El autor, según sus palabras, “no ha tenido la suerte de conocer a Suárez”, pero pese a eso ha manejado información que hasta ahora nadie ha utilizado. El libro es eminentemente histórico ya que procura no dejar ningún cabo suelto de su personalidad política, “si no, no sería historia”, dijo. Además recoge múltiples aspectos que resultan difícilmente explicables y resuelve alguna incógnita de la llamada Transición.
Para Fuentes, “Suárez es más fiable cuando habla del futuro que del pasado”, afirmó. Y siempre tuvo en cuenta que el proceso español sería difícilmente exportable a otros países porque el caso español es distinto a otros debido a que todavía quedaban abiertas muchas heridas de la guerra civil. Por tanto, cree que un periodo de transición política es una fórmula con dos variables - democracia sin guerra civil - y Suárez lo entendió perfectamente porque él había sido una víctima de dicha guerra, su padre y su abuelo habían sido republicanos represaliados.
Según el autor, Manuel Azaña denominó la musa del escarmiento a todo lo que no había que hacer y, afortunadamente, Adolfo Suárez hizo lo que se tenía que hacer. Gracias a esto vivimos en España una democracia plenamente asentada. Con respecto a los sucesos que en estos días está viviendo Egipto, la diferencia es sustancial. “Egipto está a favor de una transición. En España, en los años setenta, había muchos grupos sociales, como los militares, que no estaban a favor de la transición”, afirmó.
Preguntado sobre su opinión del 23-F señaló el papel del monarca y de algunos militares en la consolidación de la democracia frente a las fuerzas involucionistas. “El papel del teniente general Guillermo Quintana Lacaci fue fundamental para que la sublevación no se llevara a cabo. En una conversación con Milans del Bosch, le dijo: Jaime, esto sería una guerra civil y tú y yo ya la hemos hecho”. Además, piensa que la trama civil sí existió, pero cree que no estaba conectada con la militar, de ahí el posible fracaso del golpe de estado.
Son tres las fuentes principales con las que ha trabajado durante año y medio para escribir el libro: el Rey, Torcuato Fernández Miranda y Eduardo Navarro Álvarez. Para él biógrafo, éste último es el gran descubrimiento del libro, su documentación ha sido esencial para la realización del mismo, “es el gran tapado de la transición, asegura Fuentes. Navarro era el director del colegio mayor donde se alojó Suárez en Madrid. Se fue con él al partido, estuvo en su gabinete en Moncloa y una vez alejado de la política fundaron un bufete los dos juntos. Sin la documentación aportada por Navarro, probablemente, el libro hubiese sido distinto.
Las relaciones con el Rey son fundamentales en la vida de Suárez. Hubo sintonía cuando se conocieron en el gobierno civil de Segovia, y fueron algo más que amistosas durante mucho tiempo. Al monarca le sentó mal que Suárez quisiese ejercer un control demasiado férreo sobre las visitas que recibía, y se lo llegó a decir con contundencia borbónica: “el rey recibe a quien le sale de los cojones”, escribe el catedrático en las páginas del libro, esto ocurrió en 1979 y desde entonces las relaciones dejaron de ser cordiales y no se suavizarían hasta pasados unos años después de perder el poder.
“Suárez no llegó a entender nunca que la democracia era confrontación”, apunta el catedrático y esto le llevó a perder el control de la situación. Por eso a partir de las elecciones de 1979 comenzó el declive de su estrella. Fuentes lo apunta muy bien cuando dice que “sabe hacer lo difícil y se mueve con dificultad en la cotidianidad democrática”. Supo hacer muy bien la transición, los pactos de la Moncloa, etc. Pero se equivoca en el día a día. Eso le llevó a enfrentamientos con el principal partido de la oposición, PSOE y con su propio partido.
Cree el autor que Suárez era un hombre de izquierdas, como días atrás señaló Santiago Carrillo en la presentación de su último libro: “su ideología es difusa, por no decir confusa, ni falangista ni lo contrario, ni monárquico ni lo contrario”, escribe en el libro. Pero lo que sí es claro es que se llevaba mejor con los sectores socialdemócratas de su partido que con los liberales y los democratacristianos, lo que le llevó a enfrentarse con sus correligionarios.
El autor no cree que la transición democrática de nuestro país fuese tutelada por la CIA, como se ha apuntado desde diversos sectores. Bien es verdad que hubo unas conversaciones con Kissinger, pero nunca hubo instrucciones por parte de los americanos. “Las grandes decisiones se tomaron es España”, afirma rotundo el historiador. Sí intentó Giscard D´Estaing tutelar nuestra transición, pero la química entre los dos presidentes era nula: “comenzó el presidente francés con el síndrome de Luis XIV y terminó con el de Napoleón”, aseguró Fuentes.
Suárez, cree el biógrafo, iba a ser un presidente de transición. El verdaderamente designado para conducir la misma iba a ser Torcuato Fernández Miranda, mucho más preparado intelectualmente, pero era más un profesor que un político y no pudo con el empuje y la ambición de Suárez. Esto hizo que se separasen durante un tiempo aunque al final de su vida volvió a hablar en términos elogiosos de Adolfo Suárez.
Cree el autor que Suárez no tenía un plan autonómico para España y el resultado de las autonomías fue más bien una improvisación que podía haber quedado en un principio, como en la Segunda República. Aún así cree que los políticos de aquella generación estaban más preparados política e intelectualmente que los de ahora. “Pese a eso, el gran problema del terrorismo que creían que se desactivaría con los estatus de autonomías, no se solucionó y es ahora cuando más cerca se encuentra de una posible resolución”, concluyó Juan Francisco Fuentes.
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