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“Escuela de frikis” de Gitty Daneshvari

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

¿Creías que ya estaba, que se habían curado? ¿Que Madeleine ya no salía despavorida cuando veía una araña? ¿Que Theo había dejado de temer a la muerte y de comportarse como un pájaro de mal agüero vaticinando catástrofes? ¿Que Lulu se sentía por fin a sus anchas encerrada en un ascensor? ¿Que Garrison era capaz de zambullirse en piscinas, ríos y mares sin sentir un escalofrío de terror?


Pues estabas en un horror… perdón, en un error. Porque las fobias siguen ahí, agazapadas, y aunque a lo largo del año todos se han empeñado en ocultarlas ninguno ha podido engañar a Mrs. Wellington. La tan sagaz como estrafalaria directora de esta Escuela de frikis, una antigua, ¡muy antigua!, reina de la belleza, sostiene ?y está cargada de razón? que una segunda inmersión es necesaria para consolidar los logros del verano anterior.

Y aquí los tienes, de vuelta a Summerstone. Pero si los cuatro maniáticos creían que iban a estar solos (o lo que es peor, en la mugrienta compañía del estrambótico personal humano y animal del centro) y aburridos, ya pueden ir cambiando de idea porque:

(A…hhhhg) Al alumnado se incorpora una niñita que tiene un miedo cerval a estar sola, no calla ni debajo del agua, se hace acompañar por una hurona con la que finge que habla, canta (la niña, no la hurona) como un gato al que le pisan la cola y quiere que la llamen Dada.

B) Además de trabajar para salvarse ellos mismos, los internos deberán ayudar a salvar la escuela, que peligra porque alguien se ha ido de la lengua y ha revelado los nada ortodoxos métodos de Mrs. Wellington. Y, claro, ninguno puede permitirse el cierre del único lugar del mundo donde pueden liberarlos de sus fobias. Así las cosas, los frikis van a aprender muchas cosas. Y muy deprisa.

La autora, hija de padre iraní y madre norteamericana, Gitty Daneshvari nació y se crió en Los Ángeles. Cuenta que de pequeña sentía la necesidad de comentar todo lo que sucedía a su alrededor, que era una charlatana incansable. Y que cuando su familia se cansó de escucharla, empezó a escribir historias. Así es como descubrió en la escritura un medio para expresarse sin necesidad de molestar a nadie.

Actualmente vive en Nueva York, sigue hablando demasiado, se apaña con sus miedos (sigue sin soportar los bichos) y se muestra decidida a ayudarnos con los nuestros, aunque para ello tenga que inscribirnos como lectores en esta Escuela de frikis donde Madeleine, Theo, Lulu y Garrison están a punto de iniciar su segundo curso de verano.


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