El libro se centra en la pregunta: ¿Merece la pena escribir ficción en un mundo que ya es de por sí ficción? Y responderá dando una visión de la vida como una película que cogemos empezada y de la que nos marchamos antes de que acabe.
Se dice que recordaremos el 2011 como año de las almas: se han publicado una gran cantidad de títulos autobiográficos y de autoficción, escritos que necesita el autor para confesarse: de manera placentera, agradable y correcta, los escritores echan a la mesa sus recuerdos, miedos… para que el lector los imagine hablándoles al oído con una prosa sincera y cercana.
Esta historia se ha definido como un suma y sigue de experiencias: la trama se forma mediante pequeñas píldoras de información, que se superponen hasta conformar un todo en el que el escritor que se describe a sí mismo, creando su propio autorretrato.
Alma es un libro que se lee en 3 horas, que es el tiempo que se tarda en recorrer el alma, pasando de puntillas sobre los detalles que van acumulándose en la sedimentación que el autor realiza con su propio espíritu. Todo ello se realizó con una trama (entendiendo trama como una necesidad antropológica, es el asombro ante los detalles) estructurada en frases muy cortas, en las que se acumulan detalles irrelevantes que constatan el asombro ante el componente superficial de una vida. El tono de la obra se sostiene a través de estas pequeñas frases inconexas combinadas con técnicas como la poesía, el desarrollo de subtramas o leitmotivs variados.
Conseguir que la fragmentariedad tenga su rima propia es el mayor mérito que se le puede otorgar al autor, es algo que simplemente le sale de dentro: Javier Moreno escribe buscando ritmos y rimas, que el lector no piense en cómo va a acabar la novela: lo importante es la intensidad de cada momento. Por tanto, el autor quiere renunciar a ese instinto paranoico de crear orden donde no lo hay, como en la vida misma.
Esta obra va en consonancia con el actual cambio que se está produciendo en la literatura española: la permutación de la verosimilitud por la idea de veracidad. En nuestra literatura, desde el siglo XIX las biografías han sido de cartón piedra, pero últimamente ha calado más a fondo la influencia extranjera, en la que hay un gusto por la literatura que juega con la idea de veracidad.
Pero además de la veracidad, a lo largo de la obra se repiten varias ideas: la adolescencia mórbida (asociada a esa gran obsesión con el tiempo, característica de la narración y la poesía: el tiempo corre, no como en los relojes, incluso la portada es una metáfora del tiempo [aunque para el autor, cito textualmente, “las metáforas son homosexuales porque son un recurso que sustituye un agujero por otro”] ya que es un peinado en espiral que refleja la estructura del tiempo para el autor), el rechazo a cualquier estilo hortera, la defensa de la brevedad, el apocalipsis, las fotografías, las ciencias…
A su vez, el autor tenía la intención de crear una intimidad, sobre todo por la influencia de las redes sociales, que hacen que no sepamos crear nuestro propio mundo sin pensar en lo de fuera. Y para ello, en lugar de ofrecernos una imagen del escritor que se maquilla o se enmascara en los personajes, nos da una visión de un autor que ya está maquillado, e incluso nos muestra cómo lo hace para esconderse tras sus personajes.
En definitiva, una novela que nos dice cómo escribir ficción en un mundo que es, ya de por sí, pura ficción.
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