que hace referencia al conocido poema de Miguel Hernández “Llegó con tres heridas” -en el que el poeta alude a las heridas del amor, de la muerte, y de la vida- describe, con gran realismo, la guerra civil española a través de dos familias de diferente nivel social para mostrar el absurdo de una guerra, sus profundas injusticias y cómo es capaz de torcer, de un modo irreparable, las vidas de víctimas inocentes. Al mismo tiempo, la novela también muestra la otra cara que se da en cualquier situación extrema: el heroísmo, la generosidad, las amistades incondicionales y los amores indestructibles que, como un milagro, conviven con tanto dolor.
Ernesto Santamaría, un joven viudo que lleva una vida solitaria, ha decidido dejar su carrera como docente para dedicarse a escribir, sin demasiado éxito hasta el momento. En su búsqueda de una gran historia que le haga conseguir el triunfo anhelado, encuentra en El Rastro madrileño, por casualidad, una caja de latón que contiene la foto de una pareja posando delante de la Fuente de los Peces, de Móstoles, fechada el 19 de julio de 1936, con dos nombres escritos en el dorso: Mercedes y Andrés. La antigua caja de caramelos también contiene unas sencillas cartas de amor. Atraído por este exiguo pero sugerente contenido, se plantea la difícil tarea de investigar sobre el destino de la pareja desconocida. El relato da un salto en el tiempo para contar cómo Mercedes espera noticias sobre el paradero de su marido, Andrés Abad, a quien se llevaron, junto con su hermano Clemente, en una camioneta con rumbo desconocido mientras trabajaba en el campo, a poco de comenzar la guerra.
Teresa, por su parte, vive en Madrid, en una posición privilegiada. Su padre, Eusebio Cifuentes, es tocólogo en el hospital de La Princesa. Posee una inmensa fortuna que, en realidad, debe a su esposa, Brígida Martín, una mujer déspota y poco inteligente. Al igual que Mercedes, Teresa también espera con ansiedad noticias de un ser querido; en su caso, es su hermano Mario quien desapareció, el mismo día del estallido de la guerra, cuando se dirigía a El Pardo con unos amigos.
Ernesto Santamaría, a medida que avanza en su investigación, va uniendo las piezas del puzzle que cuenta esta historia fascinante. Esta llega a obsesionarle hasta el punto de no distinguir a veces la línea que separa realidad de ficción. Pero su implicación en la historia de Mercedes y Teresa irá aún más allá, al ser él mismo quien finalmente cierre el círculo de la historia, participando en la revelación de un secreto largos años esperado.
La novela muestra la otra cara que se da en cualquier situación extrema: el heroísmo, la generosidad, las amistades incondicionales y los amores indestructibles que, como un milagro, conviven con tanto dolor. La narración alterna dos momentos distintos en el tiempo: los capítulos en los que se desarrolla la guerra y otros, situados en la época actual, en los que el escritor Ernesto Santamaría va relatando, en primera persona, cómo consigue ir tirando del hilo hasta reconstruir la historia completa.
Con estos recursos, la autora reconstruye con una fidelidad extraordinaria el Madrid caótico de julio del 36 y los sentimientos de desorientación y de miedo que provocó, para muchos de sus habitantes, el imprevisto estallido de la guerra. Otro elemento que llama la atención es el juego de contraposiciones que, como un esquema oculto, contribuye a dar una mayor brillantez a la historia. Nos referimos, por ejemplo, al hecho de que el relato vaya alternando no solo pasado y presente, sino invierno -el escritor se muere de frío durante sus incursiones por Móstoles en busca de pistas- y verano -la mayor parte de la guerra se describe bajo el signo de un calor sofocante-. Este juego de contrarios, consciente o no por parte de la autora, subraya las diferencias de esos dos mundos tan distintos a los que nos referíamos antes.
Este juego de contraposiciones no es el único de la novela, sino que se aprecia casi continuamente a lo largo de toda la narración. Así, encontramos el mundo femenino de las dos protagonistas principales frente al mundo fuertemente masculino que las rodea; el universo de las derechas frentes al de las izquierdas; el relato del tiempo presente frente al pretérito; el mundo real y el de la imaginación; el de la generosidad y la barbarie...
Paloma Sánchez-Garnica nació en Madrid, en 1962. Es licenciada en Derecho y en su día, durante seis años, preparó oposiciones a Registros y Notarías, una etapa que, sin duda, forjó su carácter en cuanto a disciplina y trabajo duro. Posteriormente ejerció la abogacía, actividad que abandonó coincidiendo con la entrada de sus hijos en lo que ella califica como “la edad oscura y densa” de la adolescencia. También es licenciada en Historia. No es de extrañar, por tanto, que hasta ahora toda su obra pertenezca al género de novela histórica, siempre mezclada con dosis de intriga y de misterio. Se confiesa apasionada de la Edad Media, una época, según asegura, falsamente tachada de oscurantismo por los hombres del Renacimiento, que de esta manera se aseguraban de hacer prevalecer su nueva visión del mundo.
Con su primera novela El gran arcano, publicada en el año 2006 por Plaza&Janés, se iniciaba en la novela histórica y de misterio. En ella, dos arqueólogos buscan un secreto que puede llegar a cambiar las claves de la cultura religiosa. La siguiente novela, La brisa de Oriente, fue publicada en 2009 por Espasa. Está ubicada en el siglo XII y relata la azarosa vida de un monje cisterciense.
Su tercera novela es El alma de las piedras, publicada por Planeta en al año 2010, trata sobre los orígenes del mito del Camino de Santiago y obtuvo un gran éxito entre los lectores, llegándose a publicar cinco ediciones.
Paloma Sánchez-Garnica se declara admiradora de Matilde Asensi, Ana María Matute y Carmen Posadas. Entre sus maestros como narradora está, en primer lugar, Miguel Delibes, de quien afirma que “es espectacular”. Como maestros suyos considera también a Javier Marías y a Antonio Muñoz Molina. En ocasiones se la compara con el Ken Follet de Los pilares de la tierra o con Ildefonso Falcones y La Catedral del mar; en efecto, parte de su obra comparte algunos aspectos con ambos autores -la ambientación en la Edad Media y otros elementos de construcción-, pero ella tiene una fuerte y originalísima personalidad literaria y, por ello, resulta única.
En esta su novela más reciente se aprecia una madurez narrativa que le sitúa en un lugar relevante. Las tres heridas es una novela que tiene como eje dos caracteres femeninos llenos de fuerza que recuerdan a la protagonista de El tiempo entre costuras. Es un relato muy potente que habla de reconciliación, de sentimientos, de las razones por las que es importante vivir y de aquellas por las que vale la pena morir. Pero, sobre todo, Las tres heridas es una novela que engancha, emociona y sorprende desde la primera hasta la última página: una novela inolvidable.
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