Profundiza en lo que se debe saber en los primeros años de la vida, en esos siete años que, antes, marcaban la frontera del uso de razón, teniendo en cuenta lo que dice uno de los expertos que aportan su voz a este trabajo: “No creo que los niños puedan elegir por sí mismos lo que más les conviene, ni que el niño sea el constructor de su propio desarrollo. Creo que deben crearse hábitos”.
"Todo lo que hay que saber a los siete años" contiene un caudal de informaciones y sugerencias absolutamente útiles para todos los interesados en la educación infantil. Y lo hace de un modo extraordinariamente original, subvirtiendo desde dentro los cánones de la novela. La autora enumera una primera lista de conocimientos: desde realizar alguna tarea del hogar, a elaborar un par de recetas de cocina; desde ayudar a cambiar a un bebé, a saber curar una herida; desde haber visitado un cementerio, a saber algún truco de magia; o haber construido un instrumento musical, conocer una oración, haber hecho una excursión nocturna, mirado por un telescopio, saber qué es el agua subterránea y qué un diccionario, conocer conceptos como el de secreto, hospitalidad, voz interior, celos o malentendido.
Una lista reconocidamente ambiciosa que puede constituir una suerte de canon educativo infantil. ¿Ambiciosa? “No se trata de una lista de control para comprobar qué habilidades y experiencias cumplen los niños. Más bien se trata de una lista de control de las obligaciones de los adultos”, sostiene Donata Elschenbroich ante quienes consideran exageradas esas aspiraciones. Y añade: “La superioridad de lo posible sobre lo real debe seguir siendo siempre evidente.
Así pues, lo real no puede reducir lo posible de forma que el horizonte se cierre”. Pero la autora propone una segunda lista, tras hacer 150 entrevistas con profesionales de todo tipo entre 1996 y 1999. De esa lista puede destacarse: querer ganar y saber perder; haber perdonado a un adulto un castigo injusto; relacionar imágenes con emociones; haber pasado una enfermedad al cuidado del padre; haber participado en una pelea de almohadas; donar al mendigo o al músico callejero; saber guardar un secreto; haber sembrado y cosechado; haber mediado en una pelea; saber que no todos los deseos se cumplen por igual Una lista también muy larga que abrumó a quienes la conocieron, pero ante la que les resultó difícil decidir qué quitarían.
La autora da entonces la palabra a especialistas que van centrando y matizando lo anterior. Así, el psicólogo del desarrollo Franz Weinert explica: “No se trata de que se conviertan en matemáticos, sino de que entren en contacto con los números de la misma forma que los necesitarán a diario en la calle... Que alguien tema a los números es una catástrofe para su vida corriente”. Y: “Yo no permitiría que un niño llegase a los siete años sin saber leer, hay demasiadas desventajas derivadas del desconocimiento de la lectura”. A lo que añade: “Más allá de cualquier discusión ideológica sobre los cuentos, el mundo de lo mágico y lo místico, también en la frontera con el mundo real, supone un importante enriquecimiento vital para los niños al que no se puede renunciar”. Weinert propone también la necesidad de aprender una tercera lengua además de la propia y el inglés, así como que la competencia informática se adquiera en la escuela. Querer ganar y saber perder
Por su parte, el también psicólogo del desarrollo Rolf Oerter se opone a los intentos de transmitir conocimientos de un modo “apto para niños”. “En este mundo tan complejo -dice- los niños deben adquirir tantos conocimientos que
no podemos transmitirles de entrada algo falso que, después, debamos corregir”.
El sociólogo de la medicina Johannes Siegrist alerta sobre la importancia de los objetivos que se tracen en esos primeros años. “Si son imágenes muy concretas, será un problema, ya que la persona será muy susceptible a las desilusiones, no se crearán recursos compensatorios... Entre las experiencias fundamentales de la infancia se encuentra la posibilidad de adaptarse a nuevas condiciones. Para eso, el niño debe estar liberado. No debe programarse todo enseguida”. El publicista Warnfried Dettling advierte sobre las dificultades del mundo laboral: “Ya no se puede partir de la creencia de que, si se esfuerzan en la escuela y en la formación, siempre podrán abrirse camino en el futuro”; y resume así su consejo: “deben querer ganar y saber perder”.
Donata Elschenbroich nació en 1945. Estudió Literatura y Música en Munich y Londres. Se doctoró en 1977 con el trabajo “La historia cultural de la niñez”. Ha trabajado en el ámbito de los estudios comparativos de la investigación internacional de la infancia, del Instituto Alemán de la Juventud. Asimismo ha ejercido como experta en temas de educación preescolar. Es autora de varias publicaciones, muchas de ellas dedicadas a la historia cultural de la infancia y a la educación infantil en Japón. Junto con el realizador de documentales Otto Schweitzer, llevó a cabo la serie documental “Wissen und Bindung” (“Conocimientos y compromiso”).
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