Según palabras del propio
Ignacio Gordillo, «Lo que sé y tengo claro es que durante estos treinta años, desde 1979 hasta 2010, he realizado la tarea más impresionante que puede realizar un ser humano: colaborar con la justicia, hacer a todos más justos y, por lo tanto, más libres». Así presenta su libro
Memorias de un fiscal, que ha escrito.
Y es que treinta años en la Audiencia Nacional dan para mucho o, para ser más exactos, demasiado cuando uno de los principales objetivos es la banda terrorista ETA.
Presenciar el asesinato de compañeros de profesión como Carmen Tagle.
Aprender a vivir con escoltas, cambiando de recorrido para ir al trabajo, camuflando domicilios o impidiendo que tu número de teléfono pueda constar en la guía pertinente.
Ver in situ los destrozos humanos y materiales que ETA ha ocasionado en innumerables ocasiones, como cuando en 1991 Irene Villa, coautora de este libro, y su madre sufrieron un grave atentado con coche bomba.
Asistir al dolor de las víctimas y sus allegados, así como a la arrogancia y a la falta de arrepentimiento de los detenidos.
Vivir la alegría de la liberación de secuestrados como José Antonio Ortega Lara, después de casi año y medio en un zulo o la detención de etarras largamente buscados por la justicia.
Encarar con serenidad y justicia delitos económicos como el caso Banesto, el caso Sogecable o Inverbroker.
Todos estos episodios, narrados casi de manera fotográfica y con la perspectiva que proporcionan la experiencia y la distancia, son los que conforman las memorias profesionales de Ignacio Gordillo como fiscal de la Audiencia Nacional durante treinta años.
Unas memorias que testimonian el funcionamiento de la justicia, la política y el delito en España y que no dejarán indiferente al lector.
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