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"El evolucionismo", de Agustín Franco

Ed. Cátedra. 2023
martes 08 de octubre de 2024, 17:16h
El evolucionismo
El evolucionismo

Estamos ante un médico, que, como este modesto servidor, forma parte de los médicos-humanistas, cada vez en menor cuantía, y que cumplen el axioma: ‘EL MÉDICO QUE SOLO MEDICINA SABE, NI MEDICINA SABE; Y; EL MÉDICO QUE A LA VEZ NO ES UN FILÓSOFO, NO ES NI SIQUIERA MÉDICO’ (José de Letamendi y Manjarrés. Barcelona, 1828-Madrid, 1897, médico, antropólogo y académico).

Hasta mediados del siglo XIX, la creación del universo solo se aceptaba desde un análisis exclusivamente divino. El Génesis era incontestable. Aunque no se puede negar que la cadencia literaria de los días de la creación es auténticamente deliciosa. Quizás todo ello esté causado, porque nuestros ancestros estaban ciertamente asustados de poder realizar algún tipo de elucubración, no comprensible o aceptable por el resto de los seres humanos. Cuando las ciencias avancen, sobre todo la astronomía y la geología, los seres humanos pudieron contemplar al Universo desde una perspectiva muy diferente, interrogándose al margen de lo dogmático. Ya hemos llegado al análisis sobre cómo es de complicada y diferente la vida.

«Este libro trata sobre la evolución de la vida en nuestro planeta, con especial énfasis en nuestra especie. Se centra en muchas de las preguntas que han sido una constante en las reflexiones que, como seres pensantes, no hemos parado de hacernos los humanos. No obstante, la incesante aparición de nuevas evidencias hace muy difícil realizar una ‘foto fija’ de algo tan complejo. Por ese motivo, este libro no es más que eso: un intento, desde luego imperfecto, de repasar ciertas evidencias y reflexiones, tratando de imaginar cómo fueron nuestros orígenes y el motivo por el que un ser aparentemente frágil ha sido capaz de llegar a alterar el medio ambiente como nunca otra especie conocida ha conseguido hacerlo. Se han incorporado a la obra algunas reflexiones personales que quedan claramente separadas de las fuentes científicas consultadas, pero que esperamos sean de interés para todo aquel que trate de buscar esos “porqués” de las cosas. Reflexionar sobre la vida y la evolución es algo apasionante que nunca deja de sorprender».

Antes del nacimiento de Grecia, los hombres consideraban que la inmensidad del Universo que contemplaban, y los poderes de la naturaleza contra la que se veían obligados a luchar, estaban vinculados a la voluntad esencial y única de un ser superior. Se puede pensar que en los primitivos grupos tribales existiese alguien, un sacerdote o un chamán primitivos, que se encargasen de la relación con la divinidad. “En algunos registros arqueológicos se han hallado pinturas y grabados que así parecen confirmarlo, aunque está claro que será muy difícil llegar a tener alguna certeza al respecto. Veremos en algunas pinturas del Magdaleniense europeo y en figuras o estatuillas lo que pudo ser la representación de seres míticos o chamanes y su hipotética relación con lo divino mediante actos rituales con disfraces o actitudes sugerentes”.

Cuando se complican más, ya, las relaciones sociales, se puede considerar que aparecen las protorreligiones, que serán las formas de relacionarse estos hombres con las divinidades, que siempre son supraterrenales, existiendo para ello un concepto celestial de lo vivencial de estos seres, que pueden incluir asimismo a sus ancestros. En la Grecia clásica, el filósofo de Mileto, Anaximandro (610 a.C.-545 a.C.) ya realiza la primera aproximación a su idea sobre cuál es el posible origen de la vida. Su interpretación analítica es: ‘los primeros animales surgieron del agua o del limo calentado por el Sol; y del agua pasaron a la tierra. Los hombres descienden de los peces’. Lo curioso del aserto de este filósofo griego estriba: en que en ninguna circunstancia considera la participación de la divinidad en este hecho creativo y evolutivo. En el mundo occidental el influjo del Libro Sagrado, la Biblia, es decir la tradición hebrea llevada hasta los primeros cristianos, marcará este concepto de la creación. Fundamentándose en ello sería cuando comenzará la controversia entre creacionistas y evolucionistas, los primeros consideran su religión, y no entran a considerar la perspectiva de otras religiones como el budismo o el sintoísmo.

Asimismo, otras importantes civilizaciones de la Antigüedad, como la de los egipcios y los precolombinos tenían un concepto diferente del Universo; concretamente en el Imperio de las Dos Tierras o del Bajo y del Alto Egipto, se produjo un hecho sumamente paradójico, durante el reinado de un faraón de la XVIII dinastía, llamado Amenofis IV/Akhenatón, que desterró a todo el enorme panteón egipcio, para colocar al dios solar Atón como reflejo del monoteísmo. Se tiene un conocimiento muy escaso sobre dos genios de la patrística cristiana: el cartaginés San Agustín de Hipona (345 d.C.-430 d. C.), y el fraile domínico Santo Tomás de Aquino (1225-1274), quienes negaron, de forma taxativa, que Dios Todopoderoso hubiese creado todas las especies en los primeros seis días. “Según esta corriente teológica, Dios habría conferido un poder productor o creador a diferentes elementos de la naturaleza, y esta fuerza sería la responsable de la creación de la vida en distintos momentos de la historia de la Tierra. Sus escritos, sin embargo, fueron interpretados y adaptados para que encajaran en las líneas doctrinales desarrolladas con posterioridad”.

Para la astronomía del siglo XV, siguiendo el relato bíblico que ordena que el Sol se detenga para permitir a Josué y a Gedeón ganar las guerras contra sus enemigos, la Tierra era el centro del Universo, y todo giraba a su alrededor. El geocentrismo conllevaba problemas importantes para el estudio del sistema planetario solar, ya que estos deberían seguir cursos constantes en su camino por el cielo alrededor de la Tierra. Sería, no obstante, Nicolás Copérnico (1473-1543) el primero en intentar realizar una formulación que se acercase algo a la teoría heliocéntrica, aunque concibiendo todo dentro de las órbitas circulares y no elípticas. La cuestión evoluciona cuando Galileo Galilei (1564-1642) y Johannes Kepler (1571-1630), siglo XVI, y estudiando los satélites de Júpiter, consiguieron perfeccionar la concepción heliocéntrica de Copérnico. El planteamiento era el de un sistema planetario centrado en el Sol y no en la Tierra. “La ciencia comenzó a entrever que la Tierra y los humanos no éramos el centro del cosmos. De ese modo la astronomía inició un proceso por el que se comenzaba a percibir que el cosmos no precisaba de la existencia de Dios”. No obstante, el creacionismo seguía siendo considerado como algo a tener en cuenta, y en algunos autores sería incuestionable y literal; verbigracia, James Ussher (1581-1656) indicó, sin ambages, que el mundo sería creado el 23 de octubre del año 4004 a.C. Obra estupenda y más que recomendable. «Et hoc est quod comités. ET. Tibi colenda est virtus».

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