No es un libro sobre la compasión ni sobre las dificultades de padecer una minusvalía, sino todo lo contrario: estas páginas son un retrato del esfuerzo, las ganas de vivir y de cómo los sueños van muy por delante de las limitaciones.
El autor, Albert Llovera (Andorra, 1966), fue educado en el seno del deporte de élite dentro del mundo del esquí. Con tan sólo diecisiete años fue el deportista más joven que participó en los Juegos Olímpicos de invierno en Sarajevo en 1984. Un año más tarde, en la Copa de Europa de esquí, la tragedia se cruzó en su camino: un accidente durante un entrenamiento le causó la rotura de tres vértebras dorsales, lo que lo llevó a vivir el resto de su vida en una silla de ruedas.
En todos estos años Albert ha aprendido a convivir con su discapacidad y ha demostrado que en su afán de superación puede batir cualquier obstáculo por grande que sea. Su espíritu de lucha y de esfuerzo lo ha convertido en el único piloto en el mundo con una disminución física que conduciendo única y exclusivamente con las manos ha subido al podio como ganador junto a pilotos sin ningún tipo de minusvalía. Para alcanzar esta meta, Albert ha tenido que recorrer un largo y difícil camino lleno de sombras y contradicciones que ha logrado superar gracias a su tenacidad y a su inacabable optimismo, ilusión y ganas de vivir.
A Albert Llovera le ayudó en la redacción del libro Jordi Cantavella (Barcelona, 1967), autor de cuatro novelas: Novapàtria (2002), La tètrica història de la Roser (2004), Pudor de cadàver (2006) y En John Garfield en territori xeiene (2010), de tres libros de cuentos: El vals de la claveguera (2005), Paper higiènic (2006) y Vivències d´un barceloní emprenyat (2007) y del ensayo Els barris de Barcelona i els seus carrers (2010).
No limits. No hay límites no es solamente el título del libro sobre Albert Llovera, es una declaración de intenciones, una forma de encarar la vida, una historia de superación trufada de sentido del humor y sinceridad en la que la expresión ¿No hay límites? es una máxima a seguir. Es Albert Llovera en estado puro.
¿Y quién es Albert Llovera? Un piloto de rallies con una particularidad que le hace ser, todavía, mucho más mediático: es parapléjico. La constatación de un condicionante que más que entorpecer su vida le empuja a conseguir metas cada vez más difíciles, a una superación constante. Y no es que por tener esa discapacidad se haya superado a sí mismo una y otra vez, es que Llovera ya tenía tendencia a eso antes de sufrir un accidente esquiando y la silla de ruedas en la que se mueve le ubicó en una realidad
que decidió que no contemplaría como un sufrimiento perpetuo. Porque Albert Llovera más que vivir la vida, se la bebe a tragos en cada proyecto que emprende.
Tal vez esa manera de conducirse ha hecho que con tan solo 43 años tenga ya un libro en el que rememora lo que ha conseguido hasta llegar al momento actual y, sobre todo, cómo lo ha conseguido.
Escrito en colaboración con el autor Jordi Cantavella, Llovera recuerda su infancia en Andorra, país en el que nació y sigue viviendo, y al que representaba cuando a los 18 años chocó contra uno de los jueces que cronometraba su descenso por una de las pistas de esquí de Sarajevo mientras participaba en un campeonato europeo. Ahí su vida cambió, se transformó. Pero, incluso, al recordar ese momento Albert Llovera hace gala de una ironía no exenta de sentido del humor, sin el que no habría podido aceptar la que iba a ser su condición a partir de ese momento.
Este es un libro participativo. Albert Llovera, ayudado por Jordi Cantavella, lleva el peso de la narración, está escrito en primera persona, pero hay también muchas opiniones de amigos, familiares, su entrenador, colegas de trabajo... el libro cuenta con un prólogo muy especial, el del piloto Sebastian Loeb, y son ellos los que componen el mosaico que es realmente el piloto andorrano, una personalidad poliédrica en la que se combinan tesón, superación y diversión. Esta tercera faceta la descubrió el propio Cantavella cuando se desplazó a Andorrra para entrevistarle. Recuerda en el libro que en ese momento pensó:
Un juerguista siempre despierta simpatías, pero si al mismo tiempo desprende cariño es que hay algo más.Y muy poco después descubrió otra faceta: la capacidad que tiene Llovera para sentir empatía. Descubrió también que el piloto siente vergüenza cuando habla de lo que hace por otros y que no quiere recordar su sufrimiento y, a cambio, ofrece siempre un excelente sentido del humor.
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