Para celebrar su medio siglo de profesión, nos citó en la sala Alegoría, trasmutada de Alquimia, local a medio camino entre el barroco más sobrecargado y el clasicismo, con cuadros renacentistas colgados del techo, como si fueran frescos, que también los hay, con esculturas y capiteles románicos en una de sus barras, era el local perfecto para juntar a todos sus amigos, que acudieron en masa a la presentación de sus memorias tituladas “Siete vidas y media”, que publica con buen ojo Ediciones B y que, según Ricardo Artola, representante de la editorial, cuando trataron la posible publicación de sus memorias “Alberto puso como condición que quería un libro que fluyese como una conversación o entrevista informal, eludiendo los órdenes cronológicos y creo que se ha conseguido”.
Entre los numerosos amigos que allí se dieron cita, había actores como Manolo Zarzo, Pepe Ruiz y Juanito Navarro, entre otros; cantantes como Caco Senante, reporteros de televisión como González-Green o Tacho de la Calle, escritores como Fernando de Orbaneja, Iñaki Ezkerra o José María Mozo. En fin, una pléyade de estrellas que no se quisieron perder el ver a Vázquez-Figueroa soplar las cincuenta velas de la tarta. Además el acto fue presentado, junto a él, por Ricardo Artola y los escritores Manuel Martín Ferrand, Iker Jiménez y Carmen Posadas, que hizo de improvisada entrevistadora en el acto.
Martín-Ferrand hizo una breve semblanza del autor y definió al libro “como una sucesión de aventuras, que nadie busque una memorias al uso, no tiene ni el orden ni el rigor de una memorias, felizmente”. Después tomó la palabra el escritor Iker Jiménez, el capitán de la nave del misterio televisivo que señaló a Vázquez-Figueroa como “uno de mis maestros”. “Aunque sólo hace año y medio que le conozco personalmente, a raíz de la publicación de su fantástico libro Coltán, yo le venía leyendo desde hacia muchos más años”, agregó el capitán Jiménez. “Alberto –continúo diciendo- tiene un increíble don, una magia que sólo tienen unos pocos y es que su trabajo gusta a la gente que le gusta poco leer”.
La escritora Carmen Posadas no quiso hablar sobre él y prefirió hacer de entrevistadora improvisada y comenzaron un diálogo interesantísimo sobre su vida y obra. Las respuestas fueron sucediéndose a las inteligentes preguntas de la escritora que fue desgranando, de manera pausada, los cincuenta años de profesión y su pensamiento. “Mi sueño era ser escritor y ligar mucho, lo primero lo he conseguido, lo segundo no tanto”, afirmó Alberto ante la atenta mirada de su esposa. Su expresión denotaba que ya conocía el pensamiento de su compañero de tantos años. Carmen señaló que para ella “había dos tipos de escritores: los que viven y los que sueñan desde una biblioteca. Alberto, evidentemente, es de los primeros, como demuestra su biografía”. En el libro refleja muy claramente el tipo de escritor que es, cuando escribe “personalmente detesto los ambientes literarios, en los que abundan en exceso la envidia y la pedantería, pero adoro a la gente del cine, mucho más espontánea y bastante chiflada”; toda una declaración de principios del novelista.
Desde hace tiempo su gran pasión es el agua. Ha diseñado y proyectado unas desalinizadoras económicas que no han tenido aceptación en el ámbito gubernamental, incumpliendo así la promesa de construcción de dichas plantas por los dos partidos mayoritarios. “A mí el agua me hace vibrar”, dice con pasión y añade “no nos estamos dando cuenta que estas botellas de agua que tenemos en la mesa salen a un precio de 5 euros el litro, ¡cinco veces más que la gasolina! Y que los franceses están comprando todas las compañías de agua de España, salvo el Canal de Isabel II, que de momento permanece en manos públicas, esperando una próxima privatización”.
Con el chapapote pasa lo mismo, los políticos no querían solucionarlo, pero los pescadores tampoco, “me dijeron éstos que ganaban más con las ayudas que trabajando, por eso era mejor quedarse a jugar al dominó en la taberna que salir al mar” relata indignado Vázquez-Figueroa. “Con cemento rápido, que es mucho más denso que el agua, el problema se hubiese solucionado, ya que arrastraría el chapapote al fondo del mar para siempre”, concluyó sobre el tema.
La cuestión más polémica que trató fue los derechos de autor. Partidario de colgar sus libros en la red, cede los libros gratis a quien se lo pide. “Si tu das, recibirás. Quizá haya perdido dinero por eso, pero he ganado millones de lectores y amigos. ¿Qué hay de malo en regalar por internet un libro a una persona que no tiene dinero y que jamás compraría ese libro por falta de dinero?”, se preguntó ante la mirada atónita de su editor. “Todos mis libros están colgados en internet, quien quiera comprarlos lo hará, quien no pueda, por falta de dinero, se los puede bajar”, concluyó. Ante esta generosidad, no nos extraña que haya reunido a tanta gente en su cumpleaños profesional. Su bonhomía, su optimismo y su audacia le han hecho un escritor querido por todo el mundo. Será difícil pero, ¡ojalá le quedasen al menos otros cincuenta años de profesión!