Para Jacques Bouveresse, las sátiras de Kraus se revelan proféticas, porque los males que denuncia el satirista vienés siguen siendo los nuestros. La crítica virulenta que hace de ellos no ha perdido ni un ápice de eficacia.
A pesar de vivir en la época del auge de la cultura vienesa, Karl Kraus (1874-1936) nunca se reconcilió con su tiempo. Desde Die Fackel, su crítica a los medios fue tan productiva como implacable. Veía en los periódicos la muestra más descarnada de los intereses políticos y económicos que, con el poder de su lenguaje anestesiante, creaban una escuela de banalidad, conformismo, sentimentalismo y finalmente del belicismo que conduciría a los desastres de la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Jacques Bouveresse nació en Épenoy (Francia) en 1940. Estudió Filosofía en la École Normale Supérieure y posteriormente fue profesor en la Universidad de Ginebra y en la Sorbonne. En 1995 creó la cátedra de Filosofía del Lenguaje y del Conocimiento en el Collège de France, donde es profesor emérito desde 2010. En su extensa bibliografía se muestra crítico con lo que él considera ciertas imposturas científicas e intelectuales de los nouveaux philosophes y con la responsabilidad de la prensa en la decadencia moral de los países democráticos.
CARTA DE RENUNCIA A LA LEGIÓN DE HONOR (17 de julio de 2010)
Señora ministra:
A través de rumores públicos y de la prensa acabo de conocer con sorpresa una noticia, confirmada por la lectura del Diario Oficial de 14 de julio; a saber, la de que figuro en la lista de personas promovidas a la Legión de Honor, bajo la firma de su ministerio, con el grado de “caballero”.
Sin embargo, no solamente jamás he solicitado en forma alguna una distinción de este tipo, sino que, por el contrario, he manifestado claramente, cuando la cuestión me fue propuesta hace ya bastantes años, y una vez más al poco de haber sido elegido miembro del Collège de France en 1995, que no desearía en ningún caso recibir distinciones de este tipo. Si hubiera sido informado de sus intenciones, fácilmente hubiera podido precisarle a usted que no he cambiado de actitud en este asunto y que deseo más que nunca que mi voluntad sea respetada.
En tales condiciones, de ningún modo me es posible aceptar la distinción que se me ha propuesto y, ciertamente, menos aún –me perdonará, así lo espero, que se lo diga con toda franqueza- de un gobierno como el del que usted forma parte, del que todo me separa radicalmente, y cuya política en relación a la Educación Nacional y a los servicios públicos en general me parece especialmente inaceptable.
Por consiguiente, me atrevo a esperar que usted considerará esta carta como la expresión de mi más firme y definitivo rechazo a aceptar el supuesto honor que se me hace con esta iniciativa y que tomará las medidas necesarias para que mi petición sea tenida en cuenta.
Dándole las gracias por anticipado, le ruego, señora ministra, que acepte la expresión de mis más respetuosos sentimientos. Jacques Bouveresse.
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