Una
ilustración de la pintora Jacinta Gil Roncalés esplende en la cubierta del
poemario, artista a la que está dedicada la cuarta y última parte del libro.
Un
jurado compuesto por: Beatriz Simón, Ricardo Bellveser, Ignacio Caparrós,
Antonio Hernández, José R. Seguí y Jesús Peris decidió laurear este poemario
con el prestigioso premio otorgado por el Ayuntamiento de Valencia en el año
2004, un premio que -por otra parte- ha sido descubridor de verdaderas joyas de
la literatura.
Pedro
José Moreno Rubio es natural de Chumilla (Cuenca) y su vocación artística es muy temprana, después
de estudiar Humanidades, Lenguas Clásicas, Filosofía y Teología vivió una etapa
como sacerdote que sin duda marcó toda su vida, pero fue en el año 1983 cuando
Moreno irrumpe en el mundo poético con el poemario Sed de presencia.
A
partir de ahí cada trabajo del poeta le va afianzando en un mundo literario, el
valenciano, mundo al que sin duda contribuirá ornamentalmente tanto con su vida
entregada a la cultura como con su extensa y reconocida trayectoria poética.
El
libro comienza con un poema titulado Fe
de vida,un título que ya
utilizaron poetas como Luis García Montero o Antonio Colinas y con cuatro versos que dan buena fe
del cariz general de la obra: "Me
sorprendí llorando/porque unos dedos de aire me rozaban./ Por eso sé que
existo/aunque mi nombre no lo sepa nadie". Hondo existencialismo y un
discurso que apela a las virtudes dianoéticas de sí mismo como ser humano. Verso
blanco y libre con predominio del endecasílabo, lenguaje prendado de una
sutileza y elegancia en el léxico que contribuyen a una solemnidad barroca.
En
la primera parte del libro Moreno versa sobre la palabra, ese refugio
metafísico que es arma y música, utiliza rémoras, reflexiones, incluso filosofa
esperanzado otorgando libertad absoluta al encarnamiento de su yo lírico, éste
adopta las posturas que sean necesarias
para impactar de lleno en la credulidad del lector al que se le
introduce dialogísticamente: "Entrad por
esa puerta, comediantes/festivos de la vida./ Dejad vuestro equipaje en la
esquina y/olvidaos,/porque aquí no hay relojes ni tribuna".
En
el segundo bloque el yo lírico sigue teniendo la cualidad de omnipresente, los
poemas se acortan en extensión, su voz adquiere tintes descriptivos, si la
melancolía estaba presente en el primer canto ahora es más visible la
esperanza, el poeta se confiesa en un ejercicio de sinceridad y el
descubrimiento de la magnificencia del amor va destronando poco a poco a su
amada palabra: "Antes de alejarte,/
déjame tu canción enfebrecida/sobre mi piel,/ tu inconfundible aroma./ Ahora no
es la palabra un gesto necesario".
La
aérea mirada del poeta propone acertijos al lector con referencia a su
identidad, su discurso se eleva por parajes interiores y naturales y sobrevuela
con destreza las sendas del misterio. Ya en el tercer bloque, el amor toma por
completo las riendas del argumento, los tiempos narrativos siguen sucediéndose
del presente al pasado en un discurrir de recuerdos que erotizados por la
pasión han convertido en dolor toda su dulzura: "Mis ojos lentamente la abrazaban,/ le lamían la piel sedosa y fría/y
la rosa encendida de sus pechos".
El
cuarto y último bloque como dije al principio de la reseña es un homenaje a la
pintora Jacinta Gil Roncalés, y partiendo de ahí el autor confirma su pasión
por la obra pictórica de la artista, exclama su admiración y lo que ella misma le
provoca. Con sus sentidos aturdidos por la degustación de tanta belleza el
autor de Hijo de la tierra trata de
hacer justicia con la obra pictórica -digamos olvidada- de esta artista
valenciana que nació en 1917 que también escribió poesía, el libro Espadas en la arena publicado en 2004 es
fiel testimonio de su vocación lírica. Jacinta, gran admiradora de otro ilustre
poeta valenciano, José Luis Hidalgo, es motivo de admiración de Pedro José
Moreno Rubio por su valía como artista y como persona y el poeta no escatima
palabras para demostrar su valía superlativa: "Acerca tu pincel a mi pupila/y quémame las niñas de los ojos./ Quiero
sentir la llama/ el alma pura,/ su desnudo fulgor sobre mi frente".
En
definitiva, la lectura de este poemario es más que recomendable, el lector
activo encontrará muchos matices y referencias que lo llevarán de la mano de
una poética cuidada a parajes de ilustración, sensaciones y estudio, todo un
regalo para los buscadores de entropías poéticas.
Poesía
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