Si usted creía que los grandes compositores de la música clásica eran seres perfectos, como de otra galaxia, musical me refiero, está profundamente equivocado. Si no sabe que Beethoven era un guarro, perdón, Argenta no ha dicho esto, él quiso dejar claro que era un desastrado, pero mucho; si no sabe que a Mozart le gustaban los chistes escatológicos del tipo "caca, culo, pedo, pis", Argenta dixit; o si no sabe que a ciertos compositores religiosos les gustaban las mujeres más que a un tonto una tiza y solían holgar con ellas a la menor ocasión, este es su libro. Todas las anécdotas están aquí y como dijo el autor: "este libro podía haber tenido más de 1.000 páginas, pero de momento es mejor así".
El libro fue presentado por Ramón Pernas, responsable de la sala Ámbito de El Corte Inglés y David Frías, editor de Random House Mondadori, que glosó la gestación del libro, "fue un parto de varios meses, muy trabajado y quien lo lea lo va a pasar muy bien", aclaró.
Tomó la palabra Fernando Argenta para excusar la presencia de los compositores que participan en el libro, y como primera recomendación dijo que "este no es un libro para leerlo de una tirada, hay que leer capítulo por capítulo y disfrutarlo". Lo que más le dolió de escribirlo fue todo aquello que se tuvo que dejar en el tintero, porque hubiese escrito una obra el doble de voluminosa y no es cuestión de meter todos los conocimientos en un solo libro cuando se pueden hacer dos. El negocio es el negocio. Y como dijo al final de la presentación: ¡oiga, compren el libro, que me los quitan de las manos!
En esta ocasión no hay bromas a parte porque todo el acto fue una broma ingeniosa y eficaz. Argenta no sabe hacer nada sin producir sonrisas, sin que el público lo pase bien y para eso contó con la presencia de tres de sus autores favoritos: Beethoven, Mozart y Bach y de una coral que interpretó tres composiciones de estos autores. Bueno, en el caso de Mozart interpretaron el Canticorum Iubilus de Haendal, pero según el director de la coral es porque le dijeron que tenían que interpretar a un autor barroco. ¡Un fallo lo tiene cualquiera!
Sobre el libro, Fernando Argenta dijo que "todas estas cosas me parece mentira que me puedan pasar a mí. No tengo madera de escritor, pero tampoco he tenido madera de locutor de radio y sin embargo aquí me tenéis" y añadió "la editorial me llamó para escribir el libro, si no, no me hubiese metido en esa aventura", lo que habría sido una lástima porque no hubiéramos disfrutado con la lectura amena e inteligente de un libro que está llamado a ser un éxito editorial.
Contó algunas anécdotas sobre los autores. Algunas de ellas ya las conocíamos por su programa "Clásicos Populares" de Radio Nacional de España, que durante años nos deleitó en las sobremesas y a última hora de la tarde. La miopía, perdón, la sordera crónica de los programadores de dicha cadena arrinconaron a un programa a horas intempestivas hasta su práctica desaparición. "Con Wagner nunca me iría a tomar una cerveza, porque en menos que canta un gallo me birlaría la pasta, y si le prestase algo no me lo devolvería. Con Mozart no sólo una, sino muchas".
Con Wagner fue graciosamente crítico. Recordó la frase de Woody Allen: "Cuando oigo a Wagner me dan ganas de invadir Polonia"; a Argenta no, cuando oye a Wagner le entra "un dolor de culo tremendo" porque hace unas óperas de cinco horas que no hay trasero que las aguante quieto y se remueve en la butaca inquieto.
Según Argenta, "conocerlos es amarlos y si encima conocemos sus defectos los querremos más, porque así vemos que son personajes de carne y hueso, aparte de genios". Por eso no hay que ver la homosexualidad de Tchaikowky como la veía él, como una perversión digna de mandarle a Siberia, sino como lo que es, o al abate Listz como un cura generoso que saciaba su gusto hacia las mujeres con todas las condesas y marquesas que encontraba a mano. Todos esos supuestos defectos les hacen más humanos y más cercanos.
Al acto acudieron Beethoven, Mozart y Bach. Sus presencias se dejaron notar y relataron algunos pasajes de sus vidas ante las sonrisas de los asistentes. Al irse dejaron sus músicas interpretadas por un coro, que dio si cabe, más vistosidad al acto. Desde luego y parafraseando a Woody Allen, cuando oigo hablar a Argenta me dan ganas de releer su libro y conocer la vida secreta de estos genios de la música y de verdad que la lectura ha merecido la pena. Su verbo fácil y sencillo, como la música de Mozart; sus anécdotas contundentes como la música de Wagner; sus historias rigurosas y solemnes, como la música de Beethoven y su alegría y fuegos artificiales al relatar sus conocimientos, como la música de Haendel, convierten al libro en imprescindible para todo fiel amante de la buena música. ¡Oiga, que se lo quitan de las manos!
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